Imperio Valeriano - Capítulo 40
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40: Capítulo 40 – Otoño (Parte 1) 40: Capítulo 40 – Otoño (Parte 1) Editor: Nyoi-Bo Studio Después del incómodo incidente que tomó lugar en la habitación del Señor, Catalina evitó ir a cualquier lugar cerca del Señor o en la línea posible de su mirada.
Dulce como era la manzana, ella había sido sorprendida mirándolo y ahora estaba mortificada por completo.
¿Qué habrá pensado de ella?
La inmoral escena pasaba por su mente como un proyector cada vez que pensaba en ello y su aliento se debilitaba con cada detalle de lo que había visto.
Ella se reprendía a si misma después de salir corriendo de la habitación, pensando qué pasaba con ella cuando pudo haber apartado la mirada.
Pudo haberse ahorrado la vergüenza.
Pudo haber salido con discreción como si no hubiera presenciado nada sin que él lo notara, pero no lo hizo.
Cómo podía hacerlo, cuando el hombre de sus sueños estaba de pie al otro lado del baño hipnotizándola.
Las gotas que caían como estrellas fugaces de sus hombros por su espalda, sus músculos tensándose mientras subía y bajaba sus manos lavándose el cabello.
Y cuando se giró, ¡oh, Dios mío!
Cómo la hizo estremecer su pecho lo que vio.
Aún lo hacía.
Su cabeza se inclinó mientras sus dedos pasaban por su pelo húmedo.
Con los ojos cerrados bajo sus desafiantes cejas curvas y oscuras.
Él era la manzana prohibida del jardín del Edén, pensó tomando el heno frente a ella y colocándolo dentro del barril.
Desde hace cuatro días, en vez de sus tareas habituales de limpiar estanterías y gabinetes, Cati había cambiado lugares con otra sirvienta para trabajar en los establos.
Era la primera vez que veía el cuerpo de hombre tan desnudo y cerca.
Por supuesto, ella había visto fotos de esculturas griegas de hombres en los libros para ver que tan distinto eran de las mujeres.
Ella había escuchado hablar a sus amigas en la aldea en que vivió y despertó su curiosidad para echar un vistazo.
Si no fuera por la cantidad de vapor espeso sobre el agua, ella lo hubiese visto desnudo.
Sintió como la cara le ardía al pensar en ello.
―¿Estás bien ahí?
―preguntó uno de los hombres que trabajaba en el establo y ella asintió en respuesta cuando ambos salieron del establo―.
Es un día realmente caluroso.
Cati notó que el hombre estaba en lo correcto cuando una gota de sudor bajaba detrás de su oreja.
Con los árboles y arbustos alrededor de la mansión, ella no había sentido el calor debido a la sombra.
El establo era vasto y proveía refugio a muchos caballos.
―Usualmente, no es tan malo.
Creo que el verano se acerca antes de lo que esperamos ―escucho decir a Caviar por detrás, mientras llevaba un caballo con él dentro del establo.
―¿Cómo estuvo la cabalgata?
―preguntó Cati.
―Ella aprende de a poco.
Más estable que la semana pasada ―dijo, y lo vio acariciar a la yegua en la cabeza antes de amarrarla.
―Veo que te estás acostumbrando a trabaja aquí en los establos ―dijo él, al ver las manos de ella estaban cubiertas en lodo.
Luego terminó de hacer un nudo a la amarra.
―Cualquiera podría acostumbrarse a esto ―dijo, y sonrió, mirándose las manos.
A ella no le importaba la tierra.
Este lugar le recordaba el hogar en que había crecido.
No había muchas mujeres que trabajaran a este lado de la mansión debido a la mugre, el polvo y el calor del sol.
La mayoría de los hombres que trabajaban en los establos eran fornidos y altos, ya que levantaban troncos u otros objetos.
Comparado con ellos, Caviar era menos duro a primera vista.
Su pelo corto y castaño hacia complementaban el color de sus ojos.
Era él quien le había enseñado los establos y la presento con los criados.
En varias formas, él le recordaba a su primo Rafa.
Cuando ella volvió a ver a Caviar, vio que él estaba sonriendo.
―A las mujeres no les suele gustar aquí, al menos no por el calor.
A ellas les preocupa su piel se arruine.
¿Decías que viviste en el Imperio del Sur?
―preguntó.
―Así es.
Un poco lejos del centro de Mythweald ―respondió ella.
―La región del sur tiene el mayor número de humanos residentes y el menor número de vampiros, y eso es porque la mayoría es de mayor estatus.
Me sorprende que hayas venido a trabajar aquí―dijo, caminando hacia el estante donde guardaban las herramientas y saco una pala―.
La región del sur no le tiene cariño a los vampiros.
Con lo que he escuchado, la mayoría se mantiene alejada de los vampiros.
A otros les encantarían echarlos de sus tierras y al resto no le importaría extinguir a los vampiros como a las brujas.
―No todos son así―dijo Cati, sacudiendo la cabeza mientras caminaban hacia el extremo del establo.
―La mayoría sí lo son.
¿No tienes miedo?
―preguntóél, empujando su labio superior para que ella pudiera ver mejor los colmillos afilados a ambos lados.
En vez de eso, Cati rio al verlo de esa forma.
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