Imperio Valeriano - Capítulo 41
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41: Capítulo 41 – Otoño (Parte 2) 41: Capítulo 41 – Otoño (Parte 2) Editor: Nyoi-Bo Studio Caviar no era vampiro, sino humano, pero parecía tener colmillos al hablar.
—Lo siento.
Supongo que no me enseñaron a odiar a ninguna persona por su origen.
Hay bien y mal en el mundo —respondió encogiéndose de hombros.
—El mundo necesita más personas como tú—dijo abriendo espacio para el nuevo caballo que estaba por llegar.
—¿Y tu familia?
—preguntó mientras movía el fango.
—No están aquí—respondió.
Se asomó al exterior, donde dos hombres estaban de pie a los lados, vigilando la puerta.
Los empleados le habían dicho que no fuera allí, debía ser donde permanecían los prisioneros.
—¿Siguen en el sur?
—insistió.
Cati deseaba que ese fuera el caso.
—Fueron asesinados —murmuró, pero Caviar le escuchó.
—Lamento escucharlo.
Caviar vio a la joven, que permanecía junto a la pared abierta, mirando hacia afuera, pero perdida en sus pensamientos.
En todo el tiempo que llevaba trabajando en la mansión, la había visto unas tres o cuatro veces en el jardín.
En comparación a los otros empleados, parecía diferente.
El tono que usaba, y sus mínimas interacciones, la hacían parecer grácil como una mariposa, a diferencia de las otras mujeres de la mansión.
Había escuchado sobre ella de voz de los chicos que trabajaban en la mansión.
Las personas sí que se dedican a hablar de sus intereses en el sexo opuesto cuando son jóvenes, pensó.
La chica estaba incómoda y algo estresada cuando llegó, pero ahora parecía estar mejor.
El día anterior, Caviar notó que uno de los chicos le ofrecía ayuda cuando intentaba limpiar el suelo, pero ella la rechazó con una sonrisa, explicando que no tenía problemas con hacerlo sola.
La trataban con cuidado, a diferencia de las otras chicas, con las que coqueteaban de forma descarada.
Era algo curioso.
Antes de su trabajo aquí, la había visto hablar con Elliot, que le daba palmadas en la cabeza como a una niña pequeña.
Algo tomó sentido en su mente cuando este pensamiento regresó.
Había escuchado de una niña que fue marcada por el Señor, pero el asunto había sido olvidado años atrás.
—¿El mayordomo está al tanto de tu cambio de rutina?
—preguntó Caviar a Cati.
—Creo que sabe.
Envié a Corey a informar a Margarita —explicó mirándolo—.
Tus colmillos son largos —agregó con curiosidad.
—Ha sido así desde que fui mordido.
Las personas creen que soy un vampiro —comentó soltando su pala—.
Los mezclados son criaturas horribles.
—¿Cruzados?
—Son criaturas de la profundidad del bosque.
Sus mordidas son fatales para los humanos.
Es inusual ser atacado por uno de ellos, pero yo estaba en la esquina y me atacaron.
Supongo que el veneno expulsado durante la mordida reaccionó de forma diferente, y causó que mis colmillos se alargaran, además tengo mejor vista y más fuerza de la que un humano común tendría —explicó lamiendo uno de sus colmillos cuidadosamente.
Imitando su acción, Cati tocó sus colmillos.
Al escuchar una conversación, giró a ver de dónde provenían.
—Parece que llegó el nuevo lote de caballos —señaló Caviar sacudiendo sus manos.
Cati fue a alimentar el lobo, que solía estar amarrado.
Se inclinó para servir cuidadosamente su carne.
Nunca había visto a un lobo, y este era hermoso.
Su pelaje era de color gris oscuro, con parches blancos en sus patas y cuello.
—Ten, chico —llamó al lobo, que despertó de su sueño.
Cuando comenzó a comer, Cati se sentó entretenida a observarlo hasta que terminó.
Fue a buscar agua y se cruzó con Caviar, que conversaba con Oliver, el segundo a cargo de Valeria.
Al pasarlos, aminoró su paso, pues frente a ella estaba el mismísimo Señor Valeriano.
Sus ojos se entrecerraron al mirarla, pero no lo notó porque Alejandro recuperó la compostura rápidamente.
Normalmente, le habría dirigido una sonrisa, casi imperceptible, pero sonrisa al fin.
Su garganta pareció secarse repentinamente junto con sus labios, que Cati se lamió con suavidad, gesto que Alejandro siguió con detenimiento.
Al escuchar que Oliver sugería algo al Señor, Cati bajó la mirada y siguió su camino con el corazón acelerado.
Cuando regresó, se movió incómoda, pues sentía la vista del Señor, que la seguía fijamente.
No sabía por qué, pero él la incomodaba, tal vez porque lo miró descaradamente mientras se bañaba.
Sintió que sus mejillas ardían y evitó hacer contacto visual, intentando mantenerse ocupada con el heno.
Sentía la urgencia de ocultarse tras el heno para evitar la mirada ardiente del Alejandro.
Deseaba que Elliot estuviera presente para aligerar la atmósfera.
Tal vez debería disculparse, pero no parecía ser un buen momento, con tantas personas alrededor.
Suspiró con alivio cuando todos se marcharon, y regresó a su labor.
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