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Imperio Valeriano - Capítulo 43

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43: Capítulo 43 – Otoño (Parte 4) 43: Capítulo 43 – Otoño (Parte 4) Editor: Nyoi-Bo Studio Sacudía sus manos frente al fuego mientras conversaba con Dorothy cuando Martín, el mayordomo, entró.

—El Señor Alejandro ha pedido maderos en su habitación —le informó.

—Está bien —respondió ella rápidamente.

Con el tiempo que había pasado en la mansión, era consciente de que al Señor no le agradaban las demoras.

Cati entró con cuidado en la habitación del Señor, pero se relajó al notar que no estaba.

Se dirigió a la chimenea, donde arregló las maderas antes de encender el fuego.

Trajo el banco del otro lado de la habitación y, subida en él, abrió las puertas del estante sobre la chimenea para almacenar los troncos restantes.

Al sentir un ligero tambaleo, recordó que su tía solía reclamarle por ponerse de pie en los bordes de los bancos.

Era un mal hábito del que no se había deshecho.

Buenos tiempo aquellos, recordó con una sonrisa.

Tarareaba despreocupada intentando hacer espacio para todos los troncos cuando sintió que sus pies resbalaban del banco.

Cerró los ojos esperando la caída, pero en cambio sintió que alguien la sujetaba sin esfuerzo.

Sus manos se habían convertido en garras, como un gato en manos de un niño insolente, y respiraba con fuerza a causa de la caída inesperada.

Al abrir sus ojos, con la cabeza ligeramente ladeada, notó que había sido el Señor Alejandro quien la salvó.

Se cruzó con su mirada, que la observaba con preocupación.

Su rostro brillaba bajo la luz del fuego encendido.

Sintió un nudo en la garganta.

—Eso fue peligroso —murmuró Alejandro—.

—¿Estás bien?

—le preguntó al dejarla en el suelo.

Cati respondió asintiendo y agregó: —Lamento causarle problemas.

De no ser por él, probablemente se habría roto la cabeza.

Sin saber qué hacer, recogió el banco caído y lo devolvió a su lugar de origen.

—¿Intentas evitarme, Catalina?

—escuchó que preguntaba Alejandro.

—No, Señor.

¿Por qué haría eso?

—preguntó tensa, dándole la espalda.

Al girar, notó que Alejandro se acercaba como un depredador, con movimientos lentos y precisos.

—¿Y por qué me da esa impresión?

Cambiaste tus labores sin informarle al mayordomo.

Eso va contra las reglas —dijo.

Cati retrocedió, chocando contra la pared.

—Le pedí a Corey que lo comunicara —respondió dudosa.

Alejandro estaba ahora frente a ella.

Incapaz de mirarlo a los ojos, volteó, pero él no lo permitió, y con su mano movió el rostro de la joven de vuelta a él.

—¿Sientes vergüenza?

—preguntó, dando en el blanco.

—Yo… Se podría decir eso —respondió Cati azorada.

—¿Y por qué?

—insistió Alejandro arqueando sus cejas.

Una ligera sonrisa apareció en sus labios.

¡Jugaba con ella!

—Yo…—comenzó Cati.

Alejandro se inclinó y reposó una mano en la pared junto a ella.

Recordando la escena, Cati se ruborizó.

Tras algunos segundos, se sintió mareada y su vista se nubló.

—Respira —susurró el Señor gentilmente, recorriendo la barbilla de la joven con un dedo.

—¿Qué voy a hacer contigo?

Te sientes nerviosa al estar cerca de mí, pero no con otros hombres.

Me molesta infinitamente —confesó a su oído con un suspiro.

Sus colmillos latían.

No debía haberla tocado.

Sentía la circulación de Cati en sus dedos al tocar la piel de la joven.

Sólo imaginaba cuán dulce sería.

Quería beber su sangre y el pensamiento lo enloquecía.

Hacía demasiado tiempo desde la última vez que probó la sangre de una mujer tan inocente.

Retrocedió, dándole espacio a Cati, y cerró los ojos para intentar recuperar el control, pero se le escapaba.

—¿Señor Alejandro?

—preguntó Cati notando la expresión perturbada en el rostro del hombre.

Jadeó cuando el Señor abrió sus ojos, que se habían oscurecido, mientras sus colmillos salieron.

La veía como un depredador a su presa.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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