Leer Novelas
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
Avanzado
Iniciar sesión Registrarse
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
  • Urbano
  • Fantasía
  • Romance
  • Oriental
  • General
Iniciar sesión Registrarse
Anterior
Siguiente

Imperio Valeriano - Capítulo 51

  1. Inicio
  2. Imperio Valeriano
  3. Capítulo 51 - 51 Capítulo 51 – Desvío
Anterior
Siguiente
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo

51: Capítulo 51 – Desvío (Parte 1) 51: Capítulo 51 – Desvío (Parte 1) Editor: Nyoi-Bo Studio ¡La comida estaba deliciosa!

Era exquisita y llena de ingredientes, como si la estuviera hecha para elites.

El Señor Alejandro era nada sino generoso, pensó Cati.

Dios bendiga el alma de su madre.

Una vez que terminaron con la comida, que fue preparada para el servicio de la mansión, Cati y el resto volvieron al trabajo.

En el camino, algunas frotaron sus palmas y manos, debido a la baja temperatura.

Como la habitación de los sirvientes estaba bajo la mansión, bajo tierra, la temperatura era mucho más fría.

Cati vio a Dorothy temblar, a pesar de haberse cambiado en un vestido limpio.

No como ella, que seguía con la misma ropa.

Dorothy contrajo sus cejas, abrió la boca y dejo salir un estornudo seguido por otro.

―¡Maldito clima!

―dijo, frotándose la nariz con el revés de la mano.

―Escuche que el frío iba a empeorar a medida que avance el día ―comentó Matilda cuando ellas cruzaron la ventana, que estaba cerrada para prevenir que el agua entrara.

Cati se paró junto a la ventana y colocó una mano sobre el frío panel de la misma.

Ella miró afuera para ver como las nubes se habían oscurecido más que antes.

Aunque era mediodía, la mansión estaba iluminada con luces para alumbrar el lugar, que ya parecía como si hubiera anochecido.

Cati se preguntó si Caviar y el resto habían recibido comida.

Ya en las habitaciones de la servidumbre, Cati le preguntó a la señora Hicks si podía guardarse comida para tres de los hombres que estaban de turno.

El festín no era algo que ocurriera cada semana o mes.

La señora Hicks mostró una leve sonrisa mientras asentía y pedía a una de las sirvientas que guardara un poco de la comida.

―Mucho mejor que el sol sofocante ―contestó Corey desde atrás, y Dorothy suspiró.

―El sol…―le escucharon musitar al Dorothy, terminando en un estornudo.

―¿Cómo era el clima en tu casa?

―preguntó Corey a Cati mientras continuaban caminando―.

A menudo escucho a viajeros hablar de ello con nostalgia.

―Era agradable.

Era un clima bastante constante.

Un poco lluvioso, un poco soleado y con un poco de brisa ―respondió ella, perdiéndose en el pasado.

―Nunca tuve la oportunidad de visitar el Imperio del Sur o del Norte ―dijo él, antes de que sus ojos se fijaran en la mano de ella.

Cuando él vio el tinte de la rosa azul, habló con una expresión preocupada.

―Cati, el Señor Alejandro se puede enfurecer si te ve con eso.

Él es muy particular sobre las rosas.

―Oh, eso…―señaló Cati, preguntándose qué decir, pero Cintia fue más rápida en sus palabras.

―Él va a matarte ―exclamó, a lo que Dorothy la miró con molestia.

―¿Qué?

―preguntó, sonando inocente.

―En realidad, la encontré en el suelo.

No debiera causar ningún problema.

―respondió Cati, mirando a Cintia, quien sonrió mientras se tambaleaba.

Ella había escondido la rosa lo mejor que pudo con su vestido y ya en el corredor, se había olvidado de ella.

Cati había mentido sobre la rosa, sin querer revelar el hecho que el mismo Señor le había dado la rosa.

Pero hablar de ello solo empeoraría los rumores en la mansión.

Sus amigas no eran así, pero Cati no estaba segura de Cintia.

―Claro, que no debería ―asintió Corey.

―¿Qué hacen muchachos de pie sin hacer nada en vez de volver al trabajo?

Era Martín, quien los miraba con una mirada de desaprobación marcada en el rostro.

Rápidamente, se separaron todos antes que él agregara nuevas labores a sus trabajos.

Tras cambiarse de ropa y colocar la rosa en un florero limpio, Cati observó su tallo con espinas inmerso en el agua.

Mirado de cerca, ella notó las pequeñas líneas rojas como raíces alrededor del tallo, apenas visibles ahora en el agua.

Ella nunca había conocido hombres con un interés por la jardinería, por lo que encontró el apego de Alejandro a la planta más que inusual.

En especial considerando que él era un vampiro.

Gente como el esposo de su amiga Anabella eran perdonados al pertenecer a la elite, pero en secreto los vampiros eran evitados.

Esa parte del Imperio de donde prevenía tenía opiniones diferentes con respecto a los vampiros.

Ellos eran vistos como viles criaturas, sin emociones excepto por el deseo de sangre.

Pero hombres y mujeres de Valeria rompían con esa imagen convencional.

Cati pasó su pulgar sobre el dedo pinchado y se sonrojó con la memoria de lo que había pasado a la entrada de las escaleras.

Sus manos estaban sucias por trabajar en el establo.

Pero sin dudarlo, ¡el Señor Alejandro había colocado el dedo de ella en su boca, como si fuera lo más natural del mundo!

Días pasaron desde la lluvia, y el sol salió de entre las nubes.

Cati tarareaba una música mientras se arreglaba el cabello.

Desde hace varios días que estaba de buen humor.

La mayoría de las criadas, incluida Cati, estaban agradecidas que la lluvia se había detenido.

La lluvia complicaba las labores de varios empleados, pero ahora podían realizarlas sin problema.

Sin embargo, esa no era la razón del buen humor de ella.

Hace cinco días, Cati había recibido una carta de su amiga Anabella, informándole que su esposo y ella visitarían Valeria a conocer a un mercader en la ciudad.

Y hoy era ese día.

Ella le comentó al mayordomo sobre el tema.

Martín tenía un mirada de preocupación cuando ella le contó sobre la carta.

Ella sospechaba que le habían dado la orden de mantenerla en la mansión y eso la irritó un poco.

Ella era una adulta y no una niña.

El Señor Alejandro y Elliot, quien había pasado su tiempo en la mansión durante la lluvia, salieron a visitar al director del Concejo que visitaba la ciudad próxima.

Tomando en cuenta que ella no era una sirvienta permanente en la mansión, ella tomó ventaja de su condición y el anciano mayordomo tuvo que acceder.

No es que ella abusara de ese hecho para escaparse del trabajo.

Era solo por esta vez.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

Anterior
Siguiente
  • Inicio
  • Acerca de
  • Contacto
  • Política de privacidad

© 2025 LeerNovelas. Todos los derechos reservados

Iniciar sesión

¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

Registrarse

Regístrate en este sitio.

Iniciar sesión | ¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

¿Perdiste tu contraseña?

Por favor, introduce tu nombre de usuario o dirección de correo electrónico. Recibirás un enlace para crear una nueva contraseña por correo electrónico.

← Volver aLeer Novelas

Reportar capítulo