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Imperio Valeriano - Capítulo 56

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56: Capítulo 56 – Ojos verdes (Parte 2) 56: Capítulo 56 – Ojos verdes (Parte 2) Editor: Nyoi-Bo Studio Al escuchar esto, el mayordomo, quien estaba de pie como estatua, lanzó una mirada al hombre y a su Señor antes de volver a mirar de frente al vacío.

―Gracias por la oferta señor Barton, pero tenemos nuestras propias medidas disciplinarias ―dijo el Señor Alejandro, sin molestarse en mirar al hombre mientras cortaba la carne en su plato en delgados y elegantes cortes.

―Eso es una lástima ―dijo y rio Lord Barton, dejando de lado el tema y escogiendo otro—.

Disculpa por abusar de tu hospitalidad, pero mi hija parece que se ha encariñado contigo para que ella me haga venir a tu mansión.

Ella habla cosas buenas de ti.

―Me honra que su hija hable maravillas de mí―dijo el Señor Alejandro, haciendo que Lady Carolina se sonrojara.

―Es mi honor, Señor Alejandro ―dijo Lady Carolina con falsa modestia, antes de volver a comer a su plato donde apenas había tocado su comida.

Las mujeres de su estatus tenían que comportarse correctas y formales.

Y una de sus costumbres era comer menos durante las reuniones con las elites, lo que además ayudaba a adelgazarlas para mantener sus cuerpos delicados.

Cati, quién había guiado al hombre al lavabo, estaba de pie afuera esperando que el hombre terminara de limpiar su zapato.

Cati exhaló un suspiro de alivio cuando él entro en el lavabo dejándola sola, sintiendo que el pánico y la energía la abandonaban.

El Señor Alejandro tenía una mirada inescrutable en su rostro cuando los ojos de ella lo miraron por un mero segundo al salir del comedor.

Desde anoche, ella había estado nerviosa, preguntándose cómo encararlo.

Pero parecía que ella se preocupaba por nada mientras él se sentaba allí impávido.

Se reprendió a sí misma por precipitarse con sus pensamientos.

Y qué pasaba con el asunto de “limpiar ese desastre”, pensaba, mirando el pilar a su costado.

Y lo peor era que ella se había agachado a limpiar el zapato del hombre sin pensarlo, como una idiota.

¿Pero no era así como debían comportarse las sirvientas?

Cati sacudió su cabeza por el dilema.

—Su zapato de cuero —gruñó ella, pensando en la escena.

No en el suelo, pero en su zapato.

Golpeó su cabeza ligeramente contra el pilar, esperando ordenar sus ideas, y escuchó una risa detrás de ella, provocando que se hundiera de vergüenza.

―Espero no estar interrumpiendo nada ―escuchó decir al hombre cuando se dio vuelta.

―Me disculpo profundamen…―dijo Cati inclinando la cabeza, pero fue interrumpida por el hombre.

―Como dije antes, debí estar más atento por mi parte.

Es solo un zapato, así que no hay necesidad de preocuparse por una cosa tan trivial ―dijo él, y cuando ella giró para llevarlo de vuelta al comedor, él dijo: ―¿Podrías llevarme al jardín?

―¿Me gustaría un descanso de la política?

―solicitó con educación.

De camino al jardín, Cati vio a Dorothy pasar por el corredor, dándole una mirada inquisitiva en secreto cuando pasaron junto a la otra.

Ya en el jardín, Cati se detuvo a ver al hombre tomar asiento bajo un árbol grande.

Al contrario de Lady Carolina y su padre que eran llamativos y hostiles, él parecía una persona bastante relajada.

―Si no le molesta, ¿nos hemos visto antes?

―preguntó, a lo que ella negó con la cabeza.

―Debes ser nueva entonces, ¿cierto?

No te había visto durante mi última visita ―dijo con una sonrisa.

El hombre era apuesto, con pelo castaño, largo de un lado y corto de frente, cubriendo parte de sus pálidos ojos verdes.

Cuando recordó que él le había hecho una pregunta, ella contestó.

―Han sido unos pocos meses desde que ingrese a la mansión Valeriana, Sir.

―respondió, al grano.

―Ya veo ―canturreó.

Soy Felipe Traverse, ¿cuál es tu nombre?

―preguntó tras presentarse.

―Catalina Welcher, Sir ―dijo ella, un poco confundida con su apellido.

¿No era acaso Barton si él era el hermano de Lady Carolina?

Ambos estuvieron unos minutos en el jardín, Felipe sentado bajo el árbol y Cati de pie, alejada unos metros del hombre, esperando a llevarlo de vuelta al salón.

Cuando volvieron, ellos podían escuchar al señor Barton estaba riendo de algo, tratando de animar al Señor que parecía aburrido con lo que el hombre decía.

Al ver a Felipe cruzar la puerta con la sirvienta detrás, el señor Barton comentó, engreído: ―Eso fue mucho en el lavabo.

Cuando escuchó esto, los ojos de Alejandro se movieron desde Felipe a Cati, dándose cuenta de que el señor Barton solo estaba suponiendo cosas.

―Estoy seguro de que sabes que el lavabo se usa para varias cosas, padre.

―respondió Felipe, colocando sus puños en su lugar.

El señor Barton ignoro las palabras de su hijo y giró hacia el Señor Alejandro.

―Cómo iba diciendo, recogeré a mi hija mañana en la mañana y traeré los papeles firmados para la adquisición de lo que ha solicitado ―dijo el señor Barton cuando se levantaron de sus asientos.

―Muy bien ―respondió el Señor Alejandro y salieron de la habitación.

Cuando el carruaje llegó, solo el señor Barton subió dentro, dejando a Lady Carolina y a Felipe detrás en la mansión.

―Perdone por quitarle su tiempo y gracias por recibir la solicitud de mi padre.

―dijo la señorita, y se inclinó.

Entonces no debiste pedirlo en primer lugar, Alejandro dijo en su mente cuando le sonrió.

―Para nada.

Es un momento afortunado el llevar a una señorita como usted a ver el estreno de la obra en el teatro ―dijo él alabándola, haciendo que la mujer se sonrojara con intensidad.

Si no fuera por su padre, él no hubiese gastado un solo segundo de su tiempo en la mujer, pero el señor Barton tenía conexiones que eran útiles para sus tratos y negocios.

Alejandro sabía cómo conseguir que las cosas funcionaran a su favor, y lo que solicitó hoy era importante.

Una vez que el hombre dejara de serle útil, se desharía de él junto con su hija.

Cati, quien estaba de pie sosteniendo el pequeño bolso de Lady Carolina, pestañeó de pronto.

¿Acaso hablaban de la obra de teatro a la que Alejandro la había invitado?

Entonces esa era la razón por la que Lady Carolina había hecho el viaje a Valeria.

Era solo para que el Señor Alejandro la acompañara al teatro, pensó Cati, soltando un suspiro que hizo que Felipe la mirara con curiosidad.

Cati había pedido el día libre de los deberes de la mansión porque había pensado descansar antes de arreglarse para el teatro, pero ahora que Alejandro iba a llevar a Lady Carolina con él…Cati se sentó a acariciar el pelaje de Aereo en su habitación.

Aunque estaba nerviosa por lo que había ocurrido la noche anterior, Cati estaba ansiosa de ver la obra con el Señor Alejandro.

Ella recordó la conversación que tuvo con él.

Después de supervisar que Lady Carolina y su hermano fueran al ala oeste a descansar en las habitaciones de invitados, Alejandro hablo con ella.

―Debido a las circunstancias, yo acompañaré a Lady Carolina hoy.

Me gustaría llevarte la próxima semana.

Me disculpo por los cambios de planes.

―dijo con una mirada apenada.

―No hace falta que se disculpe, Señor Alejandro.

Yo lo entiendo ―asintió Cati con la cabeza.

Ella se preguntó si el Señor prefería mujeres como Lady Carolina, de pelo liso y suave y con un cuerpo delgado que podía ser sostenido como una copa.

Y claro, ella pertenecía a la alta sociedad.

Sin olvidar los rumores que circulaban sobre ellos, y que ya eran una pareja.

Quizás lo mejor era olvidar sus sentimientos por el hombre, antes de que se lastimara, pensó ella, mordiéndose el labio, y haciendo un gesto de dolor después de morder muy fuerte.

Ella tomó al gato y lo abrazo, lo que le hizo soltar un “miau”.

El tiempo pasó mientras Cati jugaba con el gato y un golpe se escuchó en la puerta.

Al abrirla, ella encontró de pie a Felipe, el hermano de Lady Carolina.

―Hola, tú―la saludó―.

Te he estado buscando.

―¿Necesita algo señor Traverse?

―preguntó, pensando en qué deseaba.

―Sí, necesito algo ―respondió rascándose la nuca.

En la tarde, cuando era hora de salir, Lady Carolina era la primera en estar lista, como una niña ansiosa esperando junto al carruaje.

Preciso con su tiempo, el Señor Alejandro bajó las escaleras a ver a los hermanos hablando junto al carruaje.

Felipe había visitado al Señor por asuntos personales en su estudio cuando su hermana había ido a dormir.

―¿Es hora de irse?

―preguntó Lady Carolina sin querer perderse el comienzo de la obra.

―Espero a alguien, ¿por qué no te adelantas?

―dijo Felipe, mirando la entrada.

―Pensé que no te interesaba el teatro, Felipe.

¿A quién vas a llevar contigo?

―pregunto su hermana.

―Ya verás ―fueron las únicas palabras que dijo, y cuando la mujer apareció, los ojos de Alejandro se achicaron.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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