Imperio Valeriano - Capítulo 57
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo
57: Capítulo 57 – Ojos verdes (Parte 3) 57: Capítulo 57 – Ojos verdes (Parte 3) Editor: Nyoi-Bo Studio Catalina sintió que daba pasos nerviosos mientras bajaba las escaleras con cuidado.
El Señor Alejandro, Lady Carolina y el señor Traverse la esperaban de pie.
Cuando el señor Traverse llego a su puerta, él había venido a pedirle el favor de acompañarlo al teatro, ya que no conocía a nadie más a quien preguntarle en tan poco tiempo.
En un comienzo, Cati había rehusado, pero él la persuadió al decirle lo agradecido que estaría si ella iba.
Ella deseaba que Silvia y Elliot estuvieran aquí hoy, pero ellos habían ido al Imperio del Norte y volverían justo al día siguiente.
―Te ves encantadora ―la felicitóél con una sonrisa.
―Gracias ―murmuró Cati.
―Por el amor de dios, ¿invitaste a la sirvienta?
―se burló Lady Carolina con una carcajada―.
Como diría nuestro padre, tú no eres un Barton.
Tú… ―Nunca he tratado de serlo ―dijo él, y le dio una sonrisa fría que dio a entender que se callara de momento.
―Después de ti ―le dijo Felipe a Cati, mientras se abrían paso al siguiente carruaje.
Cuando llegaron al gran teatro, ambos hombres llevaron a las damas a distintos palcos.
El teatro estaba lleno como la última vez que Cati lo vio, y no pudo contener su alegría esperando a ver la obra.
Las elites que podían costearlos tenían los mejores asientos, es decir, los que estaban más cerca del escenario.
El Señor Alejandro y Lady Carolina se sentaron en el palco después de ellos, lo que significaba que tenían una mejor vista.
―Señor Traverse, ¿puedo preguntarle algo?
―Seguro.
―¿No son hermanos usted y Lady Carolina?
―preguntó Cati, y lo vio negar con la cabeza.
―Traverse es el nombre de sirvienta de mi madre.
Lady Carolina y yo somos medios hermanos.
Compartimos el mismo padre, pero tenemos madres distintas ―respondió, y la boca de ella hizo una expresión de “oh.” Con razón sus personalidades eran polos opuestos.
Además, parecía que no les tenía menos cariño a su hermana y a su padre.
Él tenía un aire de simpatía que hacía fácil hablarle.
Al comenzar la obra, el teatro se quedó en silencio y las luces se atenuaron hasta apagarse, y el lugar entero se llenó con música y las voces de los actores.
Entremedio de las escenas, Felipe o Cati intercambiaban palabras sobre la escena misma, discutiendo las posibilidades y porqués, haciendo que la obra sea más interesante.
Lady Carolina había intentado en vano llamar la atención del Señor, ya que el hombre tenía los ojos fijos en la pareja del palco del lado.
Ella se veía atrayente con su vestido negro que estaba usando para la ocasión.
Su cuello llevaba el collar que él le compro.
Su cabello recogido dejaba al descubierto su cuello, que era más que apetecible.
Ojos que trataban de capturar las escenas frente a ella y los labios pálidos que se movían a ratos para hablar.
A pesar de la oscuridad, Alejandro era perfectamente capaz de verlos hablando en las orejas del otro de vez cuando, mientras avanzaba la obra.
La cercana proximidad que compartían en ese momento, incluso dentro del palco espacioso, lo irritaba.
Después que terminara la obra y ellos volvieron a la mansión, Felipe ayudó a Cati a bajar del carruaje y no soltó su mano de inmediato.
Aún con la mano en la suya, él dijo: ―Gracias por tu maravillosa compañía, señorita Welcher.
Espero que volvamos a hacerlo en el futuro.
Diciendo eso, la besó en el revés de su mano, enrojeciendo la cara de Cati.
Alejandro, quien ya había llegado a la mansión antes, los miró sin expresión desde el balcón de su habitación, mientras el hombre coqueteaba con ella.
Aero, su gato, empujaba su pierna cuando entraban a la mansión, y él froto su cuello con su pierna mientras lo miraba.
Cuando Cati subía las escaleras, las luces se apagaron y un trueno se escuchó en el cielo.
Un fuerte viento sopló, apagando las velas más cercanas a la ventana abierta.
Con la repentina oscuridad, Cati se sostuvo del costado de la escalera.
Al continuar avanzando, escuchó al gato maullar de la nada y sintió un pelaje tocar su pierna.
Cuando trato de dar un paso percibió a Aero entorpeciendo su andar como si quisiera jugar.
Cada vez que quería poner su pie en el suelo, ella sentía al gato pasar por debajo.
―¡Aero, basta!
―murmuró en la oscuridad.
Finalmente, ella sintió la puerta en la pared, tras tambalearse de camino gracias al gato.
Cati entro a la habitación y la empujó para cerrarla.
Luego se dirigió a la cama.
Pero la distancia entre la puerta y la cama no parecía correcta.
Arrugó su frente, tratando de pensar qué hacer, pero antes de eso sintió a alguien empujarla, al menos, con la suficiente fuerza para hacerla caer en la cama.
Lista para gritar por ayuda, abrió su boca, asustada pero el intruso cubrió su boca con rapidez mientras se cernía sobre ella en la oscuridad.
―Shh ―la calló la voz―.
Entrar a mi cuarto a esta hora y tratar de gritar no es una buena idea.
Cuando escuchó la voz que habló en su oído, Cati se heló.
Esta no era su habitación, sino la de Alejandro.
―Y-yo… Cati abrió su boca cuando la soltó preparada para disculparse, pero él la callo de nuevo.
Los ojos de Cati ya se acostumbraron a la oscuridad y ella podía ver la silueta de Alejandro sobre ella, que aún no se movía.
En vez de ello, agachó su cabeza cerca de ella y los ojos de ella se sobresaltaron.
―S-Señor Ale… Sintió el dedo del Señor en sus labios.
―Parecías muy parlanchina hoy.
Déjame silenciar tu boca ―susurróél, cambiando su dedo por sus labios.
Ella sintió el calor de sus labios transferirse a los ligeramente helados de ella mientras la besaba.
Sus caninos rozaron su labio inferior mientras la mano de él agarraba las manos de ella que estaban en su pecho y las empujó a la cama.
―Mmm ―gimió, cuando él pinchó su boca lo suficiente para sacar un poco de sangre, causando escozor.
En contraste, su lengua recorrió la herida con ternura.
Su corazón comenzó a latir con intensidad en su pecho mientras la besaba.
Él se apartó un momento a mirarla con ojos apasionados, recorriendo lentamente con su pulgar el labio cortado.
Justo cuando ella pensó que eso era todo, Alejandro la sorprendió, empujando su pulgar dentro de su boca para abrirla.
Volvió a agachar la cabeza para besarla nuevamente en la boca, deslizando su lengua dentro de la dulce boca de la mujer que yacía bajo él.
Catalina sintió la lengua de Alejandro en su boca, buscando la suya por un beso apasionado que hizo girar su cabeza en una nube de placer.
Cortó y chupó y cortó su labio otra vez.
Como si tocara un instrumento el sacaba gemidos de su boca.
Sintió su mano acariciar su cintura, subiendo por el costado, tocando la curva de su pecho hasta tocar su cuello y haciéndola estremecer.
Finalmente, él se apartó a ver a Cati acostada con las mejillas ruborizadas, con su aliento cortado jadeando por aire.
Sus ojos estaban cerrados aún, regocijándose en la sensación.
La idea de que otro hombre la tocara de la misma forma dibujó al instante una expresión de irritación en su cara.
No quería que eso sucediera.
Nadie.
Nadie la tocaría jamás de la misma manera que él lo hacía.
Su cuello estaba desnudo frente a él y al levantar su mano para tocar con su dedo la línea de su columna en su cuello, la sintió estremecerse.
A gusto con la reacción, ella notó como abría sus ojos para verlo.
Él sabía que Elliot lo regañaría si supiera lo que hizo, pero no sentía la menor culpa.
No cuando ella respondía a sus caricias de forma tan hermosa.
Le dio otra sonrisa amable mientras él acariciaba su mejilla.
La mariposa fue atrapada en la red de la araña.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com