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Imperio Valeriano - Capítulo 60

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60: Capítulo 60 – Medianoche (Parte 1) 60: Capítulo 60 – Medianoche (Parte 1) Editor: Nyoi-Bo Studio Una vez que salió de la habitación, Cati miró a la puerta antes de mirar a la mano que él había besado hace solo unos segundos.

Ella volvió a su habitación, un poco confundida con lo que pasó.

Hace dos días le hacía la ley del hielo y ahora él le hacía la pregunta que ella solo podía soñar.

“¿Quieres ser mía?” fue lo que él dijo antes de besar suavemente su mano.

¿Pero qué significaba ser suya?

¿Lo dijo en serio o la estaba provocando?

Ella mordió su labio pensando en ello; pero al mismo tiempo, ella no había notado que sangraba de la rodilla hasta que él la llevo a su habitación a curarla.

A él le importaba, de eso estaba segura, porque ningún Señor cuidaría de su sirvienta cuando estaba en la mitad del trabajo.

Esto la hizo sonreír.

Cuando vio el reloj, sus ojos sí que agrandaron como platos.

El tiempo pasaba volando mientras ella estaba en el país de los sueños.

Ella normalmente solía terminar su trabajo en la mansión a mediodía los viernes, para poder visitar la tumba de sus padres y aprovechar el tiempo sola.

Por suerte, su cumpleaños había caído un viernes.

Se cambió de ropa y dejó la mansión de camino al cementerio en un instante.

Cuando llegó a las tumbas, se arrodilló en el suelo antes de sentarse sobre sus talones.

Cada cumpleaños hasta hora había consistido en maravillosos recuerdos con su familia.

Su tía, tío y primo Rafa y otros pocos en la aldea.

Era extraño ahora.

Un año atrás ella no habría imaginado que no estarían aquí para celebrar su cumpleaños o cualquier día festivo.

Ella sabía que no debía culpar a Dios, pero a veces ella sentía que Él había sido cruel con ella, al llevarse a todos quienes amaba.

Y en lo profundo, temía aceptar lo que el Señor Alejandro le había dicho.

Ella quería estar junto a él, pero al mismo tiempo estaba preocupada.

Eso era un conflicto eterno en su cabeza.

Tras sacudir la cabeza, ella mostró una sonrisa.

Cuando era joven, su tía a menudo decía que sus padres estaban observándola desde el cielo cuando visitaron las tumbas.

Y si la vieran ahora, ella no querría preocuparlos.

Colocó los lirios silvestres blancos y amarillos en las tumbas y se adelantó a visitar la tumba de su tía y tío.

Después de colocar las flores en la tumba de sus parientes, ella se dio cuenta que había traído más flores de las que había planeado.

En el cementerio había otras dos familias de visita además de ella.

Cuando se iba del cementerio, ella encontró otra tumba cubierta en barro, como si la no hubieran limpiado en años.

Con tantos cuerpos enterrados, la mayoría ya no tenían familias que los visitaran.

Las otras tumbas a su alrededor estaban en mejores condiciones.

Al acercarse, notó que el barro cubría el nombre de la persona que estaba enterrada.

Cuando sacó su pañuelo y removió las ramas secas y el polco, ella pudo ver el nombre “Malfo Crook”.

Lo extraño era que no había ningún epitafio en la tumba.

Nada excepto su nombre.

Ella había pensado en llevar el resto de las flores a su habitación, pero ahora parecía que tenían un mejor lugar y propósito.

Dejó las flores sobre la tumba sucia y abandonó el cementerio.

Cati miró el reloj de bolsillo que Dorothy le había prestado y vio que todavía tenía mucho tiempo.

Entonces decidió hacer una pequeña visita a la ciudad.

Después de alcanzar el carruaje que casi se le fue, ella llegó a la ciudad e hizo una parada rápida en la pastelería.

Tomó los dulces en sus manos y caminó por los estrechos pasillos y encontró a los pequeños sentados en una alfombra gastada y tosca compartiendo un pan de molde.

―¡Señorita Catalina!

―gritó Samuel cuando la vio.

―¿Cómo has estado Samuel?

Veo que Fanny esta mejor ―dijo con una sonrisa en la cara.

―Es todo gracias a ti ―dijo, y su hermana se lo agradeció inclinando la cabeza.

―Aquí, esto es para ambos ―dijo Cati, pasándole la bolsa.

Los niños se miraron entre ellos, una mitad queriendo recibirla y la otra mitad queriendo devolvérsela.

Cundo ella vio sus expresiones ella se rio.

―Compré esto para ustedes.

Sería de mala educación si no lo aceptan ―dijo con una voz severa y una vez que tomaron la bolsa, ella volvió a sonreír.

Mientras comían los dulces, vio a Samuel hacer un gesto de dolor de vez en cuando.

Tenía una herida en su frente y ella no lo había notado antes.

Las calles y callejones como estas no eran seguras para niños tan jóvenes.

Aunque el área era parte de la ciudad, era oscura, y los ladrones, mentes enfermas y la pobreza residían.

Se preguntó si el chico se había metido en una pelea con alguien.

―¿Qué te paso en la frente?

―preguntó y vio al chico tocársela.

―¿Esta?

El anciano del otro lado de la calle me sacó de su tienda antes que pudiera robar su oveja ―contestóél, rascándose la cabeza.

Al ver suspirar a la señorita dijo rápidamente―: Habíamos ido a trabajar allí, pero él encerró a Fanny en una habitación mientras yo barría afuera.

Gracias a la ayuda de algunos clientes Fanny pudo salir.

La verdad era que no era un lugar seguro, pero ¿dónde podían ir?

Después de pensarlo mucho, ella decidió llevarlos con el Señor Alejandro.

Él le ofreció quedarse en la mansión, y quizás los dejaría quedarse si a cambio trabajaban para él.

Con esa idea los llevo a la mansión.

Alejandro miro a los dos niños parados detrás de Cati.

Él estaba tomando su té cuando Martín tocó a su puerta, informándole que Cati quería hablar con él.

Pero él nunca hubiese adivinado que ella traería dos niños desconocidos con ella.

Él sabía que Cati no tenía otros primos además de Rafa, no el él supiera al menos, pero la forma en que los niños se aferraban de ella despertaba la posibilidad de que fueran de ella.

La idea le hizo achicar sus ojos y los niños se encogieron aún más detrás de la espalda de ella.

Cuando las mujeres eran casadas a temprana edad, ellas quedaban embarazadas en la flor de su vida.

Pero eso sería absurdo, pensó mientras los observaba.

Cati se puso de pie en frente del Señor Alejandro mientras él observaba a los niños en su estudio.

Él no había dicho una palabra cuando ella entró en la habitación y ella no sabía si hablar primero.

―Señor Alejandro, este es Samuel y su hermana Fanny.

Son huérfanos sin hogar ni familiares ―dijo, dando una pausa para ver que él solo le devolvía la mirada sin decir una apalabra―.

Me preguntaba si puedes permitirles trabajar aquí.

―¿Y por qué haría eso?

―preguntó sin pestañear.

―¿Porque eres un hombre generoso?

―preguntó de vuelta con cuidado, haciéndolo reír.

Solo ella pensaría de él de esa forma.

―Estoy seguro de que estas al tanto que tenemos suficientes criados y sirvientas en la mansión Lo vio reclinarse en su asiento.

―Por favor, Señor Alejandro.

Al decir esas palabras, llamó su atención.

―Está bien ―dijo después de unos segundos, iluminando los rostros tanto de Cati como del chico mientras que la niña seguía de pie en silencio mirándolos.

―¡Gracias, Señor Alejandro!

Tanto Cati como Samuel le agradecieron con alegría.

―Haré que Martín los lleve a sus habitaciones y pueden empezar a trabajar mañana ―dijo, y Cati asintió antes de salir con ellos de la habitación.

Más tarde esa noche, Alejandro seguía en su estudio cuando Martín llegó a darle su informe diario.

Una vez que el mayordomo dejo de hablar, Alejandro lo vio detenerse y preguntó: ―¿Qué sucede?

―Escuché decir a una de las sirvientas que hoy era el cumpleaños de la señorita Welcher ―le informo el mayordomo.

―Ya veo ―murmuró y despidió al anciano―.

Puedes retirarte Martín.

Cati había entrado en su habitación después que sus amigos celebraran sus cumpleaños, haciendo que soplara las velas de pudín que le hicieron.

Era una sorpresa que ella no se esperaba.

Y se unió al resto de los recuerdos de sus cumpleaños.

Ahora mismo ella no podía hacer otra cosa que atesorar esos recuerdos.

Ella apenas había notado los días que se acercaban a su cumpleaños y ahora apenas quedaban dos horas antes de que terminara.

Suspiró pensando en ello.

Mientras pensaba en eso, Cati escuchó que tocaban puerta, lo que le asustó.

Se levantó a abrir la puerta.

―¿Señor Alejandro?

―dijo Cati, sorprendida.

―¿Puedo pasar?

Preguntóél, inclinando su cabeza cuando entró después de que ella le abriera la puerta cuando ella abrió la puerta―.

Espero no ser inoportuno.

Ella negó con la cabeza y recibió una sonrisa de él.

En la tarde cuando fue a su estudio, estaba preocupada por los niños; pero ahora él estaba aquí, solo en la misma habitación que ella.

Ella sintió su presencia y estaba consciente del efecto que provocaba él en ella.

―Me da gusto escuchar eso.

Cati, si no estás cansada me gustaría invitarte al teatro esta noche.

―¿Ahora?

―preguntó, confundida―.

¿No está cerrado?

―Es un mundo de vampiros, querida.

La noche siempre es joven y permisiva con las criaturas de la noche.

Créeme, la noche tiene más que ofrecer que el día ―dijo con cierto brillo en sus ojos, antes de presentarle una caja blanca frente a ella―.

Esto es para ti.

Prepárate.

Volveré en un rato.

Y con eso, él dejo la habitación para que ella se cambiara.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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