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Imperio Valeriano - Capítulo 72

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72: Capítulo 72.

Ansioso – Parte 3 72: Capítulo 72.

Ansioso – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio ―P-pero no lo sé, yo… Alejandro puso un dedo en su boca y vio cómo se agitaba con cada segundo.

Él le dio un sorbo del vino pensando que le calmaría los nervios, pero aún no hacía efecto.

―Ni siquiera lo sabes ―dijo, atrayéndola hacia él―.Estoy contento de que no lo sepas.

No tienes nada de qué avergonzarte, Cati.

Tu inexperiencia lo hará bastante fácil para mí.

El borde de su boca se elevó con satisfacción.

―Te convertiré en la mujer que deseo ―dijo, y entonces la llevó a la cama.

Mientras bajaban a la cama, ella sintió sus labios forzando los suyos a abrirse, ysu lengua se deslizó dentro de su húmeda y ardiente boca, enredándose con la lengua de ella.

A medida que el Señor la besaba apasionadamente, ella sentía como él robaba su aliento y luego le daba vida otra vez con el suyo.

Las yemas de sus dedos tocaban las curvas de su cuerpo, empezando por su cuello, luego sus hombros y bajando por su cintura.

Ella suspiró cuando sintió que él tocaba la curva de su pecho, los movimientos de sus manos se hacían más lentos deliberadamente allí.

Los dedos de ella se enroscaban con sus caricias.

Él la besó en su quijada.

Un beso a la vez, él labesaba en la columna de su cuello.

Él mantenía sus labios en su piel por un tiempo, sin querer apresurar nada cuando ellos tenían toda la noche.

Cati sintió que éltiraba su cabello hacia atrás para poder besar su cuello y sus hombros.

Cuando ella sintió sus dientes rozar su piel, ella se puso rígida.

―Cálmate―ella lo escuchó susurrar a un costado de su cabeza―.

No beberé tu sangre esta noche.

Al oír esto, ella se relajó.

Con la punta de su lengua, élbajó desde donde se unía su cuello con el hombro.

Él la besó y chupó, haciendo que se avergonzara en sus brazos, gemidos escapando de su boca.

―Ale.

Gimió su nombre, apoyando la cabeza en su hombro, aferrándose a su camisa con firmeza.

Mordisqueando su piel con los dientes provocándola, él chupo y lamió su piel suave.

Él besó la parte posterior de su oreja, acariciándola con su nariz.

Alejandro se apartó para sacarse la camisa y tirarla al piso.

Cati estaba fascinada con la proximidad de su cuerpo medio desnudo.

Cuando él la tomó de las manos y las coloco en su pecho ella se sonrojó apasionadamente.

―No tienes que avergonzarte.

Ven aquí―dijo, ofreciéndole su mano y ella la tomó.

Él la besó una vez más, esta vez las manos de ella en su pecho.

Su cabeza se volvía más vaga mientras continuaban besándose.

En ello, Alejandro desabrochó los botones de su vestido con sus manos diestras.

―Levanta tus brazos ―le ordenó, y ella lo hizo obedientemente.

Él sacó de un tirón su vestido.

Cuando ella sintió el aire fresco en su pecho,ella se apartó hacia atrás por reflejo, escondiéndose de él.

Su espalda estaba frente a él ahora y sentía su corazón palpitar con fuerza.

Ella sintió como él la llenaba de besos en el cuello, dándole cosquillas, y cuando se giró a encontrar su mirada, sintió su brazo rodear su cintura y atraerla hacía a él antes bajar la cabeza y besarla.

Sus dedos tocaron su estómago, provocando extrañas sensaciones que ella no había sentido antes.

―Déjame verte, Cati ―murmuró dentro su oreja de forma seductora, y a ella le pareció que los ojos de él se oscurecían de deseo.

Él la besó de nuevo, empujando sobre el colchón mientras se movía sobre ella.

Ella trató de cubrir sus pechos con las manos, sus mejillas ruborizadas por la vergüenza.

Los ojos de cierva que lo observaban solo hacían que él la deseara aún más.

Él sintió su hombría palpitar ante la vista presentada frente suyo.

Su instinto natural pedía romper su ropa y poseerla allí y ahora, pero esta era diferente.

Ella era preciada para él.

Él quería unirse con ella y de esa forma evitar que dejara jamás la mansión.

O a él.

El esfuerzo de ella por cubrir su cuerpo no hacía nada más que excitarlo.

El poco autocontrol que él tenía se escapaba de sus manos.

A pesar de que la ropa interior de ella cubría la parte baja de su cuerpo, la parte superior estaba completamente expuesta a los ojos de Alejandro.

Él la besó nuevamente y esta vez empujó su lengua dentro de su boca, besándola a su propio ritmo y que ella trataba de alcanzar.

Él tomó sus manos y las sostuvo contra la cama con una sola mano mientras continuaba besándola.

―¡Espera!

―Niña tonta, entre más te escondes, más deseo verte ―respondióala protestade ella por su desnudez.

Él tocó la curva de su pecho mientras bajaba la cabeza para tomar uno de los pezones en su boca, recibiendo un gemido de Cati.

Con su mano libre, élsostuvo el otro pecho que encajaba perfectamente en su palma.

Ella gimió cuando su lengua giró alrededor del botón oscurecido antes de empezar a chupar y morder delicadamente.

Él mordía lo suficiente para que ella sintiera la punzada y entonces la aliviaba con su lengua húmeda.

Los sentidos de Cati se mezclaban con lo que Alejandro estaba haciendo con sus manos y la boca.

En algún momento, Alejandro soltó sus manos y ella se aferró a las sabanas de la cama mientrasla boca inmoral de él bajaba por su estómago.

Él levanto la vista para ver su labor.

El cabello de ella estaba desordenado adorablemente, el revés de su mano sobre su boca mientras controlaba su aliento irregular.

Cuando él toco su pierna, él escuchó un “Detente”.

―¡Ale, espera!

¡Detente!

―le rogó, y eso le molestó.

De mala gana soltó su pierna.

―¿Qué sucede?

― Yo…este, ¿estás seguro?

―preguntó, y él inclinó la cabeza preguntándose de qué estaba hablando―.

¿Estás seguro de que me deseas?

―preguntó, sumisa.

Ella recordó cuando Alejandro la había rechazado, cuando ella se inclinó para darle un beso.

Ella no quería que Alejandro lo hiciera si él pensaba de ella como si fuera una niña que necesitaba aprender una lección, después de lo que ocurrió hoy.

Ella quería que él la viera como a una mujer.

Él tomó la mano de ella y la colocó sobre el bulto de sus pantalones.

Él vio la expresión de sorpresa en el rostro de Cati.

―¿Lo comprendes?

Esto es lo que me haces, así que no dudes de ti ―dijo, levantando la pierna de ella para poder besar sus delicados tobillos, ―Tienes un bello cuerpo.

Es mi privilegio ser tu primera vez.

Un cuerpo que cualquier hombre adoraría, pero no hablemos de otros hombres esta noche.

Ten presente que yo seré el único que haga estas cosas a ti ―decía entre cada beso―.

Estoy siendo indulgente esta noche, pero no esperes lo mismo la próxima vez ―dijo, sin romper contacto visual con ella.

Luego de besar los bordes de su ropa interior, él dejó que su dedo buscara el punto húmedo que se había formado en el algodón.

La tocó con suavidad, dejando que su mano desapareciera bajo la tela.

Los dedos de los pies de ella se juntaban mientras la tocaba cuando él rozaba con su dedo su clítoris.

Su respiración se volvía más caliente.

Al ver como sus ojos se deslumbraban, él quitó el resto de la ropa que la cubría y la tiró al suelo.

Abrió sus piernas y se agachó a ver los pliegues húmedos y rosados del sexo de la mujer.

Ella estaba húmeda por él.

Un poco más y ella estaría lista, pensó.

Bajando la cabeza, él lamió la hendidura de los labios e introdujo su lengua.

Cati soltó un gemido de placer mientras él continuaba sus caricias hacia su clítoris.

Entre más profundo iba su lengua, más fuerte eran sus gemidos.

Ella mordió su labio para evitar soltar más ruidos extraños de su boca.

Sintió como Alejandro soltóel labio inferior de su boca.

―Te harás daño.

No contengas tus gemidos.

No hay nada más placentero que escucharte gritar por mí en la cama ―dijo, dibujando con su dedo una línea que empezaba desde su cuello, bajando por el valle entre sus pechos y deslizándose dentro de su sexo palpitante.

Él hundió un dedo y ella gritó, tratando de acostumbrarse a la nueva intrusión.

Ella estaba apretada, pensóél.

Conteniéndose, él le dio todo el tiempo que necesitara para acostumbrarse al sentimiento.

Un dedo aumento a dos, y luego a tres.

―¿Confías en mí?

―preguntóél, serio, y ella asintió.

―Más que a nadie.

Al escuchar esto, los ojos de él se ablandaron.

―No te mentiré diciendo que no dolerá, pero prometo que esta será la única vez que lo hará―dijo, desabrochándose los pantalones y liberando su hombría.

Cati trago saliva.

El Señor Alejandro era bien dotado allí abajo.

Era grueso y largo y sería mentira si ella dijera que eso no la asustó.

Tras abrir sus piernas, él se ubicó en su centro y empujó lentamente mientras ella gritaba de dolor.

Cati pensó en un comienzo soportarlo, pero era demasiado y sentía como lagrimas caían de su cara.

Alejandro le susurró palabras para animarla, besando sus labios y dejando que arañara su espalda por el dolor inevitable.

Cuando estuvo dentro por completo, él dejo que ella se acostumbrara a su tamaño antes de comenzar a moverse lentamente.

Cati sintió como el dolor se entumecía mientras Alejandro comenzaba a moverse dentro de ella, remplazándolo por un placer nuevo.

Era un dolor dulce.

Con cada embestida que aumentaba en ritmo, ella se abrazaba a su espalda, aferrándose por su vida.

Ella gemía su nombre mientras él la poseía hasta que ella se deshizo en sus brazos.

Y después de unos minutos, Alejandro dio rienda suelta sus pasiones haciendo que ella llegara al orgasmo por segunda vez.

Cati jadeaba por aire, aun flotando en el país de las maravillas.

―Tengo sueño ―le escuchó decir el Señor cuando él laacercó hacia su pecho.

Sus ojos a punto de cerrarse.

―Duerme, querida ―dijo, tirando de las sabanas para cubrir a ambos.

Cuando empujó su cabello hacia atrás, él alcanzó a ver la herida que aun sanaba.

Recordando lo que dijo la sirvienta sobre enviar a Cati lejos de la mansión, él se riosiniestramente de ello.

Ahora que él habíaprobado el gusto de ella, no la dejaría marcharse.

Aunque ella quisiera.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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