Imperio Valeriano - Capítulo 74
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo
74: Capítulo 74.
Marionetas del Imperio – Parte 2 74: Capítulo 74.
Marionetas del Imperio – Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio Como de costumbre, ella hizo una parada cerca de los establos para darle comida al lobo y notó que Malfo acariciaba un caballo.
Se abrió paso para saludarlo.
―Ella es nueva en el establo ―dijo Cati, ubicándose a su lado.
―Con razón está asustada ―dijo Malfo, tocando la cabellera blanca del caballo―.
Tuve un caballo propio, ella era una belleza.
Fuerte ―le escuchó decir con nostalgia, perdido en sus pensamientos.
―Escuché de Dorothy que alguien muy guapo estaba trabajando en los establos hoy ―dijo, haciéndolo sonreír a él.
―Yo soy guapo ―dijo él, provocando que Cati riera antes de preguntarle―.
¿Cómo has estado?
Fue estúpido de tu parte salir con esa mujer.
Me alegro que el Señor Alejandro llegara a tiempo ―dijo con una expresión seria antes de darle un golpecito con el dedo en la frente.
―¡Ouch!
Eso duele ―dijo, frotándose la frente―.
Dime, ¿Cómo es vivir como un humano otra vez?
―Me siento sorprendentemente vivo.
Siento el calor sobre mi piel otra vez.
―murmuró antes de sonreírle, sus ojos grises brillando al observarla.
―¿Qué?
―dijo levantando las cejas.
―Nada.
Solo que te ves un poco diferente ―dijo, encogiéndose de hombros y dándole un guiño antes de desaparecer detrás del heno.
Al llegar la tarde, Catalina junto con el Señor Alejandro, Elliot y Silvia se sentaron en el carruaje de camino a donde el Concejo organizaba el evento.
Cati miro a Elliot y Alejandro estaban sentados en diagonal del otro.
Elliot lanzaba miradas como si fueran dagas a Alejandro, quien no parecía prestarle atención mientras miraba afuera por la ventana.
Silvia tenía una expresión de confusión reflejada en su frente y Cati se sentía incomoda.
Cuando Silvia estaba ayudando a Cati con los vestidos para ver cuál le quedaba mejor para el evento, que tendría la presencia de la clase más alta de la sociedad, una mirada de sorpresa cruzó su cara.
Alejandro había chupado tantas veces la piel de su hombro que le había hecho moretones.
Silvia no preguntó por ello y siguió mostrándole los vestidos y haciendo que Cati los vistiera.
Elliot que iba pasando, entró a la habitación y sus ojos se enfocaron en la marca que se había formado en su hombro antes de cerrar la puerta.
Ni Cati ni Silvia sabían que había pasado pero Elliot no hacía otra cosa que mirar furioso a Alejandro.
―Mirándome de esa forma no va a deshacer lo que paso, Elliot ―ella escuchó decir a Alejandro, su mirada pasaba de ver al paisaje a mirar a Elliot.
―Espero que ardas en el infierno antes de ser devorado por hormigas rojas por haberla mancillado.
¡Ella aún es una niña!
―dijo Elliot haciendo que Silvia suspirara a su lado.
―No soy una niña ―protestó Cati.
―Si no lo has notado Catalina es una mujer adulta y ella sabe lo que es bueno y malo para ella ―dijo Alejandro con firmeza.
―Claro que sí, perro travieso.
Tú dijiste que… ―Cálmate ―interrumpió Silvia antes de que Elliot hiciera enterrar una estaca hacia él o al pecho de su Señor―.
Cati es una mujer adulta.
Si no es ahora, ella encontrara un hombre en el futuro.
¿Acaso prefieres que otra persona tome a Cati?
Deja de comportarte con una mamá gallina.
―Bah ―respondió Elliot, girando su cabeza a la ventana.
Silvia tenía razón, pero Alejandro había puesto sus sucias garras sobre la pequeña y dulce Cati.
Un día que él no estaba en la mansión y el hombre la había llevado a su cama.
Sabía que sucedería en algún momento pero no tan pronto.
Al contrario de Alejandro quien no se había molestado en verla crecer con los años que pasaron cuando la enviaron con sus parientes, Elliot la visitaba seguido en los primeros años para asegurarse que ella estaba bien.
Él no estaba seguro que estaba pensando el Señor al llevarla al evento del Concejo.
Si alguien se daba cuenta del interés de Alejandra por cualquier mujer, sería visto como una ventaja para la gente que quería acabar con él.
Por lo que Elliot insistió en ser el acompañante de Cati, a lo que Alejandro estuvo de acuerdo después de pensarlo mucho.
Al llegar a la reunión, Cati salió del carruaje cuando Elliot le dio su mano.
Ella notó que Elliot estaba de mejor humor ahora.
Alejandro había hablado con Elliot para decirle que debía recoger un paquete de alguien que atendería el evento hoy.
Alejandro camino con Silvia al frente y ellos un poco más atrás.
Ahora que veía a Alejandro frente a ella hablando con Silvia mientras entraban, era difícil creer lo que había pasado en la noche.
Su cabello oscuro despeinado ahora estaba pulcramente peinado hacia atrás, como tantas veces ella lo había visto cuando él salía a fiestas.
Sus ojos rojos y oscuros eran prominentes, dejando en claro a todos quién era él.
Era una mansión enorme como en la que ella vivía pero el interior era distinto.
Ella lo encontraba un poco oscuro y raro.
Cati se preguntó si la mansión era oscura por los vampiros que asistieron o simplemente la construyeron así.
Elliot le pidió que se quedara cerca y que no deambulara por allí, ya que el lugar no era seguro a pesar de que el Concejo organizaba el evento.
―Buenas tardes, señor Wells.
¿Acaba de llegar?
―le preguntó a él una mujer en sus treinta, cuando apenas llevaban dos minutos desde que entraron.
―Buenas tardes a usted, señora Jackson.
Así es.
Se ve encantadora ―la alabó y la mujer sacudió su mano, pero recibió los cumplidos de todas formas.
―Eres muy educado ―dijo riendo, haciendo que Cati levantara sus cejas levemente antes de reponer la compostura―.
Te veré pronto entonces ―dijo la mujer cuando se fue a saludar a otros invitados.
Mientras pasaba el tiempo, Cati descubrió que la mayoría de la gente presente era pretensiosa.
Hombres y mujeres los saludaban, menospreciándolos a ambos o solo a ella, pero Elliot respondía con seguridad con su rápido ingenio y comentarios sarcásticos.
Había algunas mujeres hermosas que coqueteaban con Elliot a pesar de que ella estaba a su lado, no qué le importara.
Desde lejos vio a Alejandro y Silvia de pie, hablando con un hombre anciano y otras personas.
―Buenas tardes, Cati ―escuchó decir detrás de ella mientras Elliot hablaba con otras tres mujeres.
Cuando se giró, ella sonrió, ―Señor Nicolás, ¿Cómo ha estado?
―preguntó, recibiendo una tierna sonrisa de su boca.
―Ahora que te he visto, me va mucho mejor, ―respondió, y vio que los ojos de ella se agrandaban y él rio―.
No has cambiado nada desde la última vez que nos vimos.
El señor Nicolás era diferente cuando se trataba de apariencia y por la forma en que hablaba.
Él le hablaba sin honoríficos y eso la calmaba.
―¿Dónde está el Señor Alejandro?
―preguntó, siguiendo la línea de la mirada de ella antes de volver a sus ojos nuevamente.
―Señor Nicolás ―dijo Elliot, inclinando la cabeza y el Señor Nicolás hizo lo mismo.
―Te veré después ―le dijo a Cati antes de dirigirse donde estaba el Señor Alejandro.
―Siento que estorbo tu noche ―dijo, después de un rato y Elliot negó con la cabeza.
―No te preocupes por ello ―respondió.
―Por cierto, quién es el hombre anciano de allí―preguntó, mirando a Alejandro hablando con él.
―Ese es Rubén Turner, el director del Concejo.
Él es quien toma decisiones después de las reuniones del Concejo.
Lo que sé de él, es que es bastante correcto y difícil de persuadir ―respondió Elliot a su pregunta―.
Pero se dice que es más astuto de lo que aparenta.
―Elliot, ¿pueden todos los vampiros escuchar desde lejos?
―preguntó curiosa.
―Claro que no.
Apenas hay unos pocos que tienen esa habilidad.
En este salón solo el Señor Alejandro y el Señor Nicolás la tienen.
No estoy seguro sobre Lady Muriel.
Ella trabaja en el Imperio del Norte.
El resto bien podrían ser sordos, no literalmente claro ―le explicó.
―Cati, debo ir a otro lado.
¿Estarás bien?
―le preguntó.
―Sí―respondió.
―Volveré pronto ―prometió antes de salir del salón.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com