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Imperio Valeriano - Capítulo 77

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77: Capítulo 77.

Marionetas del Imperio – Parte 5 77: Capítulo 77.

Marionetas del Imperio – Parte 5 Editor: Nyoi-Bo Studio Cati tenía una expresión de sorpresa, al ver la figura del hombre retirarse hacia multitud que esperaba su carruaje.

Ella estaba segura de que fue testigo del beso del Señor Alejandro y aun así estaba aquí cortejándola.

Algo no cuadraba, y como ella había dicho, estaba cansada.

Mantener una sonrisa toda una tarde y en una postura recta para encajar con el ambiente, la había agotado.

Cuando colocó su mano en la boca, ella dio un bostezo que saco unas cuantas lágrimas de sus ojos.

―¿Qué tan seguido el Concejo hace reuniones como esta?

―preguntó Cati a Silvia.

―Cuatro veces al año cada trimestre regularmente.

El director tiene la impresión de que todo funciona sin problema ―dijo Silvia, frotándose las manos debido a la brisa helada de la noche.

―Y no es así―dijo Cati, haciendo que la mujer asintiera.

―Así es.

Parece más que el anciano hace la vista gorda porque la situación es mucho más desagradable de lo que parece.

Esa es la razón por la que los Señores toman los asuntos en sus propias manos.

Entonces cambio el tema y preguntó: —¿Te sientes mejor ahora?

―Sí.

¿Por qué preguntas?

―Puede que no te hayas dado cuenta, pero la forma en que caminabas era un poco rara cuando entraste a mi habitación en la tarde ―dijo Silvia y se rio, haciendo que la cara de Cati se volviera rosada hasta las orejas―.

Qué niña más inocente ―dijo, acariciándole la espalda.

―… Cuando volvieron a la mansión más tarde en la noche, Cati se adelantó a desearles buenas noches a todos mientras Alejandro y Elliot se dirigían al estudio.

Ella se sacó el vestido que había pedido prestado de Silvia y lo colocó encima de la cama antes de ir de puntillas al baño.

Ella tenía la fortuna de tener agua caliente en su baño mientras que las otras sirvientas fueron privilegiadas solo con agua fría.

Después de abrir la llave del agua en la bañera, ella se paró frente al espejo.

Ella tocó la marca en su hombro donde la piel había perdido el color.

El vestido de gala había cubierto la marca, pero ahora que vestía solo su ropa interior, sobresalía en su piel pálida.

¿En verdad caminaba raro?

Pero entonces no era su culpa o quizás sí.

Acomodar al Señor Alejandro dentro de ella no fue fácil.

Al comienzo, ella sintió que su vientre se desgarraría mientras él la penetraba.

Ella había llorado debido al ardor y el dolor que le había causado, pero el hombre había sido dulce.

Los pensamientos de la noche anterior hicieron que lo recordara a él, y sus piernas se apretaron juntas por instinto.

Cuando volvió a mirar al espejo, ella sintió que su corazón se le iba a salir por la garganta, al ver al Señor Alejandro justo detrás de ella.

―Señor Alejandro ―chilló, girándose, solo para que él la presionara contra la pared, dándole escalofríos.

―¿Necesitabas algo?

―preguntó Cati nerviosa, y vio una sonrisa traviesa dibujarse en su boca.

―Necesito muchas cosas, pero no creo que puedas proveerlas.

Al menos no ahora ―dijo, y ella vio el júbilo brillando en sus ojos mientras hablaba, sonrojándola.

―Si no necesita nada importante, ¿podría marcharse?

Iba a tomar un baño ―dijo, recobrando la compostura con cara seria.

―Eso puedo verlo ―dijo, y miró la ropa que llevaba puesta, toda de blanco.

La camisola era una tela delicada hecha de hilos que se entrelazaban, formando una especie de red.

Pensar que ella llevaba algo tan revelador dentro de tamaño vestido.

Ella parecía nada menos que una seductora en ese momento, cubriéndose obstinadamente con las manos.

Él la observo sin decir una palabra y ella se dio cuenta que él inclinaba su cabeza hacia su cara, antes de colocar un beso en sus labios.

Se apartó por un mero segundo antes de volver a besarla, esta vez con más fuerza mientras sus dientes rozaban su labio inferior.

Las manos que estaban rodeándola ahora sostenían su cintura.

Él deslizó su luenga dentro de su boca, besándola despiadadamente y la escuchó gemir, aunque la mano de ella trataba de empujar el pecho de él.

Ella se estremeció en sus brazos cuando las manos de él bajaron y agarraron su trasero,empujándola firmemente contra él.

Cati se encontró tomando aliento cuando el Señor se apartó para tocar su labio inferior con su pulgar.

Cuando ella sintió la nube de placer dispersarse de su cabeza y recobrar sus sentidos, ella se giró a tomar una toalla que yacía en la esquina del baño, pero el Señor no la iba a complacer.

Él volvió a aprisionarla en sus brazos.

―Sabes muy dulce en mis labios.

Como una droga adictiva y que no logró dejar de pensar―dijo, y se inclinó para susurrar en sus labios―.

Respira, querida.

No querríamos que murieras ahora por falta de oxígeno, ¿no?

Ella no se había dado cuenta que había dejado de respirar.

Cati no encontraba justa la forma de hablar de Alejandro.

Él la persuadía física y mentalmente con su cuerpo o sus palabras, y era muy difícil rehusarse.

Justo cuando él la había excitado lo suficiente, él se apartaba dejando su cuerpo con tensión sexual.

―Vine a decirte que tu primo Rafa estará aquí pasado mañana con Oliver.

―dijo, apartándose de ella.

Cati tomó la toalla de la otra esquina y se envolvió en ella.

―Ya veo.

Cati apenas podía evitar contar las horas para verlo.

Tras ello, Alejandro dejó el cuarto de baño.

Cuando escucho que la habitación de ella se cerró, ella salió y cerró la puerta con llave antes de volver a tomar su baño.

Una vez que estaba completamente vestida, ella fue a cerrar la ventana cuando vio a alguien sentado en el jardín.

Al mirar de cerca, ella vio que era Malfo con un libro en su mano.

Lista para llamar su nombre, ella abrió la boca, pero la cerró.

Gritar a esta hora de la noche no sonaba correcto y entonces buscó en la habitación algo que pudiera lanzarle.

Sin encontrar nada adecuado, ella lanzó su peine,golpeándolo justo en medio de su cara, y ella hizo un gesto de dolor.

―Ouch ―susurró cuando Malfo la miró.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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