Imperio Valeriano - Capítulo 78
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78: Capítulo 78.
Marionetas del Imperio – Parte 6 78: Capítulo 78.
Marionetas del Imperio – Parte 6 Editor: Nyoi-Bo Studio Sin pasar un segundo, ella lo encontró en su ventana aun sobándose la nariz.
―¿Qué haces tirando cosas por la ventana?
―le preguntó.
El Señor había salido y él se preguntaba si la mujer había escogido un pasatiempo nuevo.
―Lo lamento.
No esperaba tener tan buena puntería.
Solo quería llamarte.
―se disculpó, y él sacudió su mano.
―¿Cómo estuvo su día, señorita?
Escuche que fuiste a una reunión del Concejo ―dijo Malfo, saltando al piso y caminó hasta la cesta de la fruta―.
¿Disfrutaste la tarde?
Con el tiempo, Cati y Malfo se habían vuelto amigos.
Como a muchos otros, ella confiaba en él.
Su relación era distinta comparada con la que tenía con los otros empleados.
Era como si él la conociera que, en verdad, era en mayor parte porque ella era quién hablaba más.
―No diría que la disfrute, pero sí fue ajetreada ―respondió, haciendo que inclinara la cabeza a un costado.
―¿Cómo eso?
―Había muy buena comida, pero no pude comerla porque algunas personas seguían observándome ―dijo malhumorada, haciendo que él riera.
―¿Por qué?
¿Qué fue lo que hiciste?
―Yo no hice nada.
El Señor Alejandro me besó en frente de todos antes de cenar ―dijo, mientras Malfo sacaba otro mordisco de la manzana.
No fue un beso normal, un beso en el cuello era un beso íntimo.
―¿Acaso eso no es bueno?
―preguntó lamiéndose los dedos del jugo de manzana que se filtró―.
No te preocupes por ello, señorita.
De esta forma todos saben que deben alejarse de ustedes―dijo.
Pero sí la ponía en peligro.
¿En qué estaba pensando su Señor?
Es posible que alguien haya tratado de llamar la atención de la chica, y los hombres siendo hombres tenían una tendencia de marcar su territorio.
Cierto era que él hombre tenía los ojos puestos en ella, pero Malfo dudaba que el Señor Alejandro lo hiciera solo para declarar que era suya.
Con el poco tiempo que había conocido al Señor Alejandro, él sabía que el hombre tramaba algo.
―Conocí a Silas, el hermano menor del Señor Nicolás y del Señor Norman.
―dijo, haciendo que Malfo la mirara―.
El director del Concejo hizo un largo agradecimiento a todos los Señores y así terminó el día.
―Parece una rutina del Concejo.
Ellos nunca cambian ―dijo, terminando de comer la manzana en su mano.
―¿Has ido al Concejo, Malfi?
―preguntó Cati tomando el libro que él había colocado en la mesa.
―Un plebeyo como yo no lo sabría, señorita ―dijo, tratando de tomar algo con los dientes.
Él tomó la cantimplora y bebió agua de ella.
Cuando Cati vio la cubierta del libro, ella sintió que su interés se animaba.
La cubierta decía “Signos de Luna”.
―¿Cómo conseguiste este libro?
Pensaba qué esto libros estaban prohibidos.
―preguntó confundida.
―Están prohibidos.
Ser un humano y un fantasma tiene sus beneficios.
Lo robe de alguien ―dijo con una sonrisa―.
El hombre mintió cuando dijo que no lo tenía.
Hago que cumpla su palabra.
Ahora sí es cierto que no lo tiene.
―¿Entonces que eres tú?
―preguntó Cati como una niña, haciéndolo sonreír ante su emoción.
―Soy un oso ―respondió, y ella dio vuelta las paginas hasta que encontró el encabezado en negrita que decía “Oso”.
Él la vio leer en silencio.
Sus ojos moviéndose con interés por las líneas.
Hacía mucho tiempo que a alguien se interesó por conocerlo.
Malfo había escuchado de uno de los hombres que trabajaba en el establo cómo Catalina había terminado en la mansión cuando era pequeña.
Sus padres habían muerto el mismo día que él había muerto.
―Hay cosas muy lindas sobre el Oso ―le escuchó decir mientras cambiaba de página.
―Claro que sí.
Soy una persona linda ―resopló y ella le dio una mirada mordaz.
―Dice la persona que robo un libro.
¡Tú sí que duermes mucho!
―dijo, como si hubiese encontrado un tesoro en la página y antes de que pudiera seguir leyendo, él le quitó el libro de la mano ―.
¡Oye!
No había terminado de leer.
―Te lo prestaré una vez que yo termine de leerlo ―dijo, cerrando el libro.
Cati se metió a la cama y observo al fantasma mirando fuera de la ventana.
Ella a menudo se preguntaba qué estaba pensando cuando tenía esa mirada distante en los ojos.
―¿Malfi?
―Diga, señorita.
―No es curioso que nosotros vivamos en la misma aldea hace mucho tiempo.
―dijo, y él canturreó en respuesta―.
Tienes los caninos afilados.
¿Te convirtieron?
―Fui mordido por unos de la raza de lobos ―dijo, y ella asintió.
―Caviar fue mordido también.
¿Fue la gente tolerante?
Digo, era una villa humana ―preguntó ella.
―No lo sé.
Yo era una persona antisocial en ese entonces y era un lugar al que me había mudado ―respondió a su pregunta.
―¿Entonces no eras originario de la aldea?
―preguntó confundida y el soltó una carcajada.
―No recuerdo haberte dicho eso.
Yo viví allí por un año, pero no, respondiendo a tu pregunta, no nací allí.
―¿Por qué te mudaste?
―Deberían apodarte “cuestionario”―dijo, levantándose de la silla donde estuvo todo el tiempo―.
No encajaba en mi perfecta familia humana.
Me había convertido en un monstruo y por eso me fui.
Fin.
Parecía que él no quería hablar de eso, y Cati dejo de lado las preguntas por hoy.
Ella no había querido molestarlo.
Ella solo sentía curiosidad ya que Malfo no era del tipo que hablara de sí mismo.
―¿Sabías que los hombres también llegaron bajo los Signos de Luna?
―dijo, cambiando el tema.
―Pensé que era solo de las criaturas de la noche ―dijo, y el negó con la cabeza.
―Los Signos de Luna están basados en más que solo la fecha de nacimiento.
Las lunas llenas del ciclo lunar son tomadas en consideración.
Yo siendo un Oso lindo averigüe a cuál perteneces ―dijo, con un brillo en su ojo.
―¿Cuál soy yo?
―preguntóen voz baja, como si fuera un secreto.
―Eres una Mariposa, señorita.
Una bastante inusual ―dijo, y le deseó buenas noches, dejándola para que durmiera.
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