Imperio Valeriano - Capítulo 79
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79: Capítulo 79.
Relaciones de Sangre – Parte 1 79: Capítulo 79.
Relaciones de Sangre – Parte 1 Editor: Nyoi-Bo Studio Cuando comenzó el siguiente día, Cati continuaba mirando afuera cada vez que pasaba una ventana, mirando hacia el portón de la mansión para ver si su primo u Oliver habían llegado aún.
El Señor Alejandro había dicho que ellos llegarían hoy, pero no había mencionado a qué hora y ella apenas si podía esperar a ver a su primo.
¿Cuántos meses habían pasado desde la última que lo vio?
Él era la única familia que tenía.
Desde que había llegado a la mansión se había enfocado en el trabajo, pero cuando su mente estaba ociosa, ella pensaba sobre un montón de cosas.
Cosas relacionadas con su pasado, recuerdos de su familia y otras relacionadas sobre el Señor Alejandro.
Visitar sus tumbas y hablar con ellos era lo que ella hacía para alejar la soledad.
Aunque la gente de la mansión le había ofrecido su amabilidad, ella no era capaz de compartirla con ellos.
Una de las razones era que ella no quería agobiar a nadie a nadie con sus emociones.
Ella vio a Samuel desde la ventana, el chico seguía a Caviar.
Parecía que el chico les había agarrado el gusto a los caballos y a menudo lo encontraban cerca de los establos.
Ella estaba contenta de haberlo llevado a él y a su hermana a la mansión.
El mundo exterior no era seguro y dejarlos bajo la lluvia en el frío no parecía correcto.
Ella estaba agradecida que el Señor Alejandro había permitido que vivieran en la mansión.
Después de todo eran niños.
Ella lo fue una vez también.
A veces cuando ella hablaba con Elliot y Silvia, Elliot rememoraba recuerdos del tiempo cuando ella había estado en la mansión cuando tenía seis años.
Silvia se había reído cuando le mostró un libro que Elliot había guardado seguro con él, que había comprado para leérselo antes de acostarla.
Ellos habían proveído un techo para ella.
No una vez sino dos, y ella misma no podía decir cuán agradecida estaba hacia ellos.
Con los tiempos y el mundo en que ella vivía, ella había visto y escuchado cosas buenas al igual que malas.
El mundo en que ellos vivían era un lugar donde una niña de seis años no hubiese podido sobrevivir con decencia.
Lo que era transmitido a la gente estaba lejos de la realidad.
La mayoría de los hechos que tenían lugar en los cuatro Imperios eran escondidos o cubiertos por los oficiales.
Aunque algunos detalles se escapaban y se convertían en rumores para la gente común.
Dorothy y Matilda quienes pasaban cerca, vieron a Cati mirando afuera de la ventana perdida en su propio mundo.
―Mirar por la ventana no hará lleguen antes.
El carruaje llegara cuando tenga que hacerlo ―interrumpió Dorothy los pensamientos de Cati, haciendo que la joven se girara a verlas con una sonrisa.
―No creo que haya estado tan emocionada de ver a mi hermana después de dos años.
Nunca quise verla en verdad ―dijo Dorothy arrugando la nariz.
―Ella era una desgraciada y aún lo es ―comentó Matilda con tono desanimado y con una expresión amarga.
Cati levantó las cejas ante las palabras de Matilda.
Es cierto que la mujer no tenía filtro cuando se trataba de lo que pensaba y decía, pero ¿no era eso ofensivo?
Aunque ella tuvo a Rafa cuando creció, había ratos cuando ella deseaba tener un hermano y quizá ese era por qué ella y Anabella compartirán una relación de hermanas, aunque ellas no estuvieran relacionadas por sangre.
Al notar la sorpresa en la cara de Cati, Dorothy rio, diciendo ― Ella es una persona ingrata y una zorra que hizo cosas, que me avergüenza decir que ella es mi hermana.
Desearía haber tenido un hermano en su lugar.
―¿Estás segura de que llegan hoy?
―preguntó Matilda, y Cati asintió.
―Eso es lo que dijo el Señor Alejandro hace dos noches ―dijo Cati, recogiendo el trapo ubicado en la esquina―.
Oliver envió una letra a él diciendo que llegarían a Valeria hoy, así que ellos deben estar de camino ahora.
―Ah, tendremos una cara nueva con quien trabajar.
Tenemos un montón de sirvientes nuevos siendo agregados.
Ella había olvidado que había decidido dejar el Imperio cuando ella encontrara a su primo, y volver al Imperio del Sur.
Su vida había estado tan ocupada que la idea de dejar el Imperio se había ido de su cabeza.
―Sería de gran ayuda si ustedes las mujeres pudieran usar su tiempo para trabajar en vez de hacer conversación inútil.
Cuando escucharon la voz sombría y vieja del mayordomo, las tres mujeres se dieron vuelta a ver al hombre de pie, antes de que todas se separaran a continuar cualquier trabajo que estuvieran haciendo.
Mientras el día avanzaba, Catalina no podía dejar de pensar qué hacer una vez que Rafa estuviera aquí en Valeria.
Ella dudaba que él quisiera trabajar en la mansión como sirviente ya que era una persona de espíritu libre.
Cuando ellos vivieron en el Imperio del Sur, Rafa trabajó junto a su tío Desmond aserrando madera como torneros, quienes trabajaban para un importante familiar de sangre real del actual Señor.
Ella también dudaba que a él le gustaría verla trabajar en la mansión de por vida como sirvienta, ya que ellos no habían nacido esclavos ni en la pobreza.
Pero la pregunta más importante era, ¿Estaba lista para partir?
Cati se había encariñado con la gente, el lugar y cada pequeña cosa en los pocos meses de su estadía en el Imperio de Valeria.
Ella suspiró y fregó el corredor antes de volver a meter el trapeador dentro de la cubeta.
―Un paso a la vez, Cati, un paso a la vez ―murmuró, inhalando profundamente.
Cerca del mediodía, el Señor Alejandro había regresado a la mansión junto con el señor Tanner y Matías.
Últimamente, parecía que el miembro del Concejo venía de visita más a menudo.
El Señor Alejandro y él se encerraban en el estudio a discutir la presente situación política, que a veces contaba con la participación de Elliot.
Ella lo sabíaporque era ella a quien Martín había asignado para llevar los refrigerios.
Usualmente, ese era el trabajo del mayordomo, ya que las opiniones e ideas que tomaban lugar eran altamente confidenciales, pero el anciano debía confiar en ella para darle la tarea de entrar al estudio del Señor.
A pesar de que la vida de la servidumbre era mundana como un ciclo repetitivo, la vida de los funcionarios era estaba más ocupada que nunca.
Si no más que de costumbre.
Ella había intentado terminar la mayor parte de sus labores para quedar libre después, y ahora que pensaba en ello, ella no había visto a Malfo desde que despertó.
Él le había dicho que le prestaría el libro de “Signos de Luna” pero ahora estaba desaparecido.
Quizás el Señor Alejandro lo había enviado a hacer un recado otra vez.
Ella estaba subiendo las escaleras cuando vio al Señor Alejandro bajar en la dirección contraria.
―Señor Alejandro ―saludó con una sonrisa tímida, y vio que él ya llevaba una sonrisa en su bello rostro.
Había momentos en que ella lo llamaba “Ale” y luego recordaba que él era una persona importante, un Señor, y volvía a llamarlo “Señor Alejandro”.
Era en esos momentos de intimidad que ella lo llamaba por su nombre de pila.
Ella vio que algo llamó la atención de su mirada, y él levantó la mano para desempolvar el costado de su pelo.
―¿Dónde has estado limpiando para tener telarañas pegadas en tu pelo?
―dijo,sacudiendo sus dedos―.
Y yo que pensaba que la mansión era inmaculada en cada esquina.
―Algunas arañas son muy persistentes en convertir a los lugares oscuros, su hogar ―dijo, provocando un gesto peculiar en su boca.
―En verdad son persistentes ―dijo Alejandro, viendo el trapero en su mano.
Desde hace unos días, el Señor Alejandro había pensado de liberarla de su carga de trabajo como sirvienta en la mansión.
Después de todo, ella no era una sirvienta.
Pero si él hacia eso, no podía estar seguro que ella se quedaría en la mansión.
―¿No has escuchado el dicho “la araña teje su red con sus hilos, una y otra vez hasta que consigue su objetivo”?
Camina conmigo ―dijo, y ella dejó el trapero apoyado contra la pared antes de bajar las escaleras.
―No había escuchado esa versión pero teníamos un proverbio que decía “tratar y tratar hasta ganar”.
Los vampiros tienen sus propias versiones de creencias sobre la vida ―dijo Cati, secándose las palmas de sus manos en el vestido.
―No es tan distinto comparado con los humanos.
Los humanos y los vampiros son reflejos del otro porque ambos somos capaces de destrucción y renovación.
Hemos vivido por décadas imitando al otro ―le escuchó decir al Señor Alejandro cuando terminaron de bajar las escaleras.
El Señor Alejandro tenía razón, ellos eran capaces de traer paz y guerra.
Ella se preguntaba si la disputa con el Señor del Sur se había calmado.
―Por cierto Catalina… ―¿Diga?
―el cuerpo de Cati se puso en alerta al escuchar su nombre pila.La gente normalmente la llamaba por el nombre de “Cati”, y cuando la llamaban por su nombre completo, significaba que ella se había metido en problemas porque eso había observado cuando su tía la llamaba así.
―Espero que hayas aprendido tu lección y no vayas a buscar a un instructor sobre lo que deseas aprender con tanto entusiasmo, porque yo siempre puedo ayudarte con eso ―dijo con una sonrisa pícara.
Ella no entendió al principio, pero cuando lo hizo sus mejillas se ruborizaron.
―N-no y-yo no haría e-eso ―tartamudeó, y apartó rápidamente la mirada hacia la izquierda.
El Señor Alejandro era muy directo con sus palabras, pensó.
Ella no haría algo así.
La última vez que ella había buscado concejo no había terminado bien, en cambio ella se metió en problemas.
No era lo suficientemente estúpida como para repetir el mismo error dos veces, y no quería enfrentar la furia del Señor.
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