Imperio Valeriano - Capítulo 81
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81: Capítulo 81 – Nexos Sanguíneos (Parte 3) 81: Capítulo 81 – Nexos Sanguíneos (Parte 3) Editor: Nyoi-Bo Studio Al terminar la cena, Rafa deseó a Cati buenas noches, no sin antes decirle que saldría temprano en la mañana y regresaría a la noche.
Cati lo siguió con la mirada hasta que desapareció al entrar en una habitación de huéspedes y se dirigió a su habitación.
A la mañana, Cati se despertó tarde, pues no tenía nada que hacer en su día libre.
Había planeado pasar tiempo con su primo, pero él había salido, por lo que decidió ir a visitar las tumbas de sus familiares.
Notó al Señor Alejandro en el pasillo, acompañado por Martín, y los saludó: —Buen día, Señor Alejandro, Martín.
—Buen día, Señorita Welcher.
Permiso —dijo el mayordomo antes de alejarse.
—Buen día, Cati.
¿Vas a algún lugar?
—preguntó Alejandro.
—Sí, voy a visitar las tumbas.
El Señor ordenó a Samuel, el pequeño que estaba cerca, que fuera a preparar un carruaje.
—No será necesario —se apresuró a decir Cati—.
Estaré bien caminando.
No necesito un carruaje.
—Tonta.
Yo iré contigo al cementerio.
—¿Por qué?
¿También tiene familiares ahí?
—preguntó Cati.
Alejandro, con una sonrisa, respondió: —No diría familiares.
Más como alguien de mi pasado, un conocido.
He querido visitar, pero nunca había dispuesto el tiempo.
Cati asintió como respuesta.
Al llegar a las tumbas, Cati brindó homenaje a sus padres, tía, y tío.
Sabiendo que regresaría pronto con Rafa, mantuvo la conversación corta y notó que Alejandro se detuvo ante una tumba antes de acercarse a donde ella estaba.
Regresando, Cati habló: —¿Señor?
—¿Qué sucede?
—preguntó Alejandro dirigiendo una mirada a la joven.
—¿Quién era la persona?
¿La que acaba de visitar?
—preguntó.
Notando que Alejandro no hablaba, agregó: —No tiene que responder si no quiere.
—Cuando era joven, me hice amigo de un plebeyo de mi edad.
Era un chico pequeño —dijo con una sonrisa—.
Yo me encargaba de que Martín lo alimentara cuando visitaba la mansión; en dos meses se convirtió en un gordito.
Su familia era pobre, sin madre, y con un padre enfermo.
Era muy tímido al comienzo, pero cambió.
Debí haberlo notado, pero las emociones te ciegan —continuó—.
Los hombres suelen ser codiciosos.
—¿Qué sucedió?
—preguntó Cati con cuidado.
—Alguien le pagaba para dar información de mi familia, la vendía a alguien sin tener idea de lo que hacía.
Es algo que no tolero.
Lastimó a mi familia, y asesiné al niño —concluyó con un suspiro.
¿Asesinó al niño?
Cati no sabía qué decir.
—Fue entonces cuando nació mi odio por los humanos.
No confío en los hijos de Adán porque, al final, todos son codiciosos y egoístas —dijo con un tono frío.
Cati se preocupó.
Al notarlo, Alejandro alejó el cabello del rostro de la chica y lo llevó detrás de su oreja.
—Pareces asustada —dijo inclinándose hacia adelante—.
Tú no eres así.
Ni siquiera lo pienses.
Nunca te haría daño —susurró antes de darle un beso.
Cuando Alejandro mordió los labios de Cati, ella se estremeció y sujetó las solapas de su abrigo.
Tras unos segundos, Alejandro se retiró y notó que la respiración de la chica era entrecortada.
Cati sintió que el Señor rozaba su labio con el pulgar antes de besarla de nuevo, con suavidad esta vez.
Notó que llegaron a la mansión cuando el Señor abrió la puerta del carruaje.
Esa noche, Cati fue a visitar a Rafa en su habitación y lo encontró sentado en la silla, con la mirada perdida.
Parecía cansado por el viaje.
—¿Rafa?
—llamó, pero el chico no escuchó—.
¿Rafa?
Rafa dio un salto y volteó a mirar a Cati.
—Cati, ¿Cuándo entraste?
—preguntó sentándose derecho.
—Acabo de llegar.
¿Qué tal tu viaje a la aldea?
Estuviste muy callado en la cena —dijo Cati.
Rafa, con un suspiro, le indicó que se sentara.
—¿Qué sucede?
Me asustas —dijo Cati.
Había estado bien la noche anterior, pero ahora parecía tenso y golpeaba el suelo con sus pies.
—Descubrí al responsable de la masacre, el asesino de nuestros padres que ayuda a las brujas —dijo Rafa pasando sus manos por su cabello —.
Fui a la aldea a encontrarme con Silas Norman y me contó los hechos que el Concejo no ha revelado.
—¿Quién es, Rafa?
—El Señor Valeriano.
Al escuchar esto, el corazón de Cati dio un vuelco.
—¿Qué?
No, no puede ser cierto.
¡Es absurdo!
—exclamó.
Rafa, negando con la cabeza, explicó: —Sé que suena loco, pero es la verdad.
Al principio, yo tampoco quería creerlo, pero ¿qué obtendría el Señor Silas si miente?
—El Señor Silas debe estar mintiendo.
El Señor del Sur está lleno de odio —insistió Cati.
—¿Y cómo lo sabes?
—cuestionó Rafa.
—Porque lo sé.
El Señor Alejandro y Elliot me han hablado de él.
—¿Y cómo sabes que no te engañan?
Sé que sientes algo por ese hombre, pero, por favor, sé objetiva.
El Señor Norman intenta dividir a los humanos de los vampiros porque quiere salvarlos.
¿Sabes cuántos cadáveres fueron encontrados con marcas en el cuello?
Los vi antes de venir, cuerpos que fueron botados sin piedad en el bosque de Valeria.
Todo indica que es él.
—¿Qué quieres decir?
—Años atrás, la madre del Señor Alejandro fue asesinada por humanos bajo la sospecha de que era una bruja oscura, pero ese no era el caso.
¿Crees que él mostraría piedad por nosotros?
Ha conspirado contra los humanos, junto con las brujas, para que ocurra esta masacre.
—Nunca haría eso.
El Señor Alejandro y los demás no son así.
Debe haber un malentendido porque ayudan al concejo a atrapar a las brujas… —Encargarse de algunas brujas insignificantes no es difícil para alguien como él.
Es como sacar algunas gotas del mar.
Los vampiros han estado alimentándose de humanos y desechándolos como si no fueran nada.
Cadáveres que merecen un entierro respetuoso.
¿Por qué aparecerían tantos cadáveres entonces?
¿Por qué es que el Concejo no hace nada?
Porque le temen al hombre.
No es el hombre que finge ser.
Somos marionetas.
Entonces murmuró: —Intenta unir a todos los imperios bajo su dominio y no se detendrá.
Hizo que asesinaran a mamá y a papá, Cati, sin piedad.
Cati lo abrazó.
Estaba sorprendida ante las revelaciones de su primo.
¿Era cierto?
¿El Señor Alejandro había asesinado a su familia?
Intentó recordar cualquier evento sospechoso, pero no había nada.
Entonces se dio cuenta de algo y sintió que el suelo se desvanecía.
No, no podía ser cierto, pero la verdad estaba ahí.
Malfo.
El Señor de Valeria lo trajo de vuelta, un fantasma vivo, al que las personas podían ver.
Nadie más que una bruja podría hacer eso.
Una bruja lo había ayudado.
Si lo que decía Rafa era cierto, no sabía qué hacer.
Mientras más lo pensaba, más temblaba.
El hombre al que había entregado su corazón asesinó a su familia vilmente.
—Rafa…—susurró.
Rafa suprimía las ganas de llorar, pero sus ojos lo delataban.
—El Señor Silas dijo que nos ayudaría a salir de aquí.
No puedo permitir que el asesino viva en paz y no hacer nada al respecto —declaró.
Se dirigió a la cama que tenía bajo su cama antes de agregar: —El Señor Alejandro se ha interesado en ti, por lo que bajará la guardia, y esto nos conviene.
Quiero que me ayudes con algo.
—¿Qué?
—preguntó Cati.
Su corazón latía tan fuerte que lo sentía en los oídos cuando vio lo que Rafa había sacado.
—Necesitamos asesinarlo —dijo entregándole a Cati un pequeño cuchillo negro.
Cati arqueó las cejas.
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