Imperio Valeriano - Capítulo 82
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo
82: Capítulo 82 – Asesinato (Parte 1) 82: Capítulo 82 – Asesinato (Parte 1) Editor: Nyoi-Bo Studio Al escuchar a Rafa decir estas palabras, Cati se rio pensando que bromeaba, hasta que notó la expresión seria en su rostro.
—¿Hablas en serio?
—preguntó Cati, intentando razonar—.
Entiendo que la evidencia visible es lo más fuerte, pero ¿cómo puedes saber que fue el Señor Alejandro quien dejó los cadáveres ahí?
Incluso si lo hizo, no es un hombre descuidado.
Es inteligente, y una persona inteligente no dejaría evidencias —lo defendió.
Aunque tenía preguntas que quería hacerle al Señor, confiaba en el hombre del que se había enamorado.
Creía en él.
—Tienes razón, Cati, pero el Señor Silas…—comenzó Rafa, pero Cati lo interrumpió.
—Escuché que el Señor Norman y el Señor Alejandro han estado en conflicto por mucho tiempo.
Uno intenta sacar al otro, pero puedo garantizarte que el Señor de Valeria no tiene nada que ver con lo que viste —explicó tomando el cuchillo y dejándolo en la mesa —, porque, si realmente fuera cierto, no habría salvado a una pequeña humana hace trece años, y seguramente no le habría dado refugio en su hogar.
Le dio a nuestros padres un entierro aquí en su imperio.
No creo que un hombre que sienta tanto odio como dices haría algo semejante, ¿no te parece?
—preguntó.
Rafa analizó la idea y replicó: —¿Así que me dices que el Señor del Sur intenta culparlo?
Cati negó con la cabeza y explicó: —De ser así, el concejo estaría aquí, pero no han venido.
Parece que intentan métodos discretos para deshacerse del Señor del Oeste.
Intenta usarte, Rafa.
Parecía que el Señor Silas intentaba hacer su trabajo ensuciando las manos de Rafa.
Hipotéticamente, si Rafa tenía éxito, Norman estaría feliz.
Pero si fracasaba, Norman no perdería nada.
Escuchó que Rafa suspiraba al sacar sus pertenencias debajo de la cama.
—¿Qué haces?
—Intento aclarar mi mente y, a la vez, distraerme de lo que sucede —dijo Rafa con una risa seca —.
Intento entender todo.
Siento que el Señor Silas ha sido muy amable todo este tiempo, y no parece una persona que usaría a nadie, pero tú explicación tiene sentido.
—Por cierto, ¿cómo supo el Señor Silas que estás aquí?
—preguntó Cati.
—Sólo lo supo —respondió—.
Lamento haberte asustado.
Sería incorrecto culpar al Señor Alejandro sin evidencias —agregó, frotando su cuello.
—Me alegra que te hayas tranquilizado —dijo Cati con una sonrisa.
—Ambos Señores me resultan sospechosos ahora —murmuró acostándose en la cama.
—¿Me prometes que tendrás cuidado la próxima vez que te encuentras a ese hombre?
—preguntó Cati.
—¿Al Señor Silas?
—Lo haré, hermana.
Sería incorrecto culpar a Norman, pues no lo conocía, pero de acuerdo a lo que había escuchado e intentado entender, parecía que intentaba llevar a su primo al camino de la venganza.
Sintiendo alivio una vez disuelta la tensión, Cati se sentó junto a su primo.
¿Sería posible que los vampiros y los humanos coexistieran?
Deseaba que pudieran vivir en paz, pero parecía un sueño demasiado grande.
Era posible que nunca sucediera.
Después de todo, ambos bandos deseaban estar en la cima de la cadena alimenticia, pero era obvio quién tenía la delantera, pensó Cati.
Miró a su primo que, a su vez, miraba el techo.
Su primo no era un mal hombre.
Era alguien que creía en las personas, tal como ella, que depositaba su confianza en las personas.
Al parecer, Rafa debía ir a encontrarse con el Señor Silas a mitad de la noche antes de proceder con el plan, pero ahora que no iría, no había nada de qué preocuparse.
—¿Qué tan lejos es el cementerio?
—preguntó Rafa, que había cubierto sus ojos con las manos.
—Cerca de veinte minutos de caminata, o menos, si usamos el carruaje —respondió Cati levantándose de la cama—.
Debes estar cansado.
Ve a dormir.
—Lo estoy, en especial después de todo lo que vi —dijo al levantarse—.
¿Cómo confías tanto en él?
—Algunas veces, la esperanza y el coraje son lo único que queda —dijo.
Rafa, con una sonrisa, le deseó buenas noches.
Cati se despidió y abandonó su habitación.
Al cruzar el pasillo, percibió una sombra de reojo.
Los humanos convivían con los vampiros, pero los fantasmas y las sombras no eran algo a lo que acostumbrarse.
Las sombras solían ser un mal presagio.
Cuando finalmente encontró al mayordomo con una vela, respiró aliviada.
Martín parecía un fantasma con su rostro arrugado a la luz de la vela.
Caminó por el pasillo y desapareció en la cocina.
Algunas veces, Cati se preguntaba si el hombre realmente estaba vivo, pues rara vez hablaba o hacía ruido alguno.
Sujetó el pasamanos y subió las escaleras pensando en lo ocurrido en la habitación de huéspedes.
Agradecía el hecho de que su tía y su tío jamás marcaron diferencias al incluirla en la familia, y recibió la misma atención que Rafa al crecer.
Prácticamente eran hermanos.
Los Desmond eran los más amables del Sur, y habían inculcado los mismos valores en los niños.
Rafa y Cati eran hermanos cercanos que se protegían mutuamente de sus errores, pues eso era lo que debían hacer los hermanos.
Con una mano sujetaba el pasamanos y en la otra llevaba la vela que había tomado del corredor.
Escucho que el gato maullaba desde la cima y notó que Aero movía su cola negra, maullando de nuevo.
Sonrió al gato y se acercó a acariciarlo.
Miró hacia la habitación del Señor y se preguntó si estaba ahí o había salido en una de sus usuales caminatas nocturnas.
Se puso de pie y siguió su camino hacia su puerta.
Al entrar en su habitación, sacó el cuchillo que había tomado de Rafa, junto con su vaina, lo desenvainó y examinó la hojilla negra de borde plateado.
Nunca había visto algo semejante, y no parecía un cuchillo ordinario.
Llevó su dedo a la hojilla, con intención de probarla, cuando escuchó una voz: —Cuidado con eso, podrías lastimar tu lindo dedo.
Dio un salto y notó a Alejandro, y Aero sentado a su lado.
—Señor Alejandro —susurró.
Había decidido deshacerse del cuchillo para que nadie pudiera encontrarlo, pero los ojos del Señor lo examinaban con cuidado.
—¿Qué haces con ese cuchillo?
—preguntó acercándose a ella.
—Sólo lo miraba —respondió.
Le quitó el cuchillo y lo examinó de cerca.
—Es bueno, pero no el mejor —murmuró antes de sonreír—.
Y yo pensando que no habría mejor forma de morir que en tus manos.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com