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Imperio Valeriano - Capítulo 85

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85: Capítulo 85 – Una Mordida (Parte 2) 85: Capítulo 85 – Una Mordida (Parte 2) Editor: Nyoi-Bo Studio —¿Y por qué el Concejo no ha llamado a una reunión?

Usualmente, cuando algo sucedía, el Señor Alejandro era citado y, considerando que la víctima pertenecía al concejo, ¿no era importante encontrar al responsable?

—Las noticia no se ha difundido.

No teníamos idea hasta que el Señor Alejandro nos escribió en la mañana.

Creo que sólo los Señores y el director, y tal vez algunos más, saben de lo sucedido.

—Ya veo —murmuró Cati.

Parecía que el imperio estaba en caos, pensó, con los hombres que intentaban expulsar a las criaturas nocturnas de las tierras humanas, el intento de asesinato de Norman al Señor Alejandro, y ahora el asesinado de un miembro del concejo.

Todo esto mientras ella vivía una vida plácida al otro lado de la cortina, donde sólo debía preocuparse de las pequeñas cosas cotidianas.

Pero desde la masacre de su aldea, la cortina se abrió para revelar la realidad.

Los residentes no estaban al tanto, pues el hecho fue ocultado para mantener la paz.

—¿Catalina?

¿Catalina?

—escuchó que el Señor Traverse la llamaba.

—¿Sí?

—respondió mirándolo a los ojos.

—¿En serio?

—preguntó.

—Disculpe, no escuché su pregunta —confesó Cati avergonzada.

—Pregunté si estabas libre esta noche.

Me gustaría llevarte al teatro.

—¿Teatro?

—preguntó Cati inclinando levemente la cabeza.

—Sí.

Sabes, hay una nueva obra en el teatro y he escuchado mucho al respecto.

¿Te gustaría ir?

Conmigo, quiero decir —explicó.

Cati estaba sorprendida.

Las palabras “teatro” y “obra” tenían otro significado para ella.

Sintió que se ruborizaba al pensar en la obra de medianoche a la que asistió con el Señor Alejandro.

—Yo…—comenzó a responder, pero fue interrumpida.

—Te traeré a salvo.

Lo prometo —dijo Felipe nervioso.

—Desafortunadamente, Catalina no lo acompañará, Señor Traverse —escucharon al Señor, que se acercaba con un leve sonido al caminar—.

Ya tiene planes para esta noche.

Felipe estudió al Señor de Valeria discretamente, pues otras personas se unían al grupo.

Por la sorpresa que mostró Cati cuando el Señor mencionó la salida, parecía que el Señor no quería salir con ella.

¿Era este el hombre del que Catalina estaba enamorada?

Pero el Señor Alejandro no solía tener relaciones duraderas.

Ahora que lo pensaba, el Señor siempre había logrado mantener una distancia considerable al hablar con las mujeres en eventos o fiestas, pero se había acercado bastante a Cati.

Si el Señor Alejandro estaba interesado en ella, Felipe no tenía ni la más mínima oportunidad.

Cuando estaban a punto de marcharse, para ponerlo a prueba, Felipe tomó la mano de Cati y se inclinó para darle un beso en el que demoró mucho más del tiempo necesario.

—Al joven Felipe le gusta la chica —se burló la Señora Tanner.

—Hacen una gran pareja —señaló otra persona.

Cati parecía asombrada.

Cuando Felipe se retiró, le dedicó a Cati una sonrisa, se despidió de todos y partió en su carruaje.

Sentado en el carruaje, Felipe miraba por la ventana a la hilera de árboles.

Desde niño, estuvo en un ambiente en el que había aprendido a observar a las personas, a notar las pequeñas cosas que los demás ignoraban.

Su madre era la segunda esposa del Señor Barton, pero no vivían juntos.

Cuando nació, el chico fue llevado a los Barton, y sólo tenía trece años cuando su madre murió y decidió deshacerse de las cadenas que lo ataban a su padre.

Lo cierto era que odiaba al hombre, pero era su padre, el esposo de su madre, y él lo evitaba a toda costa.

Cuando cruzaron miradas, el Señor sonrió.

Al principio parecía una sonrisa corriente, pero tras unos segundos, se dio cuenta de algo extraño: parecía que ocultaba algo siniestro.

Cati miraba al Señor de vez en cuando en el trayecto de vuelta al interior de la mansión.

Alejandro, al notarlo, le preguntó: —¿Qué sucede, Catalina?

Dijo su nombre completo.

Algo andaba mal, pensó.

—Eh…¿Saldremos esta noche?

—No —respondió de forma cortante.

Cati frunció el ceño.

El Señor Alejandro se detuvo y, acariciando el cabello de Cati, planteó: —Quiero guardarte para mí.

¿Hay algo malo en eso?

El corazón de la chica iba a estallar.

—Evita ir a la aldea hasta que las cosas se calmen.

Con lo que está sucediendo, no es seguro.

Quédate donde pueda verte, ¿está bien?

Cati lo vio caminar hacia su estudio.

¿Las cosas realmente eran tan críticas que el Señor Alejandro no quería que ella fuera a la aldea?

Se preguntaba por qué el miembro del concejo había sido asesinado.

¿Decapitado?

Demasiado cruento.

El resto del día avanzó rápidamente.

Rafa planeaba abandonar Valeria la semana siguiente, cuando se sintiera mejor.

Cati le advirtió que se quedara, y él quería que Cati se fuera con él.

Rafa tenía algunos conocidos en el Imperio del Sur y había decidido establecerse ahí.

Cati se preguntaba si hacía lo correcto al permanecer en Valeria.

Pero eso era lo que su corazón quería.

Sólo seguía a su corazón, y parecía que su lógica le seguía la corriente.

Una noche, al regresar a la mansión tras ver la obra “Ocultos,” el Señor Alejandro la llevó a su habitación para entregarle una carta enviada por Anabella, en la que contaba que había dado a luz a una hermosa niña.

Cati se sentía feliz y deseaba visitarla y llevarle buenos deseos.

Cuando terminó de leer la carta, notó que el Señor Alejandro la veía con una sonrisa.

—No sé por qué, pero verte sonreír me hace feliz —dijo tomando la carta para dejarla en la mesa —.

¿Estás de acuerdo con esto?

¿Enviar a tu primo a otro Imperio?

—añadió.

—No se me ocurre otra alternativa —dijo mientras Alejandro tomaba su mano—.

Desearía que se quede, pero ya tomó la decisión.

Y forzarlo no sería bueno —concluyó.

Esto no significaba que no volvería a verlo.

—¿Quieres ir con él?

—preguntó Alejandro con una expresión seria.

—¿Quiere que me vaya?

—preguntó Cati.

Alejandro sonrió al responder: —No.

Quiero que cumplas la promesa que hiciste días atrás.

Cati sintió un suave beso en su frente.

Los dedos del Señor se entrelazaban en su cabello antes de halarlo ligeramente y besar sus labios.

Sintió la lengua de Alejandro, que se deslizaba entre sus labios, y respondió al beso al tiempo que él la abrazaba.

Alejandro desabrochó los botones del vestido al besarla.

La llevó hacia la cama y le indicó que subiera mientras recorría con sus dedos la espalda y el cuello de la chica.

Cuando sintió que Alejandro mordía su labio, no pudo contener un gemido de dolor y placer.

El dulce sabor de su sangre hizo que el Señor la deseara aún más.

Había cumplido su palabra y no había vuelto a tocar a otra mujer, pero era difícil.

Mientras más reprimía su sed de sangre, más difícil se le hacía, pues su deseo sólo aumentaba.

No le gustaba la sangre masculina; siempre había disfrutado de otras mujeres atractivas.

Alejandro succionaba suavemente el labio inferior de Cati mientras su mano se deshacía de la ropa entrometida, casi arrancando las piezas.

Dejando besos en su cuello, comenzó a recorrer la piel entre su cuello y hombros.

Mordisqueaba y besaba, repitiendo el proceso hasta que Cati perdió el control de su respiración.

Sintiendo que sus colmillos ardían, finalmente la mordió, desgarrando la suave piel y dejando que su sangre saliera.

La herida repentina hizo que Cati se retorciera de dolor, pero el Señor la sujetó inmóvil mientras bebía el dulce líquido.

Cuando los gemidos de Cati se detuvieron, el Señor Alejandro retrocedió y se dio cuenta de que había bebido más de lo que planeaba.

Una pequeña gota escapó del cuello de Cati y él la atrapó con su dedo y la saboreó antes de cubrir a la chica con mantas.

Sin duda alguna, su sangre era la más dulce que había probado.

No era sólo eso.

Era dulce porque era de ella.

Al tomar su sangre, había creado un lazo entre ellos, algo que no hizo con nadie antes, un lazo irrompible hecho para durar una eternidad.

Se agachó a besarla suavemente.

—Duerme cuanto quieras, mi mariposa —susurró.

Cuando estuviera con él, no podría dormir.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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