Imperio Valeriano - Capítulo 87
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- Capítulo 87 - 87 Capítulo 87 – Decisión del Concejo Parte 2
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87: Capítulo 87 – Decisión del Concejo (Parte 2) 87: Capítulo 87 – Decisión del Concejo (Parte 2) Editor: Nyoi-Bo Studio Cati se estremeció cuando Alejandro movió su mano de la cintura a su abdomen, y cuando sintió que el recorrido se dirigía hacia su cuello, su respiración se aceleró.
Todo mientras Alejandro examinaba su rostro, evaluando todas las reacciones que lo cruzaban.
Cati ladeó la cabeza y se elevó en las puntas de sus pies, lo que Alejandro respondió con una leve inclinación para besar sus labios.
Mordía y halaba el labio de Cati de forma tentadora.
Sus manos sostenían el rostro de la chica mientras su lengua penetraba su boca.
Cati gemía y suspiraba ante el beso, reposando sus manos en los hombros del Señor.
Alejandro besó cada lado de su barbilla y luego bajó al cuello, mordiendo y luego acariciándola con la lengua.
Las sensaciones tan variadas nublaban la mente de Cati.
Alejandro la guio al borde de la bañera, donde Cati apoyó sus manos.
Su respiración se aceleraba cuando Alejandro retiró su cabello de los hombros, acercándose tanto que Cati sentía su firme pecho tocándola.
—¿No se suponía que tomaríamos un baño?
—preguntó Cati.
—Así es, ¿cierto?
—dijo Alejandro recorriendo el cuello de Cati con la nariz antes de dejar un beso en su cuello—.
Te baño de amor y atención —murmuró sobre su piel.
Cati estaba sorprendida, pero el Señor no le dejó digerir las palabras, pues de inmediato la mordió, haciendo que gimiera de placer.
—Señor, duele —logró decir.
Alejandro la soltó, dejando ahora un ligero beso en contraste.
Cati jadeó cuando Alejandro la penetró de pronto, sin aviso, desde atrás.
Se inclinó para apoyarse con sus manos.
A diferencia de la primera vez, cuando fue cuidadoso, esta vez sus movimientos eran fuertes y la empujaba con fuerza al entrar una y otra vez.
Cati gemía.
Ambos estaban sumidos en un enorme placer.
El Señor llenaba su mente y su cuerpo sólo con su presencia.
Cati era incapaz de decir algo más que el nombre de este hombre.
Alejandro cargó a la cansada Cati en sus brazos y la llevó a la habitación luego de secar su piel.
La dejó en la cama y se acostó junto a ella.
La veía luchar contra el sueño, intentando mantener los ojos abiertos.
Besó su frente, la acercó a él y ambos se durmieron.
Días después, Cati se veía miserable escuchando a su primo.
Al día siguiente se iría al sur, y hacía apenas horas que Cati lo aceptó.
Pensar al respecto la deprimía.
Cuánto deseaba que Rafa pudiera quedarse, pero él sabía lo que quería, y Cati intentó entender lo que era mejor para él.
—¡Oye!
—exclamó sintiendo un golpe en la frente.
—¿Por qué estás tan deprimida?
No me voy a la guerra —se burló Rafa—.
Vendré a visitarte seguido, y a nuestra familia.
Y tú también puedes ir —concluyó con una sonrisa.
Cati suspiró, pero pronto logró una sonrisa.
—Por supuesto.
Lo sé.
No tienes que decirlo —replicó frotando su frente.
—¿Así que te quedas?
—Sí—confirmó Cati con una sonrisa, mirando el horizonte—.
Inicialmente me quedé porque no sabía a dónde ir, y después me quedé para encontrarte.
Ahora que ya eso pasó, puedo conseguir un empleo en Valeria y aprovechar mi educación.
—Me alegra escucharlo.
No sabría qué hacer si dijeras que seguirías siendo mucama.
Tan glamoroso como resulta limpiar la mansión, no puedes negar que es aburrido —dijo con una mueca.
Cati respondió con una mueca.
A su primo nunca le gustó limpiar.
Entonces notó que Rafa revisaba sus bolsillos y sacaba una pieza de papel pulcramente doblado.
—Esta es la dirección en la que me voy a quedar.
También está la dirección de un conocido, por si no me consigues —explicó entregándole el papel.
En la distancia, Cati vio el carruaje que se acercaba a la mansión.
—El Señor Alejandro y Elliot llegaron —dijo.
Cuando Cati y Rafa bajaron las escaleras, vieron que Malfo se acercaba con pasos acelerados hacia el mayordomo y le susurraba algo.
Pocos segundos después, Elliot entró con la camisa manchada de rojo.
A diferencia de su usual personalidad alegre, tenía una expresión pesada.
Tras él venía el Señor Alejandro, y no fue difícil entender que las manchas en su ropa eran de sangre.
Cati intentó acercarse, pero Rafa la detuvo sujetando su brazo.
Cuando lo miró, él negó con la cabeza.
¿Qué había sucedido?
¿De quién era la sangre?
Preocupada, mordió su labio viendo cómo el Señor subía a su habitación sin decir palabra.
Elliot hizo lo mismo, y el mayordomo de inmediato los siguió.
—Malfo —llamó—.
¿Qué sucedió?
Cati estaba ansiosa.
Malfo frunció los labios antes de hablar: —No lo sé con certeza.
En un momento todo estaba bien cuando fuimos a la aldea del norte.
Y de pronto, algunas personas nos atacaron por sorpresa.
Parecía angustiado.
—¿Atacados por humanos?
¿Por qué?
Pensé que era una aldea pacífica bajo el gobierno del Señor Alejandro —preguntó Cati confundida.
—¿Por qué tú resultaste ileso y aquellos dos están cubiertos de sangre?
—cuestionó Rafa.
—El Señor Alejandro prefiere que lo acompañe como fantasma cuando salgo con él.
Ebaniso Tanner estaba con nosotros y los humanos intentaron atacarlo.
Proteger al viejo hizo que el Señor y Elliot terminaran bañados de sangre.
El Señor dijo que mostraban las señales de los semi-vampiros disfuncionales, pero más tarde, cuando revisaron, parecía que su lado humano permanecía intacto —explicó Malfo confundido.
—¿Así que su objetivo era el Señor Tanner?
—insistió Cati.
—Eso parece, pero no es de eso que debemos preocuparnos —dijo mirando hacia la habitación del Señor—.
Descubrimos que los miembros del Concejo vienen en camino, y parece que es algo relacionado con la seguridad de humanos y vampiros.
—Eso no suena bien —dijo Cati preocupada.
Como esperaban, esa noche tres miembros del Concejo visitaron la mansión del Señor Alejandro.
Se reunieron con él en el estudio.
La historia se repetía, pensó el Señor mirando a los hombres en la habitación.
Siendo semi-vampiro, Lionel, el asistente del director del Concejo, no había cambiado mucho.
Matías también había venido, junto con otros dos hombres.
—Nos disculpamos por la visita repentina y sin anuncio —expresó Lionel.
—No hacen falta las formalidades.
Estoy seguro de que era algo urgente que había que atender —dijo el Señor con una encantadora sonrisa.
—Me alegra que entienda, Señor Alejandro —dijo el otro hombre.
Alejandro continuaba sonriendo.
—¿Cómo puedo ayudarle?
—preguntó.
—Esto es de Rubén —dijo Lionel entregando un pergamino—.
Contiene todos los detalles.
No es permanente.
Es algo que el Concejo decidió intentar por un periodo de prueba de un mes, para ver si hay cambios.
Al leer el contenido, Alejandro se mostró impasible.
—Espero que nos apoye.
—Por supuesto —confirmó Alejandro.
Tras intercambiar algunas palabras, el Señor se levantó de su asiento y los hombres lo siguieron para despedirse.
Cuando abandonaron la mansión, Alejandro mandó a llamar a Cati, que había estado ansiosa en su habitación, y se sorprendió cuando el mayordomo vino a buscarla, notificando que el Señor quería verla.
—Adelante, Cati —dijo al notarla en la puerta—.
¿Cómo estuvo tu día?
—No estuvo mal —dijo—.
Escuché que los miembros del Concejo estuvieron aquí.
—Sí, quería hablarte de lo mismo —dijo de pie frente a la ventana—.
Parece que la apelación presentada con la división de vampiros y humanos ha sido llevada a juicio.
Por un periodo de un mes.
Las instrucciones indican que los humanos de clase alta y media deberán residir en el territorio humano por ahora.
Creo que alguien ya se enteró del incidente de hoy y llevaron la información al Concejo.
En este momento, solicitar que reconsideren no funcionará, pues el proceso está en juicio.
Además, asesiné a muchas personas —concluyó Alejandro.
—Pero fue en defensa propia —dijo.
Alejandro respondió con una sonrisa seca: —La muerte es muerte a los ojos del Concejo.
No importa la causa.
Cati no quería escuchar lo que venía, pues ya sabía por qué la había llamado al estudio.
—Lamentablemente, como Señor, debo obedecer la decisión del Concejo por ahora —dijo—.
Cati, tendrás que dejar la mansión junto con Rafa mañana.
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