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Imperio Valeriano - Capítulo 89

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  3. Capítulo 89 - 89 Capítulo 89 – Promesa Parte 2
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89: Capítulo 89 – Promesa (Parte 2) 89: Capítulo 89 – Promesa (Parte 2) Editor: Nyoi-Bo Studio —¿Por qué la envía lejos si no quiere que se vaya?

—preguntó Malfo tras una pausa.

Mientras secaba su mano, Alejandro respondió con una sonrisa forzada: —Porque las circunstancias lo ameritan.

—Seguramente tiene una solución —insistió el hombre.

—No es suficiente para resolverlo.

Poner un final definitivo a esta situación tomará tiempo, y tener a la mujer que quiero a mi lado sólo complicará todo —suspiró—.

Pero eso no significa que esté segura en el sur.

Es por eso que necesito que vigiles atentamente a Catalina mientras estén ahí.

Es muy confiada con las personas.

—Por supuesto, Señor.

Malfo analizó las palabras del Señor al salir de la habitación.

Alejandro no era un hombre simple.

En su opinión, Cati debería quedarse en Valeria, pero parecía que el Señor ya tenía un plan en acción.

Temprano en la mañana, Rubén, el director del Concejo, visitó al Señor Alejandro en la mansión para discutir el procedimiento del periodo de prueba.

Cati, en su habitación, arreglaba su ropa doblada en el baúl sobre su cama.

Sus ojos estaban rojos, pues no había dormido nada la noche anterior.

Un mes era demasiado tiempo.

Casi cinco semanas, treinta y un días, setecientas cuarenta y cuatro horas, pero no era por eso que Cati estaba preocupada: la noche anterior, cuando bajó a buscar agua, encontró a Elliot y Sylvia hablando en secreto en el comedor.

Estaban solos.

Cati no quiso espiar, pero cuando mencionaron su nombre, no pudo evitar quedarse junto a la puerta.

—Pero, ¿por qué?

—escuchó que Sylvia murmuraba.

—Enviarla lejos de Valeria es la mejor opción.

¿No ves lo que sucedió hoy?

Hay personas que intentan quitarle el título a Alejandro —dijo Elliot.

—¿Qué dijo el Concejo al respecto?

—Por ahora, lo ignoran porque es Alejandro, pero no sabemos cuántas veces tendremos esa suerte.

Que Cati se vaya al Sur aliviará lo sucedido con el Concejo.

—Cati estará fuera del tema —concedió Sylvia —.

Pero…¿recuerdas lo que sucedió hace años?

Alejandro le prometió visitarla, pero con el paso del tiempo incluso dejó de preguntar por ella.

—Era una niña, Sylvia.

—Eso no significa que haya mantenido su promesa —discutió Sylvia —.

Me preocupa que le rompa el corazón.

—Cierto, rompe sus promesas —Elliot aceptó—, pero no su palabra.

Confía en su destino… Sólo podemos hacer una parte, lo demás depende de ellos.

¿Qué hay de tu tía que… Cati no sabía qué pensar acerca de lo escuchado.

No debía haberlo oído, pero ese fue el caso, y ahora la ansiedad aumentaba.

El Señor Alejandro dijo que sería un mes, pero, ¿qué pasaría si resultaba ser más tiempo?

¿Y si el periodo de prueba se convertía en una ley permanente y no podía regresar a Valeria?

¿Iría Alejandro a buscarla?

Respiró profundo e intentó calmar su mente para terminar de empacar lo necesario.

A diferencia de ella, los sirvientes de los que se había hecho amiga eran de Valeria, y sólo otros tres serían enviados al Sur, incluyendo a Cati.

Con este viaje, tendría la oportunidad de visitar a su amiga Anabella, pues lo había considerado, pero no había decidido el momento oportuno.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Rafa tocó a la puerta abierta de la habitación para entrar.

—¿Terminaste de empacar?

—preguntó viendo el baúl.

—Sí.

Llevémoslo abajo —dijo Cati bajando el baúl al suelo.

—Lo tengo —dijo Rafa.

Notó que Cati daba un último vistazo a la habitación antes de salir y preguntó: —¿Hablaste con el Señor Alejandro?

Cati negó con la cabeza.

La última vez que hablaron fue la noche anterior, en su estudio, y esta mañana había estado ocupado en el estudio con el director del Concejo.

El carruaje ya estaba listo para partir y Cati se forzaba a cruzar el salón de la mansión.

El chofer tomaba su equipaje cuando Cati vio a Elliot y Sylvia, que estaban afuera con el mayordomo y otros, para despedirse y desearles un buen viaje.

Los ojos de Cati buscaron al Señor, pero no estaba ahí.

Se preguntó si seguía hablando con el director del Concejo.

Por supuesto, tenía asuntos más importantes que despedirse de ella pues, a diferencia de los demás, él era responsable por el imperio.

Mientras Malfo hablaba con el mayordomo, Cati miró a su ventana y luego a la habitación de Alejandro.

¡Había olvidado el pequeño libro oculto bajo su cama!

—Ya regreso —informó a Rafa antes de volver a la mansión.

Se dirigió a su habitación y movió el colchón para encontrar el libro.

Al recogerlo, salió de nuevo.

La puerta del estudio estaba cerrada y Cati caminó por el pasillo cuando, de pronto sintió que alguien la llevaba a una habitación.

Sintió unos labios sobre los suyos y entendió que el Señor Alejandro fue quien la trajo a la habitación.

Sintió que la lengua del Señor intentaba separar sus labios, y pronto ambas lenguas se enredaban en un beso desesperado.

El libro que Cati fue a recuperar estaba ahora en el suelo.

Los brazos de Alejandro la sujetaron con fuerza junto a él, y sus labios le robaban la respiración.

Al separarse, la cabeza de Cati cayó sobre el pecho del Señor mientras intentaba recuperar la respiración.

Abrió los ojos y sus manos aún sujetaban la camisa de aquel hombre.

—¿Pensaste que no me despediría?

—escuchó sobre su cabeza.

—¿Sería demasiado pedir?

—preguntó Cati en voz baja.

Alejandro se alejó.

—Por supuesto que no, tonta —dijo, frotando los labios de la chica con su pulgar—.

¿Tomaste todo lo que necesitabas?

—Sí.

—Bien —dijo el Señor con una sonrisa—.

Sé buena y evita los problemas.

—¿Vendrá al Imperio del Sur durante el periodo de prueba?

—preguntó ansiosa.

—Sí.

Tal vez no de inmediato, pero iré por algunas diligencias.

Te visitaré entonces —respondió.

Al notar la duda en el rostro de Cati, agregó sonriente: —No pareces creerme.

Y se inclinó a darle otro beso.

Con una expresión seria, agregó: —No dejes que otro hombre te toque.

Eres mía.

Su corazón dio un vuelvo.

—Espérame.

Y esto fue suficiente para despejar todas las dudas.

Cati estaba en el carruaje junto con Rafa y Malfo.

El viaje había comenzado una hora antes.

Rafa hablaba con Malfo acerca del trabajo que hacía y el lugar dónde iba a vivir.

Cati mordió sus labios pensando en las palabras de Alejandro.

Antes de dejar la habitación, le había pedido un favor al que, por supuesto, Cati accedió.

Inconscientemente, llevó sus dedos al cuello.

El viaje era largo y Cati durmió por parte del trayecto.

Rafa la despertó al llegar al centro del Imperio del Sur.

Alejandro le preguntó si había tomado todo lo que necesitaba y ella dijo que sí, pero lo cierto era que había dejado su corazón en la mansión, con él.

Sólo podía esperar que el tiempo pasara rápidamente para poder regresar a Valeria.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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