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Imperio Valeriano - Capítulo 95

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95: Capítulo 95 – El Señor Olvidado (Parte 1) 95: Capítulo 95 – El Señor Olvidado (Parte 1) Editor: Nyoi-Bo Studio El Señor Alejandro caminaba por el corredor, y sus zapatos negros sonaban a cada paso en el suelo de mármol mientras seguía al mayordomo.

Las paredes sin ventanas hicieron que el corredor se oscureciera en el trayecto hacia la habitación de arte, en la que se daría el encuentro con el otro Señor.

El mayordomo se detuvo frente a las puertas de roble y las abrió para revelar al Señor del Este, de pie frente a la chimenea.

Su cabello era más corto que en el último encuentro, y lo había teñido de negro.

—Señor Alejandro, bienvenido a Lagohueso.

¿Cómo estuvo el viaje?

—expresó el Señor Nicolás en tono amable mientras una mucama llegaba con una bandeja de bebidas.

—No es la primera vez que vengo, Nicolás —señaló el Señor Valeriano.

Se sentaron uno frente al otro cerca de la chimenea.

—Por supuesto, pero es muy inusual que venga a verme sin anunciarlo.

A menos que haya venido por una inspección —dijo.

El Señor Alejandro lo miró con una expresión de desagrado antes de tomar una bebida con su mano izquierda.

Cuando la mucama entregó la bebida al Señor Nicolás, el hombre la despachó con indiferencia, gesto ante el cual la mucama hizo una leve inclinación antes de salir.

—No me interesa participar en algo que no apoyo, y lo sabe bien —dijo el Señor Valeriano.

Movía suavemente la copa en su mano para ver el pequeño remolino.

Luego, mirando a Nicolás, agregó: —Creo que no ha enviado a ningún humano de Lagohueso al sur.

Una sonrisa apareció lentamente en el rostro de Nicolás, y sus ojos tenían cierta chispa cuando explicó: —Mis hombres enviaron a algunos indeseables.

Como usted, no tengo intención de bailar la canción del mono.

En especial cuando es un humano.

Había planeado ir a visitarle, pero mi primo decidió comprometerse con una humana.

—¿Humana?

—preguntó Alejandro con la ceja arqueada.

El Señor Nicolás y el Señor Norman eran caras opuestas de la misma moneda.

El Señor Norman quería que sólo los humanos residieran en su territorio, y deshacerse de todos los vampiros posibles, mientras que Nicolás tenía uso para los humanos.

Tanto como las apariencias engañaban, el Señor Nicolás había dado un paso al frente.

Por fuera parecía sereno y gentil, pero había pocos en el imperio que conocieran su verdadera naturaleza.

Era tan despiadado como Alejandro, o incluso más en ciertas situaciones.

—Es la sobria del Señor Curtis —explicó.

El Señor Curtis era de clase alta, un miembro destacado, y al pertenecer a esa clase, no hacía diferencia ser humano o no.

Los problemas nunca escalaban cuando se contaba con dinero y clase.

—¿Rubén ha venido a visitar?

—preguntó Alejandro con una sonrisa—.

Por supuesto, debe haber venido, o no estaría aquí sentado tan tranquilo.

—Norman está muy ocupado con usted para fijarse en lo que yo hago —dijo Nicolás en tono burlón.

Alejandro hizo una mueca de desdén.

Norman continuó: —Escuché que fue al teatro anoche.

¿Estuvo entretenido?

Alejandro murmuró a modo de respuesta ante la pregunta curiosa.

Aunque no parecía molesto ante la pregunta, ladeó la cabeza y murmuró: —Y yo pensé que podría darle algunos golpes bajos.

Qué aburrido.

Creo que escuchamos muchas cosas.

—¿Sí?

—comentó Nicolás, cayendo en la intriga—.

¿Y qué podrían ser?

—Una de ellas es que está pasando más tiempo del necesario con la prometida de su primo —dijo Alejandro encogiéndose de hombros.

Había dejado la bebida en la mesa.

El Señor Nicolás mantuvo su expresión sonriente, pero su tono se hizo serio al hablar: —¿Qué haremos con Norman?

No esperaba que el Concejo aceptara la propuesta de dividir a los humanos de los vampiros, ¿y la razón son las brujas?

—Es por eso que se estableció un periodo de prueba de un mes.

—Tomará más tiempo…—dijo Nicolás mirando la chimenea.

—Están desesperados ante el secuestro de los niños y mujeres jóvenes.

Se espera que el Concejo tome una medida drástica.

¿Hizo lo que le pedí?

—preguntó Alejandro.

—Mis hombres encontraron a algunas brujas en las cabañas en el extremo de la frontera del sur.

Sólo una llegó al borde de la muerte, por lo que no obtuvimos mucha información acerca de la ubicación de los niños —reportó—.

Pero sí descubrimos algo interesante.

Aparentemente, el grupo es dirigido por una bruja nómada que se ha instalado en la mansión de Norman.

Una bruja nómada, pensó Alejandro.

El nombre le parecía familiar, como si lo hubiera escuchado antes.

Saber que Norman le había dado refugio a la bruja le incomodaba.

—¿Recibió reportes del sur?

—preguntó Nicolás.

Alejandro tenía una expresión pesada.

—Ninguna.

Las brujas han interrumpido las comunicaciones del sur con los otros imperios —explicó con un suspiro.

Tenía dudas cuando envió a Cati y a los demás al sur, y sus dudas se vieron confirmadas cuando los reportes que debía enviar Malfo nunca aparecieron.

—Me pregunto de dónde viene su odio por los vampiros —murmuró Nicolás—.

Planea erradicar a las criaturas nocturnas.

—Piensa en lo imposible —dijo el Señor Valeriano con un tono aburrido—.

Algunas cosas nunca cambian.

Por supuesto, en este mundo en el que todos luchamos, subir la escalera del poder no hará nada, pues nada va a cambiar.

Sin importar cuánto hablemos de la igualdad, los vampiros siempre seremos superiores.

—Así es.

Norman usa a las brujas como herramienta para vencernos, pero le saldrá el tiro por la culata —dijo Nicolás, que parecía sorprendido ante la ignorancia del sujeto —.

Las brujas oscuras no tienen buena reputación, y trabajar con ellas… Bueno… Alguien golpeó la puerta abruptamente, interrumpiendo la conversación.

Al abrirse, apareció una joven mucama con una expresión de alarma.

—Lamento la interrupción, Señor, pero la Señorita Curtis no está en su habitación —dijo nerviosa.

—¿Revisaste toda la mansión?

—preguntó el Señor.

—Sí, Señor.

Nicolás frunció el ceño y se dirigió a Alejandro: —No quiero que Norman sabotee mi imperio, y me encantaría deshacerme de esa molestia en Lagohueso.

El Señor Valeriano se levantó al tiempo que escuchaba: —Si lo que pide es asistencia, la proveeré, pero bajo la condición de que mi tierra no sufra interferencias.

—Tenemos un trato —dijo Alejandro con una sonrisa—.

No le quitaré más tiempo para que pueda lidiar con este asunto urgente.

—Me pregunto cuánto ha expandido su red en los imperios para descubrir semejantes detalles.

Francamente, aterra pensarlo —dijo el Señor Nicolás con una risa antes de salir de la habitación.

—No tanto como el hombre que los engaña con una sonrisa.

Si Alejandro era la araña del signo lunar, Nicolás era el zorro, el astuto.

Viendo al hombre alejarse con la aterrada mucama junto a él siendo interrogada, Alejandro salió de la mansión para mover a su siguiente peón.

En Mythweald, el Imperio del Sur, Catalina estaba en posición defensiva con una vara en sus manos.

Hacía cuatro días que Malfo había comenzado el entrenamiento.

No era nada elegante, pero era suficiente para que se defendiera y darle suficiente tiempo para salvarse si se presentaba la ocasión.

Le había hecho correr cada mañana para aumentar su agilidad.

No era fácil correr con el vestido en el bosque cuando había arbustos y ramas rotas que entorpecían la marcha.

Hacía poco tiempo que el hombre había sugerido intentar un ataque sorpresa, pero fue muy rápido, y Cati se preguntaba a dónde había ido.

Intentando prestar atención al movimiento del viento, el sonido de las hojas que se tocaban unas a otras, y el sol que se preparaba para bajar en el horizonte.

¡Pum!

Se escuchó cuando Malfo se abalanzó contra ella, chocando las varas de madera.

Un pequeño empujón y Cati estaba contra un árbol con una vara dirigida a su cuello.

—Por favor, no mueras pronto.

Sería muy problemático —dijo Malfo mirándola fijamente.

—Lo siento —dijo Cati decepcionada cuando Malfo se alejó.

Sus ojos estaban fijos en el suelo y su frente tenía una ligera capa de sudor.

La joven había estado trabajando duro, escuchando y obedeciendo las instrucciones.

Hubo ciertas ocasiones en las que Malfo fue muy duro con ella, llevándola más allá de su límite.

No esperaba que se convirtiera en una guerrera de un día para otro, pero necesitaba aprender a defenderse.

Ahora parecía un cachorro perdido.

Antes de morir, a Malfo nunca le habían importado las personas a su alrededor.

Despreciaba a su familia, sus llamados camaradas, pero ahora estaba preocupado por ella.

Le dio un golpe repentino en la frente.

—¡Oye!

¿Y eso por qué fue?

—preguntó Cati tocando la zona del impacto.

—Un recordatorio para que salgas a correr mañana en la mañana, incluso si no estoy —dijo guardando las varas en la caja.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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