Juegos de Rosie - Capítulo 31
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Capítulo 31: Jugando el Juego 3 Capítulo 31: Jugando el Juego 3 —El té del Norte es bastante amargo —sonrió la Baronesa Bethia Bohan al terminar de beber su té—.
Pero he oído que al Duque del Norte le encanta, no puede vivir sin él.
—Mi esposo dijo lo mismo —dijo la Condesa Helen Stacey—.
Se dice que el Norte ha estado dando tés amargos a otros reinos e imperios con la esperanza de que les guste.
Supongo que querían convertirlo en una nueva tendencia.
—¿Una nueva tendencia?
—Victoria sonrió—.
Los tés amargos no son tan populares como los demás porque, bueno, son demasiado amargos para una conversación ligera.
Las damas prefieren algo dulce y ligero.
Dudo que esa fuera la intención de sus regalos.
—Marquesa, creo que
—Marquesa, lamento interrumpir la conversación, pero acaba de llegar la hija del Duque de Daunce.
—¿El Duque de Daunce?
—Victoria frunció el ceño—.
El Duque de Daunce era el único hermano vivo del actual Emperador.
Era un lisiado que solía luchar en el Norte.
Aunque a muchas personas les gustaba el Duque de Daunce, no eran muchos los que estaban encariñados con su hija varonil a la que le gustaba causar problemas en todas partes.
Sin embargo, el Emperador realmente adoraba a la dama ya que el Emperador no tenía hijas propias.
Además, el Emperador trataba bien a su hermano mayor ya que creía que su hermano había sacrificado mucho por el imperio.
Debido a esto, el Emperador le otorgó a la Lady el título de princesa y la declaró la única princesa en el Imperio.
Victoria sintió que se avecinaba un dolor de cabeza.
¡Victoria no recordaba haber invitado a la mujer!
¿Por qué estaba aquí justo ahora?
—¿Estás hablando de Lady Isabel?
—preguntó la Baronesa Bohan—.
¿Estás hablando de la misma Lady Isabel que quemó la carroza de su prometido después de pillarle siendo infiel con la hija menor de un caballero?
—Baronesa Bohan, por favor deje de decir tonterías —Un voz clara las interrumpió.
Una mujer con un flamante vestido rojo entró con una hermosa sonrisa en su rostro.
Su largo cabello castaño se movía como olas conforme daba un paso hacia las mujeres.
Todas estaban seguras de que no había viento, pero su cabello parecía como si estuviera bailando.
‘¿Sería una reliquia?’ Las mujeres que observaban a Lady Isabel acercarse se preguntaban.
Pero ¿quién desperdiciaría una reliquia por unos trucos baratos?
—Princesa Isabel —Victoria se levantó inmediatamente y dio la bienvenida a la mujer.
—No estoy aquí para verte a ti, Marquesa, vine aquí para ver al Duque.
—Princesa Isabel
—¿Dónde está él?
—ella preguntó.
—¿Puedo saber por qué lo buscas?
Isabel alzó una ceja.
—¿Acaso eso es asunto tuyo, Marquesa?
—Yo— El rostro de Victoria se enrojeció.
—He estado caminando por el laberinto durante un buen rato y no puedo encontrarlo.
—El Marqués está con el Duque.
Están en el otro lado del laberinto.
—Qué molesto —respondió Lady Isabel.
Luego miró a la Baronesa Bohan—.
Y no quemé su carroza, no soy tan superficial.
¿Crees que una carroza es suficiente para aliviar mi enojo?
—Yo
—Quemé su casa —Isabel sonrió mientras levantaba su mentón, orgullo girando en sus ojos castaños—.
Mi enojo vale al menos eso.
El silencio sofocó la habitación.
—Muy bien damas, discúlpenme yo
—¡Señora!
—Todos se volvieron hacia Lellana, quien corría hacia Victoria.
—¿Qué pasa?
¿Ocurrió algo?
—Al ver actuar así a la criada de Dorothy, Victoria se alarmó inmediatamente.
—La señorita… la señorita ha desaparecido.
—¿Dorothy?
—El rostro de Victoria se puso pálido de inmediato—.
¿Qué pasó?
—Miró a las otras mujeres mientras intentaba calmarse.
¿Cómo podía Lellana simplemente correr aquí y declarar desaparecida a Dorothy?
¡Estaban teniendo un banquete y muchas mujeres nobles estaban aquí, incluso la Princesa Isabel estaba aquí!
—Yo
—Señora… ¿deberíamos llamar a los caballeros?
Ella miró incómodamente a las otras mujeres mientras pensaba en la reputación de la Familia Lux después de esta noticia.
Apretó los dientes.
¿Cómo podía Lellana ser tan descuidada?
—Por favor discúlpenme, damas, creo que
—Deberíamos ir contigo —dijo la Princesa Isabel.
—¿Qué?
—Estoy familiarizada con lady Dorothy y me gustaría ayudarte a encontrarla —continuó la Princesa Isabel—.
Solo puedo imaginar su devastación cuando no recibió la Bendición.
—Princesa, este no es el momento de hablar de la Bendición.
—¿No escogió desaparecer porque no recibió la Bendición?
—preguntó la Princesa Isabel con franqueza—.
Yo habría hecho lo mismo en su lugar.
De hecho, habría hecho algo más siniestro.
Acabar conmigo misma sería otra opción.
—¡Princesa Isabel!
Por favor, compórtese.
Nosotras
—Está bien, Condesa Stacey, entiendo —dijo Victoria mientras ocultaba la vergüenza que sentía por dentro—.
La Princesa era bien conocida por su lengua afilada y palabras francas.
No tenía reparos en decir lo que quería decir, incluso frente al Emperador.
—Alguien— —dijo la Princesa Isabel.
Una de las criadas que la seguían se acercó inmediatamente—.
Dile a mis caballeros que comiencen la búsqueda, este laberinto es grande.
Comiencen en la esquina más lejana y avancen hacia la mansión.
—Princesa Isabel creo que
—Creo que deberíamos empezar a buscar…
—la Princesa Isabel sonrió—.
Estoy segura de que la madre de Lady Dorothy estaría de acuerdo…
—Yo— —Victoria no pudo decir otra palabra debido a la vergüenza que sentía por dentro—.
Quería crear esta oportunidad para dejar claro que la Familia Lux trataría justamente a Rosalind, pero además del hecho de que Rosalind había desaparecido, ¡incluso antes de que los demás llegaran, Dorothy de repente creó algunos problemas de la nada!
—Es cierto, deberíamos empezar a buscar —dijo Victoria—.
Una parte de ella sabía que esto era solo la manera de Dorothy de ganar la atención y la lástima de las mujeres.
Aunque no estaba en desacuerdo con el plan, ¡pensó que el momento era incorrecto!
¿Por qué fingiría desaparecer de repente cuando la Princesa Isabel estaba aquí?
—Lellana, cuéntanos todo —dijo Victoria, segura de que Lellana le daría alguna respuesta vaga sobre que Dorothy no estaba en su habitación cuando la revisó.
Sin embargo, Lellana de repente palideció ante su pregunta.
La criada dudó.
—¿Qué sucede?
—dijo la Princesa Isabel—.
¡Habla!
—Yo— Fue solo— Lady Dorothy estaba viendo a la joven señorita Rosalind.
Estaban tomando el té juntas, y Lady Dorothy me pidió que me fuera.
Ya era tarde así que volví y— y ya no estaban.
—Marquesa, ¿creía que Lady Rosalind no se sentía bien?
—preguntó la Princesa Isabel—.
¿No es esa la razón por la que se negó a unirse a cualquier banquete en las últimas semanas?
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