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La Dyalquimista - Capítulo 36

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  4. Capítulo 36 - 36 Contrato de sangre - Parte 4
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36: Contrato de sangre – Parte 4 36: Contrato de sangre – Parte 4 El teniente Virion Kyrst aguardaba sentado tras un impecable escritorio de nogal que presidía su despacho.

Su postura recta y rígida armonizaba con el uniforme pulcro de la Marina de Tyria que vestía, adornado con botones dorados y hombreras violáceas que brillaban con la típica dignidad militar.

Tenía el cabello castaño ceniza, cuidadosamente peinado hacia atrás, y una barba corta y arreglada, que perfilaba un rostro severo, de rasgos duros, pero de ojos sorprendentemente cálidos y astutos.

Sobre la mesa, una taza de té humeaba lentamente.

De pronto, alguien llamó a la puerta con rapidez.

—Adelante —indicó Kyrst, sin despegar la mirada del informe sobre los reclusos que habían ingresado a la celda por la tarde.

La puerta se abrió y un subordinado entró, haciendo un saludo formal antes de hablar.

—Teniente, disculpe la interrupción, pero hay alguien que desea verlo urgentemente.

—¿Y desde cuándo interrumpes mi trabajo por visitas imprevistas?

No estoy esperando a nadie —contestó Virion.

—Lo lamento.

Es que… —dudó el soldado, incómodo—.

Se trata de una mujer que dice llamarse… Elda Skygger.

Al escuchar aquel nombre, Kyrst apartó con rapidez los documentos, levantó los ojos con una repentina sorpresa, entrecerrándolos lentamente mientras analizaba aquella inesperada noticia.

—¿La capitana Skygger?

—repitió Virion, como si necesitara confirmar que no se trataba de un error.

—Sí, señor.

Se entregó por cuenta propia.

La tenemos esposada y desarmada en el pasillo —afirmó el soldado sin creerse sus propias palabras.

Virion suspiró profundamente, cruzó ambas manos sobre el escritorio y asintió.

—Hazla pasar.

El teniente se mantuvo inmóvil y la expectativa cuando la puerta se abrió de nuevo y la figura de Elda Skygger fue conducida hasta el interior, escoltada por sus hombres.

A pesar de estar esposada, la mujer avanzó como si aquella habitación le perteneciera, con las botas golpeando suavemente el piso de madera encerada y una mirada que apestaba a soberbia y… mucho Zorog.

Sin esperar invitación, tomó asiento en la butaca frente al teniente, cruzando las piernas con una descarada confianza.

El teniente se mantuvo firme, pero sabía bien que no todos los días se presentaba así como así, nada más y nada menos que una capitana pirata.

Y mucho menos con cadenas en las muñecas.

Desde que se había enterado del encarcelamiento de su hijo, Zuhon Skygger, el teniente se había pasado la tarde entera leyendo informes sobre su madre y los delitos cometidos por el temerario Albatroz.

Números de barcos saqueados, tripulaciones desaparecidas, rumores de pactos oscuros en puertos sin ley.

Y ahora ella estaba allí, entregándose en bandeja de plata.

Algo que era demasiado bueno como para ser cierto.

Podría hacerla arrastrar hasta una celda y limpiar con un solo gesto uno de los nombres más temidos en la lista negra de Tyria.

Ese simple acto lo grabaría en la memoria de la Marina como el hombre que doblegó a Skygger.

Pero algo dentro de él le decía que podría sacarle jugo a esta repentina y única oportunidad.

—Capitana Skygger.

Soy el teniente Kryst —saludó Virion, observándola fijamente—.

Admito que su presencia aquí es una sorpresa.

Siempre asumí que los piratas eran… más pragmáticos, menos dados a los sentimentalismos.

Ver que se presenta aquí por uno de los suyos, aunque sea su hijo, me lleva a pensar que quizás todavía le queda algo de humanidad en su interior.

Elda arqueó una ceja y soltó una carcajada breve y burlona.

—Siento decepcionarle, teniente, pero en realidad estoy aquí por otra cosa.

Virion frunció el ceño, desconcertado.

—Le escucho, entonces.

Elda se inclinó hacia adelante, apoyando un codo sobre la rodilla con una sonrisa.

—Mire… ¿Señor Kyrst, no?

Seamos breves.

No era mi intención atracar en Tyria.

Un Therfos marino nos emboscó, un Estryzor para ser exactos.

Usted comprende, no tuvimos más remedio que tocar tierra.

Así que vengo en persona a proponerle un trato.

—Sus ojos relucieron con una mezcla peligrosa de diversión y astucia—.

Si usted ha leído mi perfil en esos archivos, sabrá que no soy de las que negocian con militares, pero ahora mismo me veo obligada a hacerlo.

Así que si usted me ofrece, amablemente, uno de sus navíos pequeños, me encantaría saldar cuentas con ese estúpido Therfos.

Estoy segura de que un Estryzor merodeando las costas de Esenjyar no es precisamente bueno para los negocios náuticos.

El teniente guardó silencio unos segundos antes de echarse hacia atrás en su silla y soltar una breve carcajada.

—¿Usted se ha vuelto loca, capitana?

¿Acaba de pedirme que le entregue un barco a una pirata?

¿Me toma por crédulo?

—Para nada —respondió Elda con calma—.

Y tampoco estoy bromeando.

El soldadito a mi derecha me quitó un contrato que quiero que lea con mucha atención.

Ahí está todo más que clarito.

Lo que decida, sea inteligente, y hágalo después de leerlo.

Con cierto escepticismo, Virion ordenó que se le entregara el contrato.

El soldado actuó con rapidez y le ofreció un rollo de papel amarillento que Kryst desplegó en la mesa.

Sus ojos recorrieron las letras, y al ver los grabados y los sellos, lo reconoció al instante.

—¿Un contrato de sangre?

—preguntó el hombre.

—Exactamente —confirmó Elda, con un sutil destello de astucia en la mirada—.

Ahí queda especificado que no utilizaré el barco para escapar, atacar a la armada, traicionarlos, o cualquier estupidez semejante.

Ese navío será únicamente utilizado para acabar con el Estryzor.

Y, como bien sabrá, incumplir un contrato de sangre conlleva consecuencias bastante… desagradables.

Virion frunció los labios, volviendo a leer rápidamente el contenido, asegurándose de no haber pasado por alto ninguna cláusula.

—Explíquese —pidió, sin despegar sus ojos del documento.

—Simple: si intento cualquier artimaña que rompa mi palabra, la Imagia del contrato me hará vomitar sangre hasta morir —dijo la mujer con sorprendente ligereza—.

Una muerte muy dolorosa, según me han dicho.

Por otro lado, usted no corre ningún riesgo y puede quedarse con el crédito de haber asesinado a un Estryzor.

O de haberme asesinado a mí, si el monstruo me vence.

El teniente Kyrst cerró el contrato con lentitud, pensativo.

—¿Y qué gana exactamente con esto?

¿Cómo está tan segura de que ganara?

—Aunque tengo mis trucos, la realidad es que no estoy completamente segura de que venceré.

De todas maneras, si no logro hacerlo, al menos lo dejaré bastante debilitado para que sus hombres le den el golpe de gracia.

La mirada del teniente se desvió hacia un lado.

Su rostro lo decía todo.

Estaba considerando la propuesta.

—Y si cumplo con mi palabra y destruyo al monstruo, lo único que pido a cambio es que me permita marcharme con el barco.

Nada más.

Virion levantó una ceja.

—¿Y su hijo qué?

Elda se encogió de hombros con total indiferencia.

—Haga lo que le plazca con ese inútil.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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