La Mascota del Tirano - Capítulo 731
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Capítulo 731: Audiencia privada con la Reina
La cumbre mundial era una reunión de naciones soberanas de todo el mundo para hablar sobre la paz, el comercio y asuntos serios que concernían al mundo. De los 245 países del mundo, 193 de ellos eran participantes activos.
Por lo general, se celebraba cada cinco o diez años; a veces, el intervalo era más largo. Nunca en los registros históricos había una cumbre mundial con un intervalo menor a cinco años, hasta ahora.
Aunque la cumbre de este año tenía una agenda diferente, que era dar la bienvenida al ascendente reino de las criaturas de la noche. Por atrevido y peligroso que pudiera sonar pisar esa tierra, aparentemente, aquellos que recibieron la invitación real de la infame Reina no tenían elección. Rechazar su invitación podría ser equivalente a una declaración de enemistad.
No todos los reyes o emperadores eran lo suficientemente osados como para enfrentarse a la Reina, quien gobernaba la tierra de los «descendientes de demonios». Por lo tanto, aceptaron la invitación y, después de meses, aquellas figuras prominentes de todo el mundo habían llegado a un mismo lugar, uno tras otro.
Uno de ellos era el emperador del nuevo Imperio Maganti, Ismael Imperial.
—Por favor. Su Majestad, la Reina está adentro —Gustavo enfrentó a Ismael con una sutil sonrisa, moviendo su brazo hacia la puerta cerrada mientras permanecía a un lado.
Ismael arqueó una ceja, inclinando la cabeza hacia un lado. Al ver su reacción, la educada sonrisa de Gustavo se mantuvo.
—Este es el lugar más lejano al que puedo acompañarle, Su Majestad —explicó Gustavo cortésmente.
—Ahh… —Ismael balanceó su cabeza, sin darle mucho peso a la razón por la que Gustavo no podía acompañarlo adentro. Puso sus ojos en la puerta, dio un paso adelante y levantó su puño para llamar. Pero antes de que sus nudillos pudieran tocar la superficie de la puerta, Gustavo habló.
—No es necesario que toque, Su Majestad. Su Majestad, la Reina, dijo que podía entrar en cualquier momento.
Ismael se detuvo, girando su cabeza hacia Gustavo. Todo lo que vio fue la palma del último levantándose, señalando la puerta.
—No le gustan los ruidos innecesarios —añadió Gustavo.
Ismael interpretó esto como que la Reina no quería que otros supieran que se reunían. La Cumbre aún no había comenzado porque todavía faltaban varios monarcas de tierras lejanas que no habían llegado al Continente Central.
—De acuerdo —asintió en señal de entendimiento, aclarando su garganta mientras volvía a enfocar su atención en la puerta. Aunque Gustavo le había dicho que no era necesario llamar, Ismael sintió una ligera incomodidad al irrumpir en el salón de la Reina sin anunciar su llegada.
Ismael extendió cuidadosamente la mano hacia la perilla, tomando aire para calmar el ligero nerviosismo en su corazón. Luego empujó la puerta con cuidado, dio un paso al frente y cerró la puerta detrás de él con igual cautela. Una vez que enderezó su postura, sus ojos comenzaron a explorar la sala.
La habitación en la que entró era como un salón con otra estancia conectada a esta. Pensando que Aries estaba del otro lado, Ismael avanzó hasta colocarse en el centro, donde podía ver la extensión de la sala.
Cuando giró la cabeza, su rostro se contrajo.
Allí, al otro lado de la habitación, había una bañera redonda y gigantesca. Unas exuberantes plantas verdes colgaban del borde, mientras la persona sumergida en la bañera descansaba con la parte posterior de su cabeza contra el borde. Desde su punto de vista, Ismael solo podía ver la parte superior de la cabeza de la Reina.
«Con razón no podía entrar», pensó Ismael para sí. «Está bañándose. ¿Acaso me trajo aquí para incriminarme?»
Pensamientos negativos se arremolinaron inmediatamente en la mente de Ismael, a pesar de saber que Aries era una aliada de su imperio. Después de todo, nadie podía decir qué pasaba por la cabeza de esa mujer. Ella podría romper su alianza si así lo deseara, e Ismael era consciente de que no podría hacer nada al respecto si eso ocurriera.
«Bueno… ella no sabe que estoy aquí, ¿verdad? No hice ningún ruido, así que…» Ismael dio un cuidadoso paso hacia atrás, planeando salir de la sala para evitar cualquier «malentendido» o cualquier mala interpretación que esta audiencia privada pudiera causar.
No obstante, justo cuando dio un paso atrás, Ismael se congeló en el lugar.
—¿Ya llegó?
Ismael lentamente dirigió sus ojos hacia la persona sumergida en la bañera. Ella no se movió de su posición, pero escuchar esa voz familiar, calmada pero fría, después de tanto tiempo, lo hizo tragar saliva.
—No —aclaró su garganta, recuperando su pie mientras se erguía. Ella no mencionó un nombre, pero inmediatamente supo a quién se refería. Solo había una persona que le preocupaba que Ismael conociera.
Curtis.
—Quería e insistió en venir conmigo como mi caballero, pero me negué —continuó solemnemente—. No creo que quiera tratar con él en este momento, Su Majestad.
El silencio siguió a las noticias que trajo consigo, haciéndolo sentir un poco nervioso al pensar en qué estaría ella reflexionando sobre su decisión. Con el establecimiento del Continente Central en el mundo exterior, muchos quedaron conmocionados. Aquellos que ya conocían la existencia de los vampiros solo se tornaron más cautelosos.
Pero en el Maganti, cuando supieron quién era la persona sentada en el trono, el Gran Duque de Rikhill, Curtis, había estado inquieto. Había solicitado una audiencia privada con el emperador, Ismael, más veces de las que había pedido desde el reconocimiento oficial de Rikhill como un estado del Imperio Maganti.
Curtis buscaba esclarecimientos de Ismael, esperando que este último supiera más sobre el asunto. Pero, lamentablemente, Ismael no estaba tan bien informado como otros pensaban. Sabía algunos detalles, pero no todo. Ismael tampoco investigó, sabiendo que había ciertas cosas que era mejor dejar desconocidas.
Todo lo que sabía era lo que Aries le había contado; eso era todo. Todo lo que ella no había dicho, Ismael solo podía suponerlo para matar el tiempo o si quería que le doliera la cabeza.
Era mejor así.
—Ya veo… —fue todo lo que escuchó como respuesta después de dos minutos de silencio.
—El jefe del Gabinete de la Reina me condujo hasta este lugar, pero asumo que hubo un malentendido entre nosotros. Por lo tanto, me disculparé primero y la veré cuando esté preparada para recibir una audiencia privada
Ismael fue interrumpido cuando un breve estallido de risa suya resonó, acariciando sus oídos. Sus risas eran muy agradables de escuchar, aunque no se podía negar el toque de escalofrío que llevaban consigo.
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