Lo qué el viento no se llevó - Capítulo 15
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15: Capítulo 15 15: Capítulo 15 Mi alarma sonó y rápido la apague, no había sido capaz de dormir, solo imaginar que Vera dormía en la habitación de al lado me generaba inquietud, más sabiendo que dormía en su habitación con sus sabanas.
Cuando me levanté de la cama lo primero que hice fue chequear los mensajes, había uno en particular que llamó mi atención.
Noémi: Noah, ¿todo bien por allá?
Estás algo distante, llámame cuando puedas.
Dejé ese mensaje de lado y pasé por escribirle a mi jefe, decirle que como no tenía pendientes urgentes para ese día, trabajaría a un ritmo más lento y si necesitaba algo, tan solo me llamara.
Llamé a mi madre para avisarle que me encontraba muy bien y contarle lo que había ocurrido anoche con Emma, enseguida también me comuniqué con Sofía para pedirle un favor.
Cuando salí de la habitación Vera y Emma no se habían despertado aún, me tomé el atrevimiento de meterme a su cocina y preparar algo de desayuno, en el momento que reventé un par de huevo sobre la sartén, escuché la puerta de Emma abrirse, Vera salía con la niña en sus manos.
—Lo siento.
—dijo ella llevando su mano a su cabello despeinado.
—No sé porque pensé que te habías ido hace horas.
—No te preocupes, ¿Emma come huevos?
—pregunté.
—Si, pero sin sal.
—dijo ella sonriendo.
Al cabo de unas horas, Emma estaba completamente bañada y vestida, había desayunado y Vera le había dado los jarabes que le había recetado el doctor por el golpe.
Vera se encontraba recogiendo los juguetes de Emma cuando tocaron a la puerta, el sol comenzaba a filtrarse por la ventana.
Me levanté para atender y era Sofía que traía en sus manos una bolsa de papel, detrás de ella venía Isaac entrando con una mujer.
—¡Nora!
—gritó Vera cuando vio a la mujer.
—Que hermosa estás.
—Si, también es un placer verte.
—dijo Isaac.
Se acercó a mí y me abrazó muy fuerte.
Sofía se acercó a Emma dejando la bolsa en el suelo, Emma corrió a darle un abrazo.
—Hueles delicioso.
—dijo Sofía.
—El olor de recién bañada.
—comentó Vera.
—Si me permiten, quiero oler a lo mismo.
—¿Lo trajiste?
—pregunté a Sofía.
—Si, tu madre me dijo que fue justo lo que pediste de la maleta.
—respondió ella.
—Noah, quiero presentarte a mi esposa, Nora.
—dijo Isaac presentándome a la mujer que lo acompañaba.
Sentí de nuevo el peso en mi corazón, mis amigos habían hecho su vida, se habían enamorado, habían tenido hijos, se habían casado, y aunque es un logro que no me arrepiento de hacer, había recorrido el mundo, más allá de la satisfacción personal de haberlo casi logrado, porque aun me quedan lugares por conocer, siento que no había hecho algo productivo por mi vida.
Una hora más tarde, Vera y yo nos encontrábamos arreglados, estábamos todos tomando café y hablando sobre anécdotas, cuando de repente, Sofía comenzó a llorar, nunca la había visto derrumbarse de ese modo.
Vera se acercó a ella tendiéndole una caja de pañuelos que estaba en la mesa de centro.
—Lo lamento.
—dijo Sofía entre sollozos.
—Pero, lo extraño mucho y estoy segura de que es algo que le hubiera gustado ver.
—No tienes porqué lamentarlo, Sofía.
—dijo Nora.
—Eres libre que expresarte como gustes, si quieres llorar, solo hazlo, estaremos aquí para apoyarte.
Entre los brazos de Vera lloraba sin parar mientras Nora le acariciaba el cabello, quizá no se había permitido llorar por la muerte de quien era su novio, su pareja, su amor.
Con esa escena solo me podía preguntar, ¿de qué otras cosas me habré perdido?
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