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Lobo solitario, de vuelta al amor - Capítulo 111

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111: Lo que me fue negado 111: Lo que me fue negado **Leah** No era rabia.

O no solo rabia.

Era cansancio.

Un cansancio viejo, profundo, que no se iba con correr más rápido, ni con cambiar de fase, ni con gritarle al bosque hasta quedarse sin voz.

Un cansancio que se le había instalado en los huesos desde el día en que entendió que su vida había quedado suspendida en un punto muerto mientras la de todos los demás avanzaba.

Sam tenía un hijo.

Emma estaba embarazada.

Rachel se había casado.

Bella había tenido a Renesmee.

Incluso Jacob —Jacob, que había sufrido como un condenado— ahora tenía una esposa, un hogar, un futuro que latía dentro de otro cuerpo.

¿Y ella?

Ella seguía atrapada.

Siempre la misma edad.

Siempre el mismo cuerpo.

Siempre el mismo recuerdo.

Ser la única mujer que se transformaba no la hacía especial.

La hacía **sola**.

Sabía lo que los demás no decían en voz alta.

Sabía lo que pensaban cuando la miraban demasiado tiempo o cuando bajaban la voz al hablar del embarazo de Emma.

No era lástima lo que le molestaba.

Era la confirmación silenciosa de que algo le había sido negado sin preguntarle si estaba dispuesta a pagar el precio.

No podía tener hijos.

No podía avanzar.

No podía olvidar.

La licantropía no solo le había robado a Sam.

Le había robado la posibilidad misma de elegir.

Por eso, cuando tomó la decisión, no fue impulsiva.

Fue dolorosamente lúcida.

Pidió hablar con Jacob al caer la tarde.

No como amiga.

No como mujer herida.

Como **alfa**.

Jacob la recibió en el límite del territorio, donde el bosque se abre y el aire parece más liviano.

La miró con atención, de verdad, y eso casi la hizo retroceder.

Casi.

—¿Qué pasa, Leah?

—preguntó.

Ella cruzó los brazos.

—Quiero irme.

Jacob no habló de inmediato.

—¿Irme cómo?

—De la manada —respondió sin rodeos—.

De la transformación.

El silencio cayó entre ellos como un peso.

Jacob frunció el ceño.

—Eso no es algo que se diga a la ligera.

—No lo estoy diciendo a la ligera —replicó—.

Llevo años pensándolo.

Él la observó con cuidado.

No había desafío en su postura.

Tampoco dramatismo.

Solo una tristeza contenida que ya no sabía a dónde ir.

—Sabes lo que implica —dijo Jacob finalmente—.

Abandonar la fase no es inmediato.

El cuerpo tarda años en volver a envejecer.

Podría costarte tiempo de vida.

Leah soltó una risa seca.

—¿Tiempo de qué vida, Jake?

¿Esta?

Hizo un gesto amplio, abarcándolo todo.

—¿La vida de ver cómo todos avanzan mientras yo me quedo congelada?

¿La de compartir la manada con el hijo del hombre que iba a ser mío?

¿La de escuchar latidos que nunca van a ser para mí?

Jacob apretó la mandíbula.

—La mayoría abandona por amor —dijo—.

Para envejecer con alguien.

—Yo no —respondió ella con firmeza—.

Yo quiero irme para **dejar de doler**.

Eso lo detuvo.

—No quiero una pareja humana —continuó—.

No quiero reemplazos.

No quiero consuelos.

Quiero distancia.

Quiero silencio.

Quiero ver el mundo sin que cada esquina me recuerde lo que perdí.

Bajó la voz.

—Quiero volver a sentir que mi vida me pertenece.

Jacob respiró hondo.

Como alfa, sabía que podía negarse.

Como amigo, sabía que no debía.

—La manada no te retiene por obligación —dijo al fin—.

Nunca lo ha hecho.

Leah levantó la mirada, sorprendida.

—¿Entonces…?

—Entonces tienes mi autorización —respondió—.

Pero no porque quieras huir.

Sino porque mereces elegir.

Ella tragó saliva.

—No va a ser fácil —añadió Jacob—.

Habrá días en que el cambio te llamará.

Otros en que el dolor se hará más fuerte antes de ceder.

Y no puedo prometerte que al final todo será mejor.

Leah asintió.

—No necesito promesas —dijo—.

Solo necesito intentarlo.

Se giró para irse, pero se detuvo.

—Jake… —¿Sí?

—No estoy enojada con Emma.

Ni con el bebé.

—Hizo una pausa—.

Estoy enojada con un destino que decidió por mí.

Jacob inclinó la cabeza.

—Eso lo entiendo.

Leah dio unos pasos más y luego se alejó, adentrándose en el bosque como quien no huye, sino que **se despide**.

Por primera vez en mucho tiempo, no sentía rabia.

Sentía miedo.

Pero también algo nuevo.

Una chispa pequeña, frágil… …que se parecía mucho a la esperanza.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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