Lobo solitario, de vuelta al amor - Capítulo 113
- Inicio
- Todas las novelas
- Lobo solitario, de vuelta al amor
- Capítulo 113 - 113 El tiempo en contra
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo
113: El tiempo en contra 113: El tiempo en contra ** Jacob** El tiempo dejó de avanzar como lo conocía.
Ahora se deslizaba como arena entre los dedos: rápido, cruel, imposible de retener.
Habían pasado dos semanas desde el último intento de estabilizar a Emma, y nada funcionaba de manera sostenida.
Cada pequeño logro —una hora sin náuseas, un sorbo que no devolvía, un pulso más firme— era seguido por una caída más profunda.
Era como si su cuerpo estuviera atrapado en una guerra que no terminaba de definirse, una batalla interna donde no había treguas.
Emma ya no caminaba por la casa.
Se desplazaba pocos pasos, apoyada en mí, y aun así terminaba exhausta, como si hubiera corrido kilómetros.
La fuerza que siempre la había caracterizado —esa mezcla suya de voluntad y quietud— se estaba deshilachando frente a mis ojos.
Y aun así, seguía.
No porque su cuerpo pudiera, sino porque ella se negaba a rendirse.
—Estoy bien —mentía con una voz que ya no lograba engañar a nadie.
Yo asentía, porque discutirle eso era perder energía que necesitábamos para otra cosa: resistir.
El abdomen había crecido de forma alarmante.
Lo que al inicio parecía una progresión acelerada pero comprensible, ahora había dejado de seguir cualquier patrón conocido.
Cinco semanas… cinco meses… ya no sabíamos cómo llamarlo.
Su vientre era una gran curva tensa y sobresaliente, la piel estirada, cálida al tacto, demasiado firme.
Demasiado viva.
Carlisle no lo decía en voz alta, pero yo lo veía en su mirada.
En la forma en que tomaba notas que luego rompía.
En cómo comparaba cifras que ya no encajaban con nada que hubiera visto antes, ni siquiera con Bella.
—No responde igual —admitió una noche, cansado—.
No hay equilibrio.
Solo compensaciones temporales.
Lo habían intentado todo.
La alimentación humana: rechazada con violencia.
La sangre en bolsas: apenas tolerada, nunca suficiente.
Los suplementos, los líquidos, las combinaciones imposibles: funcionaban unas horas… y luego el cuerpo de Emma colapsaba de nuevo.
Era como si algo dentro de ella aceptara lo que el otro rechazaba, y ninguno estuviera dispuesto a ceder.
Y mientras tanto, ella se apagaba.
Dormía a ratos, inquieta, con el ceño fruncido incluso en sueños.
A veces despertaba desorientada, llevándose una mano al vientre como si necesitara asegurarse de que seguía ahí… de que seguían ahí.
Yo no me movía de su lado.
Si cerraba los ojos, era porque estaba sentado junto a la cama, con su mano entre las mías.
Si respiraba con dificultad, contaba cada inhalación como si el ritmo de su vida dependiera de mi atención.
Y quizá dependía.
El miedo no era nuevo para mí.
Había vivido con él desde que supe que podía perderla.
Pero esto… esto era distinto.
No había enemigo al que morder, ni amenaza que enfrentar con los dientes.
No había rastro que seguir, ni cuerpo que derribar.
Solo el tiempo.
Y el tiempo estaba ganando.
—Jake… —susurró una madrugada, con la voz quebrada—.
Si algo… —No —la interrumpí, inclinándome sobre ella—.
No empieces.
Sus ojos verdes, apagados pero aún decididos, me miraron con una mezcla de disculpa y terquedad.
—No me voy a ir —dijo—.
Pero necesito que tú tampoco te rindas.
Tragué saliva.
—Jamás.
Y lo decía en serio.
Aunque no supiera cómo.
Aunque cada latido de su corazón se sintiera como una cuenta regresiva.
Aunque su cuerpo ya no pareciera seguir las reglas de ningún mundo.
Algo estaba creciendo dentro de ella con demasiada prisa.
Algo que no se parecía a nada que conociéramos.
Y mientras todos buscábamos respuestas, yo solo tenía una certeza brutal y simple: Si el cuerpo de Emma no encontraba pronto un punto de equilibrio, el tiempo no nos daría otra oportunidad.
Y yo no estaba preparado para un mundo sin ella.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com