Leer Novelas
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
Avanzado
Iniciar sesión Registrarse
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
  • Configuración de usuario
Iniciar sesión Registrarse
Anterior
Siguiente

Lobo solitario, de vuelta al amor - Capítulo 118

  1. Inicio
  2. Todas las novelas
  3. Lobo solitario, de vuelta al amor
  4. Capítulo 118 - 118 Dos latidos
Anterior
Siguiente
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo

118: Dos latidos 118: Dos latidos **Emma** No sabía que la sangre podía sentirse así.

No como necesidad.

No como hambre ciega.

Sino como **vida**.

Cuando Jacob me ofreció su muñeca y acepté —temblando, avergonzada, desesperada—, pensé que algo dentro de mí se rompería para siempre.

Había pasado más de un siglo rechazando esa posibilidad, aferrándome a límites que creía inquebrantables.

Y sin embargo, cuando su sangre tocó mi lengua, cuando el calor vivo corrió por mi garganta y se expandió por mi cuerpo… fue como despertar de un largo invierno.

No hubo culpa.

No hubo miedo.

Solo alivio.

Mi cuerpo respondió de inmediato, como si hubiera estado esperando exactamente eso.

La debilidad cedió.

El mareo se disipó.

El dolor dejó de dominar cada pensamiento.

Por primera vez desde que supe que estaba embarazada, **me sentí viva otra vez**.

Jacob me sostuvo todo el tiempo, firme, seguro, sin una sola duda.

Y yo entendí algo esencial: no estaba cruzando una línea prohibida, estaba **sobreviviendo**.

Después vino la revelación.

No era uno.

Eran dos.

Dos presencias distintas, dos energías que hasta ese momento habían estado chocando dentro de mí como fuerzas opuestas sin saber cómo coexistir.

De pronto todo tuvo sentido: el rechazo a la comida, a la sangre procesada, el conflicto constante, el desgaste brutal.

No era mi cuerpo fallando.

Eran ellos, buscando su lugar.

Cuando Edward lo dijo en voz alta —cuando confirmó que eran mellizos, de naturalezas diferentes— sentí una oleada de emociones tan intensa que tuve que cerrar los ojos.

Jacob me tomó la mano con fuerza, como si temiera que yo saliera flotando del mundo.

Dos bebés.

Dos vidas.

Dos destinos creciendo dentro de mí.

La casa se llenó de una felicidad nueva, casi tímida al principio, como si todos temieran nombrarla demasiado fuerte.

Pero pronto llegaron las sonrisas, las preguntas, los nombres que empezaron a aparecer en voz alta, como promesas.

—¿Niños o niñas?

—¿Uno y uno?

—¿Dos niñas?

—¿Dos terremotos como su padre?

Emmett, por supuesto, no tardó.

—¿Vieron?

—dijo con una sonrisa que ocupaba media sala—.

Se los advertí.

Esta pareja nos va a llenar la casa de niñitos.

Entre los dos van a repoblar el mundo.

Rodé los ojos, pero me reí.

Reír… cuánto lo había extrañado.

En cuestión de días, mi cuerpo se estabilizó.

Los líquidos dejaron de ser necesarios.

La sangre —la de Jacob— se convirtió en un sostén real.

Los latidos dentro de mí ya no luchaban; ahora parecían… acompasarse.

Y entonces apareció **otro** desafío.

Mis hormonas.

Cuando el malestar físico cedió, algo más despertó con una intensidad arrolladora.

Hambre, sí… pero no de sangre.

No de comida.

De **él**.

El deseo me recorría como una fiebre suave pero constante.

No era ansiedad ni desesperación: era necesidad profunda, emocional y corporal al mismo tiempo.

Una urgencia íntima, casi primitiva.

—Jacob —le dije una noche, mirándolo con decisión—.

Llévame a la cabaña.

Hacía semanas que no íbamos.

Todo había girado en torno a cuidados, vigilancia, supervivencia.

Pero yo necesitaba volver allí.

A nuestro espacio.

A nosotros.

Cuando estuvimos solos, no pude contenerme.

—Te necesito —le dije, sin rodeos—.

Quiero sentirte.

Por favor.

Él dudó.

Siempre tan cuidadoso.

Siempre poniéndome a mí por delante de todo.

—Amor… —murmuró—.

¿No sería mejor esperar a que nazcan los bebés?

Negué con la cabeza, acercándome.

—No —susurré—.

Ahora.

Te necesito ahora.

Me miró largo rato, como si evaluara cada posibilidad, cada riesgo.

Y luego, como siempre, eligió confiar en mí.

Me amó con una delicadeza reverente, como si mi cuerpo fuera un territorio sagrado.

No hubo prisa, no hubo miedo.

Solo cuidado, ternura y ese fuego profundo que siempre nos había unido.

Por primera vez desde el inicio del embarazo, no sentí que mi cuerpo fuera un campo de batalla.

Sentí que volvía a ser **hogar**.

Al final, me quedé dormida entre sus brazos, con las manos apoyadas sobre mi vientre, consciente de los dos latidos que ahora coexistían en calma.

El camino seguía siendo incierto.

El final, desconocido.

Pero por primera vez… las cosas iban tomando un mejor rumbo.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

Anterior
Siguiente
  • Inicio
  • Acerca de
  • Contacto
  • Política de privacidad

© 2025 LeerNovelas. Todos los derechos reservados

Iniciar sesión

¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

Registrarse

Regístrate en este sitio.

Iniciar sesión | ¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

¿Perdiste tu contraseña?

Por favor, introduce tu nombre de usuario o dirección de correo electrónico. Recibirás un enlace para crear una nueva contraseña por correo electrónico.

← Volver aLeer Novelas

Reportar capítulo