Lobo solitario, de vuelta al amor - Capítulo 122
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- Capítulo 122 - 122 Dos soles en mis brazos
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122: Dos soles en mis brazos 122: Dos soles en mis brazos **Jacob** Yo papá.
La idea todavía no terminaba de acomodarse en mi cabeza cuando los vi por primera vez.
Dos cuerpos diminutos, calientes, vivos.
Dos respiraciones nuevas reclamando espacio en el mundo… en *nuestro* mundo.
Anthony y Elliot.
Nuestros rasgos mezclados en esas pequeñas presencias era algo que me dejó sin aire.
Uno con mis ojos cafés, oscuros y atentos; el otro con los ojos verdes de Emma, profundos, tranquilos.
Uno parecía necesitar sangre, el otro comida, y aun así ambos me miraban como si ya supieran exactamente quién era yo.
Como si siempre me hubieran estado esperando.
Sentí algo romperse dentro de mí, algo antiguo, algo duro que no sabía que aún llevaba.
No fue dolor.
Fue amor.
Un amor brutal, inmediato, irreversible.
Yo… ¿papá?
Nunca imaginé que esa palabra pudiera sentirse así.
No como una carga, no como miedo, sino como una certeza absoluta: *haría cualquier cosa por ellos*.
Sin pensarlo.
Sin dudarlo.
—Felicitaciones, campeón —anunció Emmett, rompiendo el silencio con una sonrisa enorme—.
Resultaste todo un semental.
Las risas estallaron alrededor.
Incluso yo solté una carcajada, todavía incrédulo, todavía flotando en ese estado extraño donde todo parece demasiado real y demasiado perfecto al mismo tiempo.
—Cállate, Emmett —gruñí sin ganas, porque en el fondo… no podía dejar de sonreír.
Las felicitaciones llegaron de todos lados.
Carlisle con esa mirada orgullosa de médico y de padre.
Esme con lágrimas que no emergieron pero que estarían si su naturaleza se lo permitiera.
Rosalie observándolos con una mezcla de asombro y algo parecido a ternura pura.
Jasper sereno, pero emocionado.
Bella sonriendo como si el mundo acabara de alinearse de nuevo.
Y Nessy… Nessie era pura felicidad.
Saltaba de un lado a otro, mirándolos como si fueran el regalo más grande que le habían dado en la vida.
—¡Son míos también!
—decía—.
Son mis primitos.
Alice, por supuesto, ya estaba en modo Alice.
—Bien —anunció con determinación—.
Necesitaremos ropa.
Mucha ropa.
Y no cualquier ropa.
Estoy hablando de *la* ropa de bebés más exclusiva que exista.
—Claro que sí —murmuró Edward—.
Porque eso era lo urgente.
Emma los sostenía con una calma que me dejó sin palabras.
Exhausta, pálida, pero radiante.
La miré y supe, con una claridad que dolía, que había sido testigo del acto más valiente que jamás vería en mi vida.
Me acerqué, tomé a uno de ellos con cuidado, como si el mundo entero dependiera de que no cometiera un error.
Anthony o Elliot… no importaba.
Ambos eran míos.
Ambos eran parte de mí.
—Hola —susurré—.
Soy papá.
No sé si fue imaginación, instinto o pura necesidad, pero sentí que me reconocían.
Y entonces lo entendí del todo.
No solo habíamos sobrevivido.
No solo habíamos vencido al miedo, a la incertidumbre, al caos.
Habíamos creado vida.
Anthony y Elliot Black.
Nuestros hijos.
Y el mundo, por primera vez en mucho tiempo, me pareció exactamente donde debía estar.
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