Leer Novelas
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
Avanzado
Iniciar sesión Registrarse
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
  • Configuración de usuario
Iniciar sesión Registrarse
Anterior
Siguiente

Lobo solitario, de vuelta al amor - Capítulo 13

  1. Inicio
  2. Todas las novelas
  3. Lobo solitario, de vuelta al amor
  4. Capítulo 13 - 13 Cicatrices que no se ven
Anterior
Siguiente
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo

13: Cicatrices que no se ven.

13: Cicatrices que no se ven.

“Jacob” Su regreso no fue silencioso para mí.

La montaña me avisó primero, como siempre: el rumor lejano del motor cortando la quietud, la vibración leve que se extendió por la tierra, y luego… su esencia.

Clara.

Inconfundible.

Emma había vuelto.

Sentí alivio.

Un alivio tan inmediato que me irritó.

La observé desde la espesura mientras descargaba provisiones con movimientos precisos, eficientes.

Se veía… bien.

Íntegra.

Y eso, en lugar de tranquilizarme, me tensó aún más.

Algo dentro de mí estaba preparado para el abandono, para la confirmación de que no volvería.

Su presencia desarmó esa expectativa de golpe.

Cuando finalmente dejé que me viera, lo hice mal.

Mi postura fue cerrada.

Mi expresión, dura.

No pregunté si estaba bien, no comenté nada sobre su ausencia.

Dejé que el enojo —uno que ni siquiera terminaba de comprender— hablara por mí.

Vi el cambio en su rostro.

Emma se detuvo apenas un segundo.

No dijo nada.

Pero algo en su mirada se quebró de forma casi imperceptible, como si hubiera esperado… otra cosa.

Luego levantó un muro y se dio la vuelta, regresando a su cabaña sin mirarme de nuevo.

La culpa llegó tarde.

Me quedé inmóvil, observando cómo desaparecía entre los árboles, con una presión incómoda en el pecho.

No era victoria lo que sentía.

Era otra cosa.

Algo torcido.

Algo que se parecía demasiado a haber fallado.

No tuve tiempo de ahondar en ello.

El olor me golpeó de pronto.

Sangre humana.

Fresca.

Mezclada con miedo, sudor y el pánico torpe de quienes no pertenecen a este entorno.

Dos presencias.

Heridas.

Demasiado cerca de una zona inestable.

Me lancé sin pensarlo.

Emma llegó casi al mismo tiempo.

Nos detuvimos a pocos metros del desastre: dos hombres atrapados en una pendiente peligrosa, la nieve cediendo poco a poco bajo su peso.

Uno consciente apenas.

El otro inconsciente, sangrando.

Mi primera reacción fue mirarla.

No por estrategia.

Por miedo.

El olor era intenso.

Demasiado.

Durante una fracción de segundo pensé que aquello podía desestabilizarla, que la cercanía de la sangre humana podía empujarla a un límite que no conocía.

Estaba equivocado.

Emma se movió con una calma precisa, casi quirúrgica.

No hubo vacilación en sus gestos ni urgencia desmedida.

Se arrodilló junto al herido más grave y empezó a contener la hemorragia con lo que tenía a mano.

—Tranquilo —le dijo al hombre con una voz firme—.

Respira.

Me miró entonces.

Como si hubiera leído exactamente el pensamiento que me había cruzado.

—Afortunadamente —dijo en voz baja—, mi sed está controlada.

No fue un desafío.

Tampoco una explicación.

Fue una línea trazada.

Y aun así, algo en su voz… algo en la forma en que apartó la mirada después, me dijo que no era una frase ligera.

Que detrás había más.

Mucho más.

Un peso antiguo que no me pertenecía, pero que había rozado sin querer.

No insistí.

Trabajamos rápido.

Entre los dos movimos a los hombres hacia una cornisa más estable, visible desde el sendero principal.

Cubrimos sus cuerpos, dejamos marcas claras, señales inequívocas para los equipos de rescate.

El sonido lejano de un helicóptero empezó a crecer en el aire.

Era nuestra señal para desaparecer.

Emma se incorporó primero.

Su cuerpo estaba tenso, como si levantar distancia fuera un acto consciente.

No me miró al irse.

La vi marcharse entre los árboles, su figura perdiéndose con una determinación que no me pasó desapercibida.

Me quedé atrás, inmóvil, mientras el ruido del rescate humano llenaba el valle.

Había regresado.

Y yo, en lugar de acercarla, la había empujado.

Solo entonces entendí que, sin querer, había tocado una cicatriz que no era nueva.

Y que verla alejarse así… dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

Anterior
Siguiente
  • Inicio
  • Acerca de
  • Contacto
  • Política de privacidad

© 2025 LeerNovelas. Todos los derechos reservados

Iniciar sesión

¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

Registrarse

Regístrate en este sitio.

Iniciar sesión | ¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

¿Perdiste tu contraseña?

Por favor, introduce tu nombre de usuario o dirección de correo electrónico. Recibirás un enlace para crear una nueva contraseña por correo electrónico.

← Volver aLeer Novelas

Reportar capítulo