Lobo solitario, de vuelta al amor - Capítulo 5
- Inicio
- Todas las novelas
- Lobo solitario, de vuelta al amor
- Capítulo 5 - 5 Confrontación
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo
5: Confrontación 5: Confrontación Jacob No sé qué demonios me pasa.
Desde que me encontré con esa mujer —esa criatura extraña que vive en lo más profundo de esta montaña congelada— mis sentidos se han vuelto un desastre.
Y lo peor es que no puedo culparlo solo al clima o a la soledad.
No.
Es ella.
Han pasado tres días desde el encuentro, y aún no logro entender mi propia reacción.
Ese día, cuando saltó del tejado con una gracia que ningún ser humano posee, algo dentro de mí se rompió.
O se encendió.
O las dos cosas.
Cuando nos acercamos lo suficiente, su fragancia me golpeó de lleno.
Una mezcla absurda de fresas, grosellas negras, peonías, jazmín rosa, almizcle, ámbar… y ese toque dulzón propio de los chupasangres.
Una locura sensorial que no tenía derecho a oler tan bien.
A la vez, mis oídos captaron el latido de su corazón.
No lento como el de una humana.
Tampoco inexistente como el de un vampiro.
Era algo intermedio: rápido, potente, vibrante.
Como una melodía.
Como si cada pulso quisiera arrastrarme con él.
Y luego están mis ojos.
Y lo que vieron no ayuda.
Una mujer esbelta, de cabello negro rizado, ojos verdes como un maldito bosque encantado y labios de un rojo imposible.
Su piel olivácea, cálida a la vista.
Nada del mármol congelado típico de los vampiros.
Ella… ella era otra cosa.
Su cuerpo no era como el de las chicas de Forks ni el de las norteamericanas comunes.
No.
Sus curvas marcadas, sus caderas, su cintura estrecha… definitivamente viene de otra parte del mundo.
Latina, quizás.
Me recordó a esas actrices de series donde todas parecen hechas para provocar infartos.
Y sin embargo, su complexión atlética delataba fuerza.
Velocidad.
Entrenamiento.
No era una muñeca bonita.
Era peligrosa.
Pero lo que realmente me desestabilizó fue sentir la temperatura que emanaba su cuerpo.
Calor.
Real calor.
Y entre su olor, sus latidos, su calor y esa cara llena de emociones —porque ella, a diferencia de un vampiro normal, *expresa*— mi cuerpo simplemente… colapsó.
Un peso invisible me aplastó.
Mis patas temblaron.
Emití gruñidos y chillidos involuntarios como si algo me desgarrara desde dentro.
Horrible.
Vergonzoso.
Ella, al verme así, se agazapó con claridad.
Lista para atacarme si hacía un movimiento en falso.
Pude ver en sus ojos cómo evaluaba si partirme el cuello o lanzarme contra una roca para dejarme inconsciente.
Maravilloso.
Tuve que reunir toda mi fuerza para controlar mi propia reacción.
Logré contenerme.
Logré dejar de gruñir.
Y fue entonces cuando ella levantó la mano, como quien frena a un animal salvaje.
Y me habló.
—Así está mejor.
Su voz… Dulce.
Suave.
Aterciopelada.
Nada que ver con lo que debería ser una semivampira.
Me incorporé lo que pude mientras ella continuaba con la mano arriba.
—No tengo intención de hacerte daño —dijo—.
Este es mi territorio.
Yo llegué primero.
Así que… vete.
Y aquí no ha pasado nada.
Quise reírme.
¿Territorio?
¿Montaña privada?
¿Reglas inventadas porque sí?
Sacudí la cabeza.
No.
No pensaba obedecerle.
Había algo en su forma de hablarme que me provocaba… no sé.
Quería desafiarla.
Molestarla.
Hacerla perder esa compostura fingida.
Bufé y me di media vuelta.
Lo necesitaba.
Necesitaba alejarme de ella antes de terminar haciendo una estupidez.
Estoy convencido de que tiene algún talento especial, como Edward o Alice.
Algo que altera mis sentidos.
No hay otra explicación lógica.
Ninguna.
La última imagen que tuve antes de perderme entre los árboles fue su rostro furioso.
Seguro interpretó mi retirada como desprecio.
Y sí… me dio risa.
Tres días han pasado desde entonces.
Tres días evitando su cabaña, rastreando para asegurarme de que no hay más criaturas como ella por aquí.
No he encontrado absolutamente nada.
Solo su esencia.
Su olor.
Por todas partes.
Y hoy… Hoy terminé cerca del río que desemboca en la cascada más imponente que he visto.
No buscaba nada.
Solo intentaba mantener mi mente en blanco.
Hasta que algo emergió del agua.
Una figura femenina.
Desnuda.
Mojada.
Perfecta en una forma que no debería afectarme, pero lo hace.
Me quedé paralizado.
Ella se irguió sobre una roca, su cabello negro cayendo en ondas húmedas sobre sus pechos cubiertos apenas por una diminuta prenda.
El agua recorría su piel cálida, resbalando por sus caderas, bajando por sus muslos fuertes.
Cada gota brillaba como si su cuerpo la encendiera desde dentro.
Y entonces levantó la mirada.
Verdad de Dios.
Nunca había visto unos ojos tan verdes… y tan peligrosos.
Me estaba mirando como si pudiera arrancarme la cabeza en cualquier momento.
La vergüenza me golpeó como un árbol cayendo.
Yo, un alfa.
Un guerrero.
Y lo único que pude hacer fue girarme… …y echarme a correr.
Porque enfrentarte a un enemigo es una cosa.
Pero enfrentar lo que esa mujer despierta en mí… Eso es otra maldita historia.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com