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121: Sangres Puras 121: Sangres Puras Una vez concluida la coronación, se celebró una fiesta para dar la bienvenida a la nueva Reina.
Ya había caído la noche.
El cielo oscuro estaba salpicado de estrellas brillantes, la luna llena y resplandeciente, casi como si ellas también celebraran a Adeline.
En el centro de todo, Adeline se sentía abrumada.
Las mismas personas que hace unas semanas cuestionaban su estatus eran las que ahora la felicitaban más efusivamente.
Aquellos que fruncían el ceño hacia ella ahora exhibían las sonrisas más amplias.
Ya no podía discernir la verdadera expresión en el rostro de cada uno.
—¿Qué piensa de la situación actual en Kastrem, Su Gracia?
¿Qué haría en el lugar del Príncipe Heredero?
—preguntó uno de los asistentes.
Adeline volvió a la realidad.
Estaba rodeada por un grupo de líderes mundiales, una mezcla de hombres y mujeres.
Miró al hombre que había hecho tan peligrosa pregunta.
Todos lo observaban.
Sabían cuán problemático era el tema de Kastrem.
—Kastrem no está bajo el control de Wraith —murmuró Adeline—.
Si no concierne a mi país, prefiero no perder el tiempo meditando sobre los “qué pasaría si” de la vida.
El hombre mayor se sorprendió ante su respuesta.
Fue el primero en reír, con una sonrisa luminosa y alegre.
—Es solo que, Su Gracia, usted solía ser la Princesa de Kastrem —comentó.
—Todavía lo soy —respondió Adeline.
Su sonrisa se desvaneció un poco.
—Ah, pero el Príncipe Heredero…
—¿El usurpador?
—replicó Adeline con un inocente pestañeo.
La palabra dejó un mal sabor en la boca de todos.
El hombre bajó su mirada un poco, incómodo por la franqueza con la que ella abordó el tema.
Ver su incomodidad la hizo sonreír.
—¿Qué sucede, Lord Baybrook?
—preguntó, inclinando la cabeza con curiosidad.
—N-no es nada, Su Gracia.
Adeline le dio una mirada divertida.
Por encima de su hombro, vio a Elías hablando con un grupo de mujeres.
Notó su amable sonrisa que nunca llegaba a sus fríos ojos.
Sonreía con facilidad, pero sin intención alguna.
Cuando él captó su mirada, la sostuvo durante un segundo y le guiñó el ojo, antes de volver a la conversación.
Una mujer mayor con cabello blanco y boina hablaba con él, vestida con ropa que era del mismo tono de color.
—Si en alguna forma la ofendí, Su Gracia, no fue mi intención —dijo finalmente Lord Baybrook.
La atención de Adeline regresó a Lord Baybrook.
Podía decir que él estaba tantendo el terreno a su alrededor, preguntándose qué la hacía enfurecerse.
Nada realmente la afectaba tanto como el repentino asalto de burlas y palabras de Elías.
Quizás por eso él siempre cruzaba sus límites, para que ella pudiera familiarizarse con la franqueza de la alta sociedad.
Aunque, el tema de Kastrem sí despertaba un sentimiento incómodo en su estómago.
Su sangre ardía con el pensamiento de su traicionero Tío, quien ejecutó un golpe de estado militar contra una niña pequeña.
¿No tenía vergüenza?
—Por supuesto que no pretendía ofenderla, cuando su título puede ser fácilmente retirado por la Familia Real, Lord Baybrook.
Seguramente no es tan necio como para provocar a la Familia Real —musitó Adeline.
Lord Baybrook retrocedió un poco, la irritación cruzando su rostro.
Forzó una gran sonrisa y bajó su cabeza.
—Puede que sea viejo, pero aún no estoy tan senil, Su Gracia —replicó.
—Hmm, hay otros que pensarían lo contrario —dijo ella.
Lord Baybrook abrió su boca, pero ella se dio la vuelta y se alejó, dejándolo allí parado, en medio de las risitas de sus pares.
Adeline vio en el rincón de sus ojos, su profundo ceño fruncido.
Caminó con brusquedad hacia Dorothy, como un niño insultado que corre a llorarle a su madre.
Entrecerró la mirada, sabiendo exactamente quién lo había enviado a provocarla en su coronación.
Los ojos de Dorothy se encontraron con los suyos, la desaprobación clara en su expresión pétreo.
—Su Gracia —saludó.
—Lady Stone —dijo Adeline con una voz agradable—.
¿No le gustaría venir y reunirse con mi grupo de amigas?
Todas las mujeres están ansiosas de conocer su encantadora presencia, Su Gracia —Minerva hizo un gesto hacia sus amigas, que se encontraban en grupos pequeños, charlando entre ellas con ligereza.
Adeline trató de controlar su expresión.
¿Era esta una provocación disfrazada de amable invitación?
Tenía la sensación de que Minerva no era tan amable como quería hacer parecer.
Adeline sospechaba que Minerva estaba del lado de Dorothy.
Aun así, Adeline no llegó a ser Reina solo para quedarse en su zona de confort el resto de su vida.
Aunque Minerva estuviera del lado de Dorothy, eso no significaba que Adeline no pudiera convencerla de pasarse al suyo.
—Estaría encantada de conocer a sus amigas —dijo Adeline.
—¡Espléndido, Su Gracia!
—Minerva enlazó su brazo con el de Adeline y juntas caminaron hacia el grupo de mujeres.
Adeline miró el brazo que la sostenía cautiva con fuerza.
Podía sentir prácticamente la mirada inquisitiva de Lydia hacia Minerva.
Adeline nunca entendió el afán de posesividad de Lydia sobre su amistad.
—¡Señoras!
—exclamó Minerva con una gran sonrisa.
—¡Su Gracia!
—Las mujeres se inclinaron en reverencias, su emoción visible y sus sonrisas grandes.
Todas estaban ansiosas por conocer a la nueva Reina, pero más específicamente, a qué humana había logrado captar la atención del Rey despiadado.
Al ver a una humana de pies a cabeza, quedaron algo confundidas, intercambiando miradas cómplices entre ellas.
La Reina era frágil y delgada, como si una brisa pudiera derribarla.
—Estas son mis amigas —dijo Minerva—.
Esta es la hija de Lord Baybrook —señaló hacia una joven de rasgos amables, completamente opuesta a su padre.
Sus brillantes ojos rojos destellaban con interés, pero carecían de calidez.
—Y esta es…
—Minerva prosiguió con la lista del grupo de mujeres, todas ellas parecían ansiosas de acercarse a la Reina, pero eso era todo.
Una vez que fueron presentadas a la Reina, todas comenzaron a hablar entre ellas, riendo de chistes internos que ninguna más que ellas podía comprender.
—¡Por Dios, recuerdas cuando Lady Minerva confundió el vinagre con alcohol cuando lo roció alrededor del postre de helado con merengue?
¡Intentó prender fuego al vinagre pensando que era alcohol!
—exclamó una señora entre las risas de las demás.
—Por favor, no olvidemos a la señorita Baybrook diciendo quizá que no había suficiente alcohol y luego vertiendo más sobre el pobre postre —comentó otra, desatando una nueva ola de risas.
La risa surgió mientras las mujeres conversaban rápidamente entre ellas.
Vieron la expresión ligeramente desconcertada de la Reina antes de reír de nuevo, como si esto fuera algo que ella debía comprender pero no lo hacía.
Si su intención era excluir a Adeline, estaba funcionando.
Se quedó ahí parada, sintiéndose confundida por lo que estaban hablando.
En lugar de intentar unirse a una conversación a la que ya no estaba invitada, Adeline optó por observar la celebración en su honor.
Adeline sabía que la mejor manera de provocar a aquellos que la insultaban era fingir que no la afectaba.
Simplemente fingió desinteresarse en la conversación y examinó sus uñas.
—Ah, pero Su Majestad fue tan amable contigo, señorita Baybrook.
¿Aún se comió el postre que hiciste para él?
¿No aceptó comerlo del tenedor que le ofreciste?
—inquirió una de las mujeres con sarcasmo.
Adeline sintió todas sus miradas sobre ella.
Estaban esperando por una reacción, ya que cualquier reacción pequeña o grande les satisfaría.
Ella simplemente amplió su sonrisa, solo para molestarlas aún más.
—Sí, Su Majestad es bastante educado, como para incluso comer postres fallidos —declaró Adeline con firmeza.
Minerva levantó una ceja divertida.
Había visto a la Reina mantener su compostura durante la reunión de la Mesa Redonda, pero pensó que era porque Su Majestad la estaba asegurando por debajo de la mesa.
Ahora que la Reina estaba sola, quería probar cuán bien una humana podía manejar la presencia de vampiras.
—Hablando de Su Majestad —dijo con cuidado la señorita Baybrook—.
Es generoso de su parte casarse con una humana como usted, Su Gracia.
Aunque los humanos sean…
inapropiados para Pura-Sangres como Su Majestad.
La sonrisa de Adeline se disipó.
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