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Capítulo 250: Caza de Vampiros 10
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Un suave golpe aterrizó a su lado.
Lucian.
Porque por supuesto era Lucian. Empezaba a sospechar que tenía poderes de teletransportación alimentados enteramente por juicios y reprimendas silenciosas.
—He visto novatos asustados antes —dijo, sentándose a su lado con los brazos cruzados—. Pero tú no pareces asustada. Pareces… conflictuada.
—Gracias, Sherlock. Luego me dirás que el agua moja.
Lucian no cayó en la provocación.
—Si estás ocultando algo, dilo ahora. Porque si los superiores lo descubren, no podré protegerte.
Selis se volvió hacia él, cejas levantadas.
—¿Protegerme? ¿Ahora eres protector?
Su expresión no cambió, pero su voz bajó.
—Eres una de los míos. No dejo que nadie toque lo que es mío.
Selis se quedó mirándolo.
Vale.
Bueno.
Eso fue… ¿un poco excitante?
Se apresuró a recuperarse.
—Entonces, eh… cuando dices “mío”…
Él se levantó abruptamente, interrumpiéndola.
—Solo piensa cuidadosamente en tu próximo movimiento, Selis.
Luego se marchó de nuevo, con ondeo de capa incluido.
Selis enterró la cara entre sus manos.
—Genial. Así que ahora tengo a dos hombres aterradores y atractivos haciendo amenazas vagas mientras salvan mi vida. Esto se está convirtiendo en un simulador de citas muy confuso salido del infierno.
Miró hacia el horizonte.
Mañana, los exploradores regresarían al lugar de la masacre.
Encontrarían cenizas. Cuerpos quemados. Sin señales de un general vampiro o negociaciones oscuras.
Y nadie —nadie— podría saber jamás lo que realmente había sucedido allí.
Porque si lo supieran, Selis no sería solo una superviviente.
Sería una traidora.
¡Por supuesto! Aquí está la continuación con 1000 palabras más desde donde lo dejamos, manteniendo el tono, la tensión y las sutiles corrientes emocionales entre Selis y Lucian:
Lucian no parecía convencido. Tenía los brazos cruzados, la mandíbula apretada. Selis podía ver el ligero temblor en sus dedos, la tensión de sus puños no solo por sospecha—sino por algo más profundo. Algo más peligroso. Decepción.
No lo estaba diciendo, pero estaba escrito por toda su cara.
—No me estás contando todo —dijo.
Selis apartó la mirada. Sus ojos se posaron en la línea intravenosa conectada a su brazo, el pitido del monitor marcando el ritmo del silencio entre ellos.
—¿Quieres que admita que fui yo quien hizo que todos murieran? —susurró—. ¿Porque puedo hacerlo. Llevaré esa insignia si te hace sentir mejor.
Lucian se estremeció, solo un poco.
—No es eso lo que dije.
—No, pero es lo que piensas.
Él se acercó, su sombra cayendo sobre ella.
—Creo que sobreviviste a algo que no deberías haber sobrevivido. Y en lugar de respuestas, me das sarcasmo.
—Lo siento —espetó Selis—. No sabía que tenía que presentar un informe mientras me devoraban viva.
Se arrepintió en el momento en que las palabras salieron de sus labios, pero Lucian no reaccionó como ella esperaba. No se enfadó. No gritó.
Solo la miró.
Como si intentara ver más allá de la sangre, las cenizas y las mentiras.
Como si intentara averiguar qué parte de ella seguía siendo Selis—y qué parte había cambiado.
—Se suponía que yo debía estar allí —dijo finalmente—. Soy quien asignó al Equipo Delta. Se suponía que debía cubrirte. Pero hubo una brecha en el muro sur y me hicieron retroceder.
Selis parpadeó. Eso no había estado en el informe de la misión.
—¿No te retuvieron simplemente?
—No. —Su voz bajó—. Necesitaban a alguien con experiencia en el HQ. Asumieron que Delta estaría bien porque Marris estaba al mando. Porque teníamos información de que el nido de vampiros era pequeño.
—Sí —murmuró, amargada—. Tan pequeño que nos devoró vivos.
Lucian se sentó en el borde de su cama, con los hombros caídos. Por un momento, el Comandante en él se desvaneció, y ella vio al hombre debajo.
—Casi mueres —dijo—. Y yo no estaba allí.
—No puedes estar en todas partes —respondió Selis, más suavemente ahora—. No eres Dios.
Él no sonrió ante eso. Solo miró al suelo, como si el peso de los cadáveres también se acumulara en su conciencia.
—Pensé que estabas muerta —murmuró—. Cuando el equipo de reconocimiento encontró los cuerpos, y tú no estabas entre ellos, pensé que los vampiros te habían llevado. O convertido.
Selis contuvo la respiración. —Bueno… no lo hicieron.
Eso era técnicamente cierto. Por ahora.
Él levantó la mirada, sus ojos penetrando en los de ella. —¿Lo hicieron?
La pregunta quedó suspendida en el aire como una espada.
Quería decir que no. Quería reírse y decirle que estaba siendo paranoico. Pero su garganta se cerró alrededor de la mentira. Su silencio dijo suficiente.
Lucian se levantó bruscamente, la tensión en su cuerpo afilada de nuevo. —Si hay algo que no me estás diciendo, Selis—cualquier cosa—más vale que no vuelva para mordernos a todos en la garganta.
Su corazón se retorció ante eso. No solo por la advertencia, sino porque él todavía se preocupaba. En el fondo, bajo las reprimendas y el profesionalismo, se preocupaba.
—Solo estoy tratando de sobrevivir —dijo ella.
Lucian se detuvo en la puerta. —Yo también.
Luego se fue, la puerta cerrándose tras él como el golpe de una celda.
Selis permaneció sentada en la habitación estéril durante mucho tiempo después de que Lucian se fuera, el zumbido de las máquinas médicas era el único sonido.
Se sentía vacía.
No era solo la pérdida de su escuadrón o el recuerdo de colmillos hundiéndose en carne. Era el conocimiento de que ahora caminaba por el filo de una navaja.
Las palabras de Salister resonaban en su cabeza.
—O mueres o me traes a Esmeralda.
Esmeralda. El nombre no significaba nada para ella al principio. Pero era la razón por la que Salister la había perdonado. Era su precio por su vida.
Ni siquiera sabía por dónde empezar.
Y peor aún, no podía decírselo a nadie—ni a Lucian, ni a los otros cazadores. Porque en el momento en que descubrieran que había hablado con Salister y vivido, la quemarían en la hoguera por traición.
Necesitaba ganar tiempo. Aclarar las cosas. Aprender más.
Y eso significaba fingir que todo estaba bien.
Los siguientes días pasaron en un borrón de susurros y miradas.
La noticia se había extendido rápidamente.
Selis Everhart, recluta novata, única superviviente de la Masacre Delta. La chica que salió arrastrándose viva de un nido de vampiros de Rango A.
Algunos la veían como afortunada.
Otros la veían con sospecha.
Lucian no dijo mucho después de esa primera confrontación. Mantuvo su distancia, observándola en las reuniones informativas, pasando junto a ella en los pasillos con esa expresión indescifrable.
Selis lo odiaba.
Odiaba cómo cada movimiento que hacía era escrutado. Cómo incluso su respiración parecía necesitar justificación.
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