Nosotros en las estrellas - Capítulo 63
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- Capítulo 63 - 63 62 - Breathe Me
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63: 62 – Breathe Me 63: 62 – Breathe Me Era el momento de volver, salí de mi oficina, había organizado lo que decir en frente de todos nuevamente, no sabía si esta vez saldría todo como lo planeaba, pero necesitaba asegurarme de hacer todo lo que pudiera allí.
Camine a través de los pasillos de ese edificio, mientras jugaba con el colgante de brújula en donde se encontraba mi piedra de valentía que me había regalado Mía, era como si tuviera el poder de calmarme con tan solo tomarla en mis manos.
Entre a la gran sala que se ubicaba en el ultimo piso de ese edificio, y aunque ya había estado allí la sala del Consejo aún generaba ese sentimiento de poder que imponía por sí sola, en el centro el gran óvalo en donde había peleado mi primera guerra, y en la que ahora que podía .
Tomé mi lugar, sintiendo el cuero frío bajo las manos.
En la pantalla frente a mí, el expediente de la “Actualización de Seguridad de Red Eólica – Paquete 7.4” el tema central del día, se pintaba como un acto de aprobación burocrático innecesario, pero que en realidad sostenía sobre sí el peso de una comunidad y de una guerra silenciosa.
Sabía lo que escondía.
Sabía a quién iba a herir.
Cuando todos estaban ubicados en la sala, la secretaria se paró en su lugar dando lugar a lo que sería el inicio de la sesión, tome aire como si debiera sumergirme en el océano, recordé lo que me había dicho Mía, era el único aire que necesitaba en ese momento “para que no tuviera miedo en el trabajo de grandes”.
No podía permitirme temblar.
—Se abre la sesión extraordinaria del Consejo de Percevalis —anunció la secretaria —.
Único punto del orden del día: discusión y votación del Paquete 7.4 de actualización de red eólica.
Las pantallas de proyección ubicadas en cada asiento del óvalo y en las paredes que nos rodeaban se encendieron, mostrando el encabezado técnico del documento.
Arthur, en la cabecera, entrelazo las manos, no esperaba que nadie objetara o intentara simplemente cuestionar a Vance, nadie nunca lo hacía, era la mano derecha del gobernante, ¿quién haría algo para cuestionar a una persona así?
—El punto único del orden del día es la actualización 7.4 de la red eólica —dijo, con tono protocolario, casi aburrido—.
Se trata de un ajuste técnico recomendado por Seguridad Energética para garantizar el funcionamiento estable de las torres.
Revisaremos el informe y votaremos su implementación.
Incluso cuando parecía que a nadie le importara, yo buscaba en sus caras, pero todos estaban tan ocupados en salir rápido de allí, que no les importaba que dijera este artículo frente a ellos, pero yo, yo tenía que arriesgarme, levanté la mano antes de que la secretaria pasara al siguiente paso.
—Tiene la palabra la delegada Annie Woods, representante y enlace único de territorios externos —anunció ella.
—Esta actualización no es un simple ajuste técnico —dije, clara—.
Es un arma parametrizada.
Varias cabezas se giraron.
Vance, sentado a la izquierda de Arthur, apenas arqueó una ceja.
—Explíquese —pidió Arthur, con cortesía afilada que contrastaba con su aparente indiferencia inicial.
Toqué la pantalla.
Proyecté el anexo en la pared central.
Tablas, parámetros, líneas de código llenaron el aire.
—Página doce, apartado “Optimización de carga térmica” —señalé—.
Aquí se baja el umbral de tolerancia al calor de la Torre Eólica 4 en un cuarenta por ciento.
En teoría, para “proteger el equipo”.
Cambié la vista.
Un esquema de la red se dibujó sobre la mesa: círculos, líneas, nodos que respiraban luz.
—En la práctica —continué—, con los vientos del Oeste esta temporada, la Torre 4 se apagará automáticamente cada dos horas para “autoprotección”.
Y la Torre 4, como todos aquí saben o deberían saber, alimenta el sistema de bombeo que lleva agua y energía hacia Aurora Bay y Ares Canyon.
Un silencio pesado recorrió el óvalo.
El consejero de Hidrología se aclaró la garganta.
—Firmé el aval técnico de ese módulo —admitió, mirando su pantalla—.
Se me presentó como un reajuste estándar de seguridad térmica.
No se mencionó el impacto específico sobre el acueducto Oeste.
Vance habló antes de que pudiera seguir.
—Porque se troceó el paquete, como dicta el protocolo —dijo, con voz suave—.
Cada área evalúa su parte.
Es una práctica normal.
Evita errores globales, no esconde nada.
Dirigió su mirada hacia mí.
—Con todo respeto, Señorita Woods, su interpretación es… emocional.
El desgaste de la Torre 4 es real.
Si colapsa, no habrá ni agua ni energía para nadie en esa zona.
La actualización solo prioriza la integridad del equipo.
No podemos comprometer una torre clave por la comodidad de un asentamiento voluntario en la periferia.
La palabra “comodidad” me ardió por dentro.
Respiré.
—¿Comodidad?
¿Capricho?
Perdóneme señor Vance, pero Aurora Bay no es un capricho turístico —respondí—.
Le recuerdo que es una zona legalmente declarada, de hecho le recuerdo que está registrada como Entidad Soberana Emergente bajo el Tratado T.E.D.N.A., artículos 2 y 5.
Y, más importante, el agua que pasa por la Torre 4 no es un lujo, es soporte vital.
Abrí otro archivo.
El texto legal se proyectó, letras nítidas flotando sobre la mesa.
—Estatuto Básico de Red de Soporte Mutuo —leí—.
Artículo 4: “Ningún Nodo Vital de soporte podrá alterar sus parámetros de operación con conocimiento de causa de que dicha alteración comprometerá de forma directa o indirecta el acceso continuo a recursos esenciales de territorios asociados”.
Subrayé “alterar sus parámetros de operación”.
—Usted está violentando una de las reglas que sostienen este planeta, y queda claro sus intenciones con el paquete hace con la Torre 4 —proseguí—.
Cambia parámetros de modo que simulen fallos inevitables.
Y lo hace sabiendo que esos “fallos” afectarán primero y principalmente a Aurora Bay y Ares Canyon esto es trataría de una acción premeditada.
Vance apretó los labios, pero habló.
—Usted está convirtiendo una calibración técnica en una conspiración —dijo, conteniendo la irritación—.
Aquí no hay acciones premeditadas como usted lo plantea señorita Woods, pero si realmente cree que bajar la tolerancia es tan peligroso, podríamos… —Perfecto —lo interrumpí, inclinándome un poco hacia adelante—.
Si realmente cree que es una medida de seguridad neutral, propongo que la hagamos pareja.
Cambié nuevamente el mapa.
Los nodos de la red se iluminaron uno a uno.
—parejo, por favor sea más clara delegada —Dijo la encargada de bioenergía Gilinsky —Sugiero que si estamos hablando de reducir los riesgos bajemos el umbral de tolerancia térmica en todas las torres eólicas —dije—.
Incluida la Torre 1, que alimenta directamente la planta de bombeo que da agua a Villa Cristal.
Si es seguro que Aurora Bay viva con cortes cada dos horas, también debe serlo para el Núcleo.
El Consejero de Hidrología se quedó helado.
Alexandra tensó la espalda.
Varias miradas saltaron hacia Arthur y hacia Vance.
Vance dejó escapar una risa seca.
—No es comparable —replicó—.
La Torre 1 sostiene un volumen de consumo mayor.
Un fallo ahí afectaría a la población total del Núcleo.
La prioridad lógica es… —Ahí está —lo corté, suave—.
¿Sabía que la torre 1 solo alimenta Villa Cristal, mientras que la 4 alimenta dos ciudades enteras, está usted diciendo que solo importan las personas que viven en Villa Cristal?—Dije intentando ganar ventaja al menos en el área moral.
—Y esta es la razón por la cual los niños no deberían tener poder sobre las decisiones de un planeta, incluso en la toma de decisiones como la declaración de territorios —Vance vocifero con esa actitud superior que me molestaba tanto —¿Está usted cuestionando las leyes que se declararon a su llegada a este planeta?
Porque solo he hablado desde el ámbito legal, ustedes escriben reglas que nunca piensan cumplir disfrazando actos violentos ante los derechos de los territorios porque cree que personas con su poder nunca serán cuestionadas, sin embargo, señor Vance, esta niña, frente a usted, que le recuerdo es una adulta con la potestad legítima que me otorgo este consejo no le tiene miedo a ogros como usted que disfrazan el poder como ventaja ante los que no están.
El murmullo que siguió ya no era simple incomodidad.
Era indignación contenida.
—Señorita Woods —dijo Arthur, en tono de advertencia—, mida sus palabras.
Nadie en esta mesa ha declarado la guerra a Aurora Bay o intenta vulnerar los derechos de dicha comunidad.
—No todavía —respondí—.
Pero si hoy aprueban una actualización que baja la tolerancia solo en la torre que alimenta los territorios externos, sabiendo lo que causará, mañana no podrán decir que no sabían que estaban usando la red como arma.
Toqué otra vez la pantalla.
—Protocolo de Aguas Universales —añadí—.
Reconoce el acceso al agua como derecho básico de toda colonia humana y prohíbe cualquier acción que, de forma directa o encubierta, condicione ese acceso como herramienta de control social.
Llamar a esto “mantenimiento preventivo” no cambia lo que es: racionamiento dirigido.
El Consejero de Hidrología levantó la mano, dubitativo.
—No avalaré algo que pueda interpretarse como racionamiento dirigido —dijo—.
No si existe duda razonable sobre el impacto en los territorios conectados.
Antes de que Vance respondiera, una voz distinta se alzó desde el costado de la sala.
—Si me permiten.
Era Dorian.
Arthur frunció el ceño, pero asintió.
—Tiene la palabra el ingeniero Dorian Arryn —anunció la secretaria.
—No suelo intervenir en sesiones de Consejo —empezó—, pero creo que aquí la discusión no es solo emocional ni solo técnica.
Es de procedimiento.
Tocó su tableta.
En la pantalla central apareció un historial de envíos y firmas.
—El Paquete 7.4 se fragmentó en tres submódulos —explicó—: “Seguridad de estructura”, “Optimización térmica” y “Calibración de sensores periféricos”.
Cada uno fue enviado a un departamento distinto.
Ningún responsable, salvo la oficina de Seguridad Energética, vio el impacto completo sobre la red.
Amplió un punto.
—Aquí —señaló—, el submódulo de optimización térmica fue remitido directamente al despacho del consejero Vance.
Aquí —deslizó—, el de sensores, a Hidrología.
Y aquí, el de estructura, a Infraestructura.
Si el Consejero de Hidrología dice que no conocía el vínculo directo con la Torre 4 y el acueducto Oeste, es verosímil.
Nunca se le mostró el mapa completo.
Un murmullo recorrió la mesa.
Varios se giraron hacia Vance.
—Procedimiento estándar —insistió él—.
Centralizar la visión general en Seguridad Energética evita errores de interpretación… —…y concentra el poder en una sola firma —terminé por él, hilando—.
La suya.
Dorian asintió apenas.
No sonrió.
Sus ojos estaban clavados en la proyección.
—No estoy aquí para juzgar intenciones —añadió—.
Solo para señalar que la manera en que se segmentó el paquete hace posible que una medida de alto impacto pase como simple mantenimiento.
Eso, como mínimo, justifica una revisión integral antes de implementar cualquier cambio en parámetros de un Nodo Vital.
Se hizo un silencio más denso, cargado de datos y de miedo.
—Gracias, ingeniero Arryn —dijo Arthur, medido.
Volví al micrófono.
—No estoy pidiendo un acto de fe —concluí—.
Estoy usando sus propios marcos.
Solicito una moción de suspensión preventiva del Paquete 7.4 y la creación inmediata de una Comisión de Revisión de Red Vital, integrada por Seguridad Energética, Hidrología, Infraestructura y la oficina de Enlace de Territorios Externos.
Hasta que esa comisión certifique que no existe riesgo de desabastecimiento dirigido, ningún cambio de parámetros en la Torre 4 será implementado.
Y, ya que les preocupa tanto la seguridad, revisaremos también las tolerancias de la Torre 1 bajo los mismos criterios.
La secretaria revisó algo en su pantalla.
—La moción es válida —confirmó—.
Puede someterse a votación inmediata.
Arthur recorrió con la mirada la mesa oval, uno por uno.
—Procedamos —dijo—.
Moción de suspensión preventiva y creación de Comisión de Revisión de Red Vital.
Votos a favor.
El Consejero de Hidrología levantó la mano primero.
—A favor.
La Consejera de Infraestructura lo siguió.
—A favor.
Luego Comunicaciones.
Luego Salud Comunitaria.
Las manos fueron levantándose, como si la posibilidad de que la Torre 1 también pudiera caer las hubiera obligado a imaginarse sedientos por primera vez.
—En contra —dijo Vance, alzando la mano con rigidez—.
Cada hora que retrasamos esta actualización, corremos el riesgo de una falla catastrófica.
—Cada hora que la retrasamos —repliqué, firme—, Aurora Bay y Ares Canyon siguen recibiendo agua sin que alguien haya decidido que su sed es un daño colateral aceptable.
Arthur sostuvo mi mirada un segundo largo.
Después, levantó la mano.
—A favor —declaró.
La secretaria terminó el conteo.
—Moción aprobada por mayoría simple —anunció—.
Queda suspendida la implementación del Paquete 7.4.
Se conformará de inmediato la Comisión de Revisión de Red Vital con los representantes designados.
La maza electrónica golpeó la superficie de la mesa.
El sonido metálico rebotó en el óvalo como un disparo sordo.
No era una victoria final.
Pero era un alto al fuego.
Y, sobre todo, un registro legal de que el Consejo había sido advertido.
Las sillas empezaron a deslizarse.
Algunos consejeros rodearon a Arthur, otros a Vance.
Alexandra se quedó quieta, mirando un punto indeterminado de la mesa, como si sus pensamientos estuvieran en otro lugar.
Dorian cerró su sesión técnica y salió por una puerta lateral.
Cerré mi pantalla.
Cuando me levanté, las piernas me temblaron un poco.
La piedra de valientes ardía contra mi pecho.
Salí al pasillo, agradeciendo el silencio.
—Señorita Woods.
Me giré.
Dorian estaba apoyado en la pared, unos metros más adelante, como si me hubiera estado esperando.
Se había soltado un poco la corbata, pero aún tenía la tableta bajo el brazo.
—Eso fue… intenso —dijo, acercándose—.
Y necesario.
Solté una risa corta.
—Tú pusiste las piezas sobre la mesa —respondí—.
Yo solo las acomodé.
Negó con la cabeza.
—Te di un rompecabezas incompleto —replicó—.
Fuiste tú quien lo convirtió en una acusación formal sin decir “acusación formal”.
Lo del “daño colateral aceptable” les va a sonar en la cabeza semanas.
Caminamos unos pasos en paralelo, hasta quedar fuera del ángulo directo de las cámaras.
—Gracias por intervenir dentro de la sala —añadí—.
Que lo dijeras tú, desde el área técnica, hizo que no pareciera solo una pataleta política mía.
—No era una pataleta —contestó—.
Era un defecto de procedimiento.
Y Vance lo sabe, por eso casi se atraganta.
Sus ojos tenían ese brillo extraño suyo, mezcla de cansancio y adrenalina.
—Hoy ganaste algo más que tiempo para Aurora Bay —añadió—.
Les recordaste que el sistema también debe proteger a los que no están sentados en esa mesa.
Eso… no lo veíamos desde hace años.
Bajó la mirada a su muñeca.
Giró una banda de metal mate varias veces, como si fuera un interruptor.
—¿Has oído hablar de los Circuitos de Alta Propulsión?
—preguntó, de pronto.
Lo miré, desconcertada por el cambio de tema.
—No oficialmente —dije.
—Me imaginaba —sonrió, apenas—.
No salen en los folletos del Consejo.
Son pistas móviles en las zonas secas del sur.
Paneles de gravedad ajustable, motores de alta propulsión a ras del suelo.
Nada de barandillas ni amortiguadores.
Solo el vehículo, el piloto y la física intentando matarte si te equivocas de cálculo.
Por un segundo, la sala oval, los papeles, Vance, Arthur, todo desapareció.
Vi arena, chispas, ruido, viento cortando la piel.
Y, por encima de eso, la voz de Lion hablando de velocidad como si fuera una religión.
—¿Y tú…?
—dejé la pregunta flotando.
—Corro —respondió, sencillo—.
Desde los diecisiete.
Oficialmente, soy ingeniero de hidrología.
Extraoficialmente, piloto en los Circuitos de Alta Propulsión.
Es la única parte de este planeta que siento mía sin necesidad de un permiso firmado.
Lo miré con otros ojos.
No solo como el hijo del consejero que movía cajas en la sombra, sino como alguien que conocía de primera mano lo que era jugarse la vida en cada curva.
—Lion se va a volver loco cuando sepa que eso existe —murmuré, casi sin querer.
—Lo sabe —replicó Dorian—.
Lo intuye, al menos.
Tiene la mirada de los que están hechos para las curvas, no para los expedientes.
No pregunté cómo lo había notado.
Villa Cristal era demasiado pequeño para secretos perfectos.
—Cuando esto se calme un poco —continuó—, cuando la Comisión de Red esté enterrada en reportes y Vance esté ocupado intentando encontrar otra grieta, si quieres, los llevo.
A ti, a Lion, a Lia.
A ver una carrera.
No para que arriesguen nada todavía, solo para que vean que hay caminos que no pasan por esa mesa oval.
Sentí algo moverse en el centro del pecho.
No solo alivio.
Era una promesa de futuro para ellos, uno que no dependía de mi presencia física, sino de puertas que empezaban a abrirse.
—Lion se va a obsesionar —dije, y esta vez la sonrisa me salió sin esfuerzo.
—Mejor obsesionado con motores que con destruirse por dentro —contestó Dorian—.
Créeme, lo digo por experiencia.
Nos quedamos callados un momento, compartiendo un silencio que no era incómodo.
—Hoy le pusiste freno a Vance —añadió, más serio—.
No creas que se va a quedar quieto.
Pero al menos, ahora sabe que no puede apretar un botón sin que alguien le lea las letras pequeñas.
Apreté la brújula sobre el pecho.
—Que lo intente —respondí—.
Yo también estoy aprendiendo a correr.
Solo que mi pista son sus leyes.
Sus labios se curvaron.
—Entonces supongo que estamos en la misma categoría —dijo—.
Tú en los tratados.
Yo en la arena.
Se giró para irse, pero antes de dar el primer paso, se detuvo.
—Por cierto —añadió, sin mirarme del todo—.
Lo que hiciste hoy… le dio un par de días más de agua a gente que ni siquiera conoces.
Para mí, eso te hace más peligrosa que cualquier piloto al volante.
—Y para mí —respondí—, eso te hace algo más que “el hijo del consejero de Hidrología”.
Asintió, aceptando el intercambio silencioso.
Cuando se alejó por el pasillo, con paso tranquilo de burócrata y alma de corredor, supe que algo nuevo se había activado.
No solo una comisión, no solo una suspensión.
Una alianza.
Había ganado tiempo.
Había expuesto una grieta.
Había abierto, sin haberlo planeado, una ventana para que Lion pudiera mirar otro tipo de horizonte.
Y, muy por debajo de todo eso, creciendo como un pulso constante, estaba la certeza.
Cada ley que lograba doblar a favor de Aurora Bay no solo la protegía.
Marcaba una cuenta regresiva.
No para rendirme.
Para irme.
Para volver a casa.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com