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Trono de la Arcana Mágica - Capítulo 882

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882: Amigos cercanos ruines 882: Amigos cercanos ruines Editor: Adrastea Works Había llegado el mediodía.

La antigua y magnífica ciudad de Aalto se elevaba junto al Río Bellen, cerniéndose sobre el suelo.

La muralla de la ciudad no era de color negro, como le habría gustado a la mayoría de los hechiceros, sino amarillo oscuro, pues era tan antigua como el cielo interminable.

Aunque Fernando no se atrevió a volar, de todas maneras, llegó a la ciudad central del imperio en un par de días, pues no descansó durante la noche.

Él limpió su ropa y caminó hacia las puertas de la ciudad, las cuales estaban siendo defendidas por una docena de hechiceros.

¡Su líder reveló el inconfundible aire de un archimago!

Había llegado el sofocante mediodía, pero la cantidad de campesinos, comerciantes y ciudadanos entrando y saliendo de la ciudad no se había reducido en lo más mínimo.

Uno no podía evitar sentirla vitalidad y exuberancia de Aalto.

—¡Detente!

—Un hechicero de rango medio detuvo a Fernando con desconfianza.

Durante un periodo de tanta actividad, nadie quería ser asesinado por los vigilantes nocturnos.

Ya que Fernando llevaba puesta una túnica mágica roja, todos los hechiceros dirigieron su atención hacia él.

Todos se veían serios a excepción del archimago, como si fueran a atacarlo sin parar si algo salía mal.

Fernando habló en voz alta: —Vengo de Holm.

Estoy aquí para buscar a mi buen amigo Antec.

Él es un estudiante del Rey de las Pesadillas.

Antec era apenas un hechicero de rango superior que acababa de alcanzar el sexto círculo.

No debería conocerlo mucha gente.

Así, para evitar cualquier accidente, Fernando simplemente mencionó al maestro de este, el «Rey de las Pesadillas», un hechicero legendario.

El destino de su clase era precisamente el Rey de las Pesadillas, como Maskelyne, quien solía gobernar la ciudad en el pasado.

Su «Libro de Astrología y Elementos» solo tenía dos clases legendarias: «Profeta» y «Señor de los Elementos».

Para obtener más clases legendarias, uno tendría que realizar suficientes contribuciones al imperio para ingresar a la «Torre de Dioses», la biblioteca del imperio ubicada en Antiffler, y estudiarlas.

Durante el apogeo del Imperio Mágico Sylvanas, los hechiceros tenían tanta confianza que creían que los expertos legendarios eran dioses mortales, y que las diferentes clases eran los dioses de diferentes reinos.

Así, la biblioteca del imperio recibió el nombre de Torre de Dioses.

No obstante, el auge de la Santa Verdad hizo que los “dioses” terminasen por los suelos.

—¿El Rey de las Pesadillas?

—Tras mencionarse un hechicero legendario, el archimago en la puerta se mostró mucho más serio y amigable.

Fernando asintió.

—Sí, pero yo no lo conozco.

Solo conozco a Antec, su estudiante.

Él era demasiado orgulloso como para fingir tener conexiones con un hechicero legendario.

«Un sujeto curiosamente honesto…» Los hechiceros no podían comprender el orgullo de Fernando y simplemente supusieron que era ingenuo porque se había dedicado demasiado a su investigación.

El archimago de la puerta sonrió.

—Conozco a Stanis, otro estudiante del Rey de las Pesadillas.

Le escuché mencionar el nombre Antec anteriormente.

Por lo tanto, puedes pasar.

«¿Eh?» A Fernando le sorprendió el buen trato.

¿Le dejaron pasar tan fácilmente?

¡Ni siquiera preguntaron su nombre!

El archimago pensó que la estupefacción de Fernando se debía a que este no recordaba a Stanis o no creía lo que le había dicho.

Así, él dijo en voz baja: —Stanis es el mejor estudiante del Rey de las Pesadillas.

Antec debe haberlo mencionado antes, ¿verdad?

Su mundo cognitivo se semi-solidificó hace medio año, y se le considera una semi-leyenda.

Je je.

Quizá veamos a dos Reyes de las Pesadillas en una misma ciudad algún día.

—¿Su mundo cognitivo se semi-solidificó?

—Fernando había pensado que, habiendo casi alcanzado el octavo círculo, era el mejor de los hechiceros “jóvenes” de su generación.

No sabía que Stanis, quien no era mucho mayor que él, ya había alcanzado semejante nivel.

—Sí.

Él podría intentar realizar un avance dentro de poco.

Es un verdadero genio en lo que respecta a ilusiones y sueños —la envidia del archimago era más que evidente.

La frontera entre el noveno círculo y el nivel legendario era delgada, pero las diferencias entre ambos eran demasiado grandes.

En lugar de asentir, Fernando habló con entusiasmo: —Yo también se un par de cosas sobre ilusiones.

Él estaba insinuando que podría comunicarse con Stanis para comprobar si ese “verdadero genio” merecía ese título.

¡Él nunca elogiaría, envidiaría o admiraría a nadie!

El archimago, sin embargo, pensó que el hechicero que era bueno con las ilusiones había llegado a pedir conejo a Stanis y al Rey de las Pesadillas.

Aquello no era raro, especialmente cuando conocía al estudiante de este último.

—¿Cómo debería llamarte?

— Después de que Fernando mencionara al Rey de las Pesadillas, él pensó que era necesario conocer al hechicero de rango superior—.

Yo soy Reece Brown.

Puedes llamarme Reece.

«¡Ese e el protocolo correcto!» Pensó Fernando.

—Soy Fernando Brastar.

Prefiero que me llamen Fernando.

—Tu apellido me dice que eres del Imperio Asso, ¿cierto?

—Reece pausó y procedió a preguntar, dudoso.

Fernando asintió.

—Sí, pero mi maestro es un hechicero del imperio.

Reece no siguió intentando confirmar su identidad, como si estuviera convencido de la honestidad de Fernando.

Él habló con una sonrisa: —Fernando, pasa.

Antec ya está esperándote.

Deberíamos hablar alguna vez sobre conocimiento mágico.

—¿Qué?

¿Antec me está esperando?

¿Ya me permites pasar?

¿No necesitas revisar mi identidad?

¿No temes que me haya entregado a la Iglesia y convertido en un vigilante nocturno?

—Fernando sintió que, tras conocer a Douglas, tenía cada vez más preguntas.

Con una sonrisa extraña, Reece respondió: —No te preocupes.

No hay vigilantes nocturnos en Aalto.

Mira, ¿no es Antec el de allí?

Siguiendo la dirección de su dedo, Fernando vio a un joven con un monóculo.

Él era delgado y pálido, tenía el cabello despeinado, pómulos prominentes y una barba sin afeitar.

El olor desagradable proveniente de él sugería que no había salido de la habitación de meditación o del laboratorio desde hace mucho.

—Te ves tan terrible como antes —Fernando se burló de Antec directamente—.

Y no sabes cómo arreglarte en lo más mínimo.

Con una sonrisa amarga, Antec respondió: —Me arregle o no, no le gustaré nunca a ninguna hermosa hechicera.

Arreglarse solo vale la pena para personas tan atractivas como tú.

Su tono contenía un poco de envidia y celos.

—¿Has considerado modificar tu rostro?

—Fernando no considero los sentimientos de Antec en lo absoluto.

Este último, no obstante, pensó en ello cuidadosamente y habló: —Pocas personas en nuestra torre mágica son buenas en la modificación física, y no confío en otros, pues temo volverme aún más feo.

—Je je.

¡Sigues siendo un cobarde que no se atreve a intentar confiar en otros!

¡No deberías haber estudiado bajo la tutela del Rey de las Pesadillas, sino haber ido a la Torre de Infortunios!

—Fernando estaba siendo particularmente ruin ese día.

La Torre de Infortunios era el semiplano del «Señor de los Infortunios», un hechicero legendario que ya había perecido en Antiffler.

Antec no era tan cobarde frente a su amigo, al cual había conocido por años.

Él habló con orgullo: —Mi maestro dijo que tengo un gran talento para los sueños, y soy el más adecuado para ocultarme en un lugar seguro y manipular sueños.

—Sí.

Ciertamente es algo adecuado para los cobardes —dijo Fernando.

Antec sonrió de un momento a otro.

—Fernando, permíteme contarte una historia.

—¿Eh?

¿Una historia?

—Fernando no fue capaz de seguir a Antec.

Él sintió repentinamente que, después de diez años, su amigo tenía algo que él no podía comprender.

Antec guió a Fernando a través de la puerta hacia la concurrida zona del mercado.

Los vampiros bajo sus sombrillas; los elfos que aceptaban la luz solar; los dragones que se detenían en los techos; y los seres humanos llegando a hacer negocios hacían que el lugar se llenara de diversidad y encanto.

—El Señor del Abismo, un buen amigo de mi maestro, es uno de los mejores expertos en la fisión de linajes y la modificación corporal.

Cuando era joven, su buen amigo solía burlarse de él por ser demasiado espantoso.

Sin embargo, ahora mismo él tiene muchísimas amantes —dijo Antec con un tono parejo.

Fernando no sintió envidia en lo más mínimo.

—Él es un legendario.

Nadie puede rechazarlo.

En el Imperio mágico, los hechiceros legendarios tenían grandes privilegios.

Solo se les multaría por asesinato siempre y cuando no mataran a nadie demasiado importante.

A continuación, él rió entre dientes.

—Entonces, ¿eso es lo que usaste para darte ánimos?

¡Qué inspirador!

—Eso no importa.

Lo importante es que cuando el Señor del Abismo solo era de séptimo círculo, no tan poderoso como su amigo, emboscó y asesinó a este último luego de hartarse de sus burlas, convirtiéndolo en un perro demoníaco —súbitamente, Antec sonó contento.

Fernando se atragantó por primera vez durante su interacción con su amigo.

Él habló con el rostro congelado: —¿Quieres que te agradezca por no matarme?

—Sí, pero no me atrevería a hacerlo —respondió Antec con una sonrisa.

Él ya se sentía satisfecho al ver la expresión en la cara de Fernando.

Este último se disponía a gritar cuando vio a un vampiro peleando contra un elfo en la avenida ubicada más adelante.

La explosión ocasionada por los poderes sobrenaturales de rango superior había demolido varios edificios.

—¿Nadie va a detenerlos?

¿Aalto tampoco está regulado?

Entonces, ¡quizá la Iglesia no tendría la menor necesidad de atacarlos, y terminarían matándose entre ellos después de un tiempo!

Repentinamente, el tono de Antec se tornó extremadamente extraño.

Este hizo una pregunta, entretenido y confundido: —Fernando, ¿has pretendido ser una chica?

—¿Cómo lo supiste?

—Fernando se sintió bastante impactado.

¿Cómo pudo difundirse algo así hasta Aalto?

Antec señaló a su lado.

—Ella está justo aquí.

Pasmado, Fernando miró hacia la derecha, solo para descubrir que una belleza menuda de ojos rojos estaba parada junto a él, aunque se veía un poco borrosa.

Él se sintió perdido inicialmente, pero luego habló, sintiéndose grandemente iluminado: —¿Es esta ciudad de Aalto parte de mi sueño?

—No, de NUESTRO sueño —respondió Antec sonriendo.

Él era mucho más audaz al hablar sobre aquello.

—Nuestro sueño, ¿al igual que el de ellos?

—Con el ceño fruncido, Fernando señaló a los seres humanos, elfos, dragones, vampiros y enanos a su alrededor.

Antec asintió.

—Este lugar está basado en los sueños de todos los seres vivientes en el verdadero Aalto.

Al haber venido aquí, te has unido naturalmente al sueño.

Es prácticamente imposible que los traidores se oculten en sueños así.

—Esto es…

¡Demasiado excepcional como para que tu maestro lo logre!

¿Ha alcanzado el tercer nivel legendario?

¡Es imposible incluso para las leyendas de tercer nivel!

—Fernando tenía un conocimiento profundo sobre ilusiones y había leído numerosos libros acerca de las batallas entre leyendas.

Antec soltó una risita.

—¿Has olvidado que el Príncipe Dracula se encuentra en Aalto?

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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