Trono de la Arcana Mágica - Capítulo 905
905: Para tu regreso 905: Para tu regreso Editor: Adrastea Works La mansión del Barón Brenzell estaba mucho más desocupada después de cambiar de dueño múltiples veces.
Hiervas silvestres crecían sobre las colinas detrás del edificio.
Bajo la luz solar matutina, el rocío estaba cayendo a lo largo de ellas.
En un momento, una gota de rocío cayó sobre una pila de huesos enrollados, dejando tenues marcas de humedad.
Los huesos de la serpiente se estremecieron, para luego volver a la normalidad.
Alrededor de la criatura había un tigre alado con pelaje y carne podridos y pus amarillenta fluyendo por todo su cuerpo; enormes espectros extendiendo su horripilante apariencia y su pestilencia; e innumerables fantasmas vagando por el cielo sin temerle a la luz solar en lo más mínimo…
Las colinas parecían haberse convertido en el inframundo, el cual estaba repleto de criaturas no muertas.
En medio de los seres sin vida, un hombre, del cual no quedaba nada más que el esqueleto, tocó las rocas con su pálida y apagada mano izquierda y observó la ciudad con sus ojos reflexivos.
En la entrada de la urbe, un hombre de mediana edad vistiendo la túnica propia de un obispo estaba caminando hacia la iglesia con seriedad.
—Buen día, Señor Obispo —todos lo que pasaban a su lado hacían reverencias y lo saludaban.
Se trataba de Arroyo, un obispo perteneciente a la catedral de la ciudad y un clérigo riguroso.
Persignándose, Arroyo los bendijo como siempre: —El Señor nos protege a todos.
Así como así, él alcanzó lentamente la entrada de la iglesia.
Recibiendo el homenaje de unos cuantos escuderos, él subió las escaleras y cruzó la puerta.
Una tenue luz sagrada rodeó la entrada, haciendo que todo se vuelva solemne y puro.
Arroyo se detuvo en el centro del salón y oró con devoción: —¡Solo la Verdad vive para siempre!
A continuación, se retiró por una puerta lateral, informando al de túnica roja el estado de la fe en los pueblos, aldeas y mansiones cercanas.
Tras completar su reporte, él comenzó a inspeccionar la iglesia entera para cerciorarse de si había alguna negligencia o falta de respeto.
Después de la inspección, sería el momento de las oraciones, los arrepentimientos y las enseñanzas.
En eso consistió su monótona vida los últimos treinta años, con la excepción de que había pasado de ser un reverendo pasante bajo las órdenes del obispo al obispo más sobresaliente de la iglesia de aquella ciudad.
Él había presenciado el auge y decadencia de varias familias del lugar.
«Debemos agradecer la bendición del Señor.» Él rezó con sinceridad en su corazón.
Entonces, se percató de que había llegado a la habitación en la que estaban desplegados los círculos de transmisión.
Por lo tanto, él confirmó el buen estado del lugar con mayor cuidado, asegurándose de que nadie aparte del personal designado ingresara.
«Muy bien.
No hay nada malo.» Su serio rostro esbozó una sonrisa mientras él observaba los brillantes círculos de transmisión.
De un momento a otro, frunció el ceño, sintiendo que el círculo divino era tan malvado que parecía una puerta al infierno o al abismo.
Una idea surgió automáticamente en su mente: ¡Algún clérigo los había traicionado, y el Señor del Infierno estaba invadiendo el lugar!
«¡No, debe ser destruido!» En el momento en que tomó la decisión, él se percató de que no podría destruir los círculos de transmisión rápidamente con su poder divino.
¡La única solución era concentrar este último y hacerse estallar!
Con un fuerte sentido de sacrificio, dio un paso adelante y anunció: —¡Solo la Verdad vive para siempre!
Los varios reverendos que lo seguían se quedaron pasmados ante la luz sagrada que estaba emanando de Arroyo.
Entonces, el mundo entero se sumió en la oscuridad después de una explosión.
¡BOOM!
Los círculos de transmisión volaron por los cielos, y la habitación simplemente se derrumbó.
El de túnica roja que supervisaba la iglesia más importante percibió aquello, quedando totalmente impactado.
Este no podía creer que un obispo traicionaría al Señor y destruiría voluntariamente sus círculos de transmisión.
En aquel momento, dos hechizos de noveno círculo pasaron por su mente: ¡Azote Cerebral e Intromisión de la Memoria!
No obstante, ¡ni siquiera un hechicero legendario pudo haber usado ambos hechizos tan maravillosamente como para que las victimas lo ayudaran a lograr su objetivo voluntariamente, sin la menor resistencia!
¡Aquellos hechiceros eran los más difíciles de resistir, y también los más terribles!
¡BOOM!
En otro lugar de la ciudad, el núcleo que controlaba los círculos de poder divino también fue tragado por el resplandor de una explosión suicida.
¡BOOM!
¡BOOM!
Después de oír las dos explosiones consecutivas, el escuálido hombre en medio de las colinas fuera de la ciudad se puso de pie.
Sus ojos contenían tanto gentileza como crueldad.
¡Hooooooo!
Las criaturas no muertas en las colinas, soltando aullidos de muerte al unísono, se levantaron del suelo abrumadoramente.
El delgado hombre flotó hacia la ciudad.
¡Detrás y debajo suyo estaban los seres sin vida que habían retornado del abismo para tomar venganza!
Los guardias en la entrada de la ciudad estaban revisando a las personas que pretendían ingresar cuando notaron repentinamente que el cielo se oscureció.
Ellos levantaron la cabeza subconscientemente solo para temblar asustados y pálidos.
En el cielo, los monstruos que no tenían nada más que hueso y carne podrida cubrieron el sol y trajeron la muerte consigo.
En medio de ellos estaba un malvado nigromante sin capucha.
Con las piernas débiles, ellos cayeron al suelo.
Las personas en las filas corrieron en todas direcciones, asustadas, solo par también caer mientras el ejército de seres no muertos se acercaba.
Las criaturas no hicieron ningún ruido ni se volvieron locas.
Ignorando a todas esas personas, ellas invadieron la puerta, ingresando a la ciudad a través de esta, por encima de la muralla o desde el cielo.
—¡Se acercan enemigos!
Clérigos y caballeros se levantaron desde diferentes puntos de la ciudad, enfrentándose al nigromante en el cielo.
Este último parecía estar en trance.
Él balbuceó para sí: —Soy Vicente.
Estoy de vuelta…
—¡Mátenlo!
—Luz sagrada y largas lanzas salieron disparadas hacia Vicente.
Con un inmenso odio en su rostro reseco, el nigromante levantó la cabeza y soltó un aullido devastador.
Mientras las ondas sonoras se dispersaban, varias banshees borrosas estaban danzando.
Todos los clérigos y caballeros voladores cayeron en picada como gotas de lluvia.
Aquellos incapaces de volar temblaron de miedo mientras observaban todo.
El rostro de Vicente se llenó de frialdad.
Observando al de túnica roja que estaba esforzándose para resistir el Llanto de Banshee, él extendió su mano izquierda y lo señaló.
Súbitamente, innumerables mechas de cabello negro salieron despedidas del cuerpo del de túnica roja.
Este quedó tan marchito como un cadáver.
Luego, cayó desde el aire hecho pedazos, sin poder hacer nada, pero ya no quedaba ni una sola gota de sangre en su cuerpo.
Vicente observó la ciudad desde lo alto y descendió de un momento a otro, aterrizando delante de una caballero de mediana edad que estaba empuñando una espada larga.
—No…
No…
No me mates…
—El sujeto desvió la mirada por el pánico y retrocedió.
Los caballeros a su alrededor también estaban demasiado aterrados como para ayudarlo.
Vicente habló con un tono áspero y ensordecedor: —Andrew.
—Tú…
Tú me conoces.
Tú…
¡Tú eres Vicente!
—Los ojos de Andrew se ensancharon cuando este reconoció al aterrador nigromante que tenía delante.
El hombre se veía exactamente igual que hace veinte años, ¡pero su rostro ya no tenía ni un pedazo de carne!
Vicente caminó hacia Andrew lentamente.
—Tú fuiste el que me reportó y mató a Shirley.
—No…
No tuve nada que ver.
“Sabueso Demente” lo hizo.
Nunca pensé que mataría a Shirley —Andrew se encontraba al borde de las lágrimas.
—¿Sabueso Demente?
¿Dónde está?
—Preguntó Vicente con frialdad, preparado para invadir su cerebro de no obtener una respuesta.
Andrew estaba dispuesto a confesar lo que sea con tal de salvar su vida: —Sabueso Demente es apreciado por el gran cardenal del ducado por matar a muchos hechiceros y fue promovido a Cocus.
—¿Cocus?
Te encontraré…
—Vicente miró hacia el norte, y sus ojos estaban llenos de frialdad y de un irremediable odio.
A continuación, él volvió a mirar a Andrew.
—¿Quién más participó?
—Está…
También está Lotell, Goon, el Domador y el Excavador de Huesos.
Ellos están en esta Inquisición —Andrew confesó los nombres de todas las personas envueltas en el caso.
—Muy bien.
Para agradecerte por tu honestidad, no te mataré en persona —Vicente esbozó una sonrisa despiadada.
El ejército de criaturas no muertas a su espalda emprendió la marcha y se lanzó sobre Andrew.
—¡NOOOOOOO!
Gritos miserables y adoloridos resonaron sin parar mientras las criaturas desgarraron y tragaron la carne de Andrew hasta que no quedaron nada más que huesos.
Vicente observó a los nobles reunidos en el lugar.
Después de que estos llevaran a Lotell y a Goon hacia el frente a empujones, él agitó las manos, descomponiendo a los dos nobles y convirtiéndolos en zombies.
—Vicente, nosotros no tuvimos nada que ver con lo que sucedió.
También lamentamos mucho la muerte de los Brenzells.
No impediremos que busques tu venganza, pero por favor no mates a los inocentes —el caballero a cargo intentó tranquilizarse y le imploró con sinceridad.
Vicente habló con frialdad: —Ustedes pudieron haberla salvado, pero no hicieron nada.
Entonces, el ejército de criaturas se lanzó hacia adelante, consumiendo a todos los nobles.
Tras varios minutos, Vicente llegó a la puerta de la Inquisición caminando sobre montones de huesos.
La mayor parte de vigilantes nocturnos del lugar, incluyendo al Domador, habían sido asesinados en la batalla que acababa de ocurrir.
—¡El Señor no te perdonará!
—Los interrogadores restantes en la Inquisición fulminaron a Vicente con la mirada.
Sin decir una sola palabra, este último simplemente dejó que todas sus criaturas los devoraran, dejando solo gritos y al Excavador de Huesos, cuyo cabello se habría vuelto gris.
—¡Solo me arrepiento de no haber descubierto tu paradero!
—El vigilante nocturno parecía ser ferviente y devoto.
—Tendrás mucho tiempo para arrepentirte —respondió Vicente con brusquedad y a la vez suavidad, sin intención de discutir con él.
Un fuego pálido emergió del alma del Excabador de Huesos, quemando a este último y haciéndolo llorar de dolor.
«El señor te…
¡Ahhh!
¡Te castigará!
¡NOOOOOOO!
¡Ahhh!
Maldita sea.
¡Ten piedad!
¡Ten piedad!
¡Ten piedad!» Vicente caminó hacia el cementerio sin mirar atrás, dejando al sujeto suplicando.
Gradualmente, los gritos se extinguieron.
Como la gente ordinaria estaba demasiado aterrada para respirar, la ciudad entera estaba tan silenciosa como si todos estuvieran muertos.
En medio de aquel silencio, Vicente ingresó al cementerio y llegó a la tumba que había visto demasiadas veces en sus sueños.
Esta se abrió en silencio, y el ataúd se elevó en línea recta.
Vicente caminó hacia un lado del cajón, puso una rodilla en el suelo, y lo abrió con suavidad.
—Shirley, estoy aquí para recogerte —mientras más se amplió la abertura, más se suavizaron sus fríos ojos, llenos de amor y culpa.
Al interior de féretro yacía en silencio un esqueleto.
Vicente se inclinó y besó suavemente la boca del esqueleto mientras hablaba, como si se encontrara en un sueño: —Shirley, estará bien.
Todo estará bien.
Estaremos juntos por siempre.
Una lágrima se derramó desde sus ojos sobre el rostro de Shirley.
Corrompe el alma y persigue la muerte, ¡no para la vida eterna, sino para tu regreso!