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80: Escena de borrachos 80: Escena de borrachos —¿¡Por qué no me hablas?!
—gritó a la lámpara, probablemente pensando que era yo.
—…
—permanecí callado mientras la observaba.
Al mismo tiempo que trataba de suprimir mi risa, saqué mi teléfono y comencé a grabar un video de ella.
—¡¿EH?!
¿Cómo te atreves a ignorarme?!!
—golpeó la cabeza de la lámpara con el vaso en su mano, haciéndola estrellarse en el suelo con un fuerte ruido.
Tras el acto entró en pánico, —¡Oh no!
¡Arius!
—se agachó y sostuvo la lámpara en sus brazos como si fuera un hombre moribundo, —¡Oh lo siento mucho!!
De verdad lo siento —pero luego le dio una bofetada en la cara a la lámpara, —Aunque sigues siendo un imbécil.
—¡AH!
—me oyó, —Alguien se está riendo de mí.
—giró su cabeza en mi dirección y frunció el ceño.
—Te veo.
—murmuró.
—¡Tú!
—logró levantarse con pasos tambaleantes y caminó hacia mí, —¡Yo te conozco!
—¿Ahora sí?
—terminé el video que estaba haciendo de ella y coloqué el teléfono sobre la mesa.
—¡Sí!
—de alguna manera logró caminar todo el camino hasta donde yo estaba sentado y se paró frente a mí con los brazos cruzados mientras me miraba fijamente.
—Eres preciosa.
—sus expresiones se suavizaron después de mirarme un rato.
—¿Preciosa?
—levanté las cejas mientras mi sonrisa se desvanecía.
No me gusta esa palabra, de hecho, odio que me llamen ‘precioso’ pero ahora que ella lo dice, no parece tan malo.
Quizás porque las personas que lo dijeron antes que ella tenían intenciones completamente diferentes.
—HmmMmm —asintió con la cabeza inocentemente y acercó su cara a la mía para mirarme, —¿Eres mío?
—se sentó en mi regazo de frente a mí, —¡Tienes que ser mío!
—lo exigió pero también parecía que estaba haciendo una pregunta.
—No, cariño.
—rodeé su espalda baja con mis brazos, por si acaso, para que no se cayera, —Tú eres mía.
—¿Qué~?
¿Por qué?!
—porque eres mi esclava.
—le respondí a su pregunta.
—¡¿Soy una esclava!???
—la repentina realización la dejó atónita y parecía perdida en pensamientos de agonía.
Sacó los labios como un niño a quien su madre no le permitió tener su dulce.
Sinceramente, se veía adorable.
Luego, de repente, otro pensamiento la golpeó, —Quiero pan de melón.
—me miró, luego a mis mejillas y baboseó.
—No te atrevas.
—la realización me golpeó y la miré incrédulo, —Sabes mal.
—supe inmediatamente lo que estaba pensando y aunque le advertí que no lo hiciera, ella lo hizo igual.
Mordió mi mejilla, la lamió y la chupó.
Luego retrocedió lamiéndose los labios, —Se frunció el ceño un segundo y luego volvió a hacer pucheros.
—No es ahí donde se supone que debes probarme —toqué mi mejilla con una mano mientras mantenía la otra detrás de ella—.
Es la primera vez que alguien ha querido comerse mis mejellas —froté mi mejilla suavemente mientras ella me miraba con ojos pesados y luego su mirada se desplazó hacia mi parte inferior—.
Bajó y abrió el botón de mis jeans —¡Hey, espera!
—comenzó a desabrochar mis pantalones cuando yo agarré sus manos para detenerla—.
¿¡Qué estás haciendo!!??
—¿Probándote?
—respondió tan inocentemente que me tomó por sorpresa—.
Sus párpados estaban pesados.
Podía decir que iba a apagarse en cualquier momento —la volví a levantar—.
¿Espera?
¿Realmente mi corazón se aceleró?
¿Por ella?
—No tienes que probarme —rodeé sus brazos nuevamente, fuerte esta vez, asegurándome de que se quedara en su lugar.
—¿Por qué?
—apoyó su cabeza en mi hombro.
—Eh-uh, sabo mal —de todas las cosas que podría haber dicho, elegí esto —Wow.
Solo después de decirlo me di cuenta de que podría haber dicho algo mucho mejor pero funcionó así que supongo que está bien.
—Oh… —se acurrucó contra mí—.
Esta es la primera vez que noto su aroma, como una fragancia de agua fresca.
Podía decir que el alcohol estaba haciendo su trabajo y que ella iba a desmayarse pronto pero justo antes de eso algo la golpeó —¡Recuerdo quién eres!
—¿Ahora sí, recuerdas?
—¿Qué recuerda ahora?
—me reí entre dientes.
—Eres el tipo que le hizo daño a un niño pequeño y ni siquiera puede dar una explicación —se frunció el ceño y olió, mirándome con los ojos medio abiertos —La miré fijamente y suspiré —¡Oh!
¡Y!
—recordó algo más—.
Eres el tipo cuya familia mató a la mía.
—Ya veo… No son cosas muy agradables de recordar.
—Sí —su voz se desvanecía—.
Se supone que debo odiarte —con sus últimas palabras se quedó dormida.
¿Se supone?
Me pregunto qué quiso decir con eso?
Quizás solo eran palabras de borrachos.
Los enemigos están destinados a odiarse.
La recogí y la llevé a su habitación.
Supongo que hoy fue una mala idea.
Vamos a aumentar su tolerancia al alcohol poco a poco.
No puedo hacer esto todos los días —mientras la acostaba en su cama, tomé asiento a su lado—.
¿Se supone que me odiará?
Le quité algunos de sus suaves cabellos sedosos que estaban en su cara y los coloqué detrás de su oreja —Puede que me odies por lo que hizo mi clan —susurré—.
Pero no olvidemos quién comenzó esa guerra.
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