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82: Un objetivo por alcanzar 82: Un objetivo por alcanzar •Arius
—¡Tu brazo está sangrando!
—Azalea parecía preocupada por mí, estaba entrando en pánico al ver la pequeña herida.
—Es solo un corte.
Cicatrizará.
—Pero mira la sangre.
—Probablemente cortó una vena.
—Pero—.
Coloqué gentilmente mi mano en su mejilla y ella me miró.
—No deberías preocuparte tanto por tu enemigo.
—¿Enemigo?
¿Tú?
—¿Qué más crees que soy?
—Últimamente, me lo estoy preguntando.
—No necesitas hacerlo —.
Me giré —.
Vuelve a la mansión.
Tengo asuntos que atender.
—¿Irás solo?
¿Adónde?
¡!
—Sí.
Para asegurarme de que esto no vuelva a suceder.
—Vinieron por mí, ¿verdad?
Quiero decir, me dispararon…
—No.
No hay necesidad de que nadie venga por ti.
Vuelve.
Me ocuparé de ello.
***
—¡Mira quién está aquí!
—Ryan Black, el hermano menor del jefe de uno de los clanes mafianos más poderosos, Samues Black, habló en cuanto me vio.
Ryan mismo tiene una posición destacada.
Es solo que es demasiado imprudente.
Un poco demasiado imprudente.
—Estoy seguro de que sabes por qué estoy aquí —sonreí mientras me sentaba en uno de los sofás del salón.
—No pierdes el tiempo, ¿verdad?
Acabo de enterarme de que tienes lo que quiero.
—No regalo lo que es mío —sonreí.
—Te di el par que tenía porque lo pediste.
¿No deberías hacer lo mismo?
—Lo que me diste estaba dañado.
María y Ayaan no me sirvieron de nada.
Uno no puede hablar ni oír bien mientras el otro está muerto.
—¿Oh?
Vives de acuerdo a tu reputación.
Deshacerte de cosas que no te son útiles.
Deberías habérmela devuelto.
—Estaba tan dañada, que tampoco te habría servido de nada —después de todo, no podía siquiera caminar por sí sola.
Estaba cayendo lentamente en la locura.
—Oh bueno, ¿a quién le importa?
Quiero a las chicas que tienes.
A La Violeta y a la Siegfield.
—Ya lo dije.
No regalo lo que es mío y definitivamente no comparto lo que es mío.
—Pude ver la molestia en su rostro —¿Por qué las tienes?
—Pareció una buena idea, tener unas cuantas esclavas —sonreí con picardía—, que no estuvieran dañadas.
—Nunca fuiste del tipo que busca venganza.
—¡Oh!
Todavía no lo soy.
Es puramente para mi propio disfrute —él no estaba del todo convencido pero tampoco pensaba que yo estaba mintiendo.
—Entonces dámelas cuando te hayas saciado —se inclinó un poco hacia adelante en el sofá y colocó sus codos en sus muslos—.
Si no puedo simplemente arrebatártelas.
Son juguetes para ti también, ¿no es así?
Sé que no te importará si tomo una.
—¿Una?
—La Violeta —sonrió socarrón—.
La quiero más que a nada —se recostó en el sofá—.
Es más hermosa que la última —jugaba con sus pulgares—.
Más sexy —me miró—.
Quiero su cuerpo a cualquier precio.
…
—Bien —me levanté—, cuando me canse de ellas te dejaré saber.
Hasta entonces mantén tus manos lejos —le di una sonrisa ‘cálida—.
Lo digo en serio.
No se inmutó—Claro, pero solo para que sepas, no soy muy paciente.
***
Al salir del lugar un auto se detuvo a mi lado.
La ventana tintada del asiento trasero se bajó para revelar a una mujer con cabello negro ondulado y piel pálida.
Liana, la hermana mayor por parte de padre de Ryan.
—¡Hola Arius~ —me saludó con la mano y abrió la puerta—.
Me enteré de ti y Ryan.
—me hizo señas para que entrara.
Suspiré y entré al auto—.
Te llevaré.
Conduce —le dijo al conductor.
—¿Y bien?
—pregunté—.
¿Qué tienes para ofrecer?
—¡Ay qué grosero eres!
Siendo tan directo —sonrió con picardía—.
Pero no te preocupes, Ryan no es tan tonto, no se llevará tus muñecas así como así.
—No me preocupa él.
Sabes por qué vine contigo —la miré y le di una sonrisa dulce—.
Ryan no puede actuar a menos que tú o Derulo estén de acuerdo.
Se acercó—¿Y tú quieres que yo lo mantenga a raya?
—tomé su mano y la besé—.
Eres realmente inteligente, Liana.
Por eso eres tan encantadora.
Se rió entre dientes—¿Y qué obtengo a cambio?
—Lo que mi dama desee —miré fijamente sus ojos verdes esmeralda mientras ella colocaba su mano en mi pecho.
—Últimamente, —suspiró— mis noches han sido un poco solitarias —me devolvió la mirada—.
Y tú eres el mejor compañero para la noche —se acercó más a mi rostro.
Podía sentir su aliento y sabía lo que quería.
Me incliné y le di un beso.
Uno corto y lo corté.
Me miró con decepción.
—El resto.
Lo obtendrás esta noche —una sonrisa satisfecha apareció en su rostro mientras el auto se detenía cerca de mi lugar.
—Esta noche —se enderezó enfrentando hacia adelante—.
Será en tu habitación.
***
En cuanto llegué de vuelta a la mansión llamé a César.
—¿Sí?
—caminó conmigo mientras empezábamos a subir las escaleras.
—¿Cómo va su entrenamiento?
—Se ha vuelto realmente buena.
—¿Y qué hay aparte de la lucha?
—Todavía no he comenzado…
Suspiré, —César, sé que ese tipo de cosas son difíciles para ti pero no tenemos mucho tiempo.
Ya corrí un riesgo al traerlas aquí.
Haz que Ben te ayude.
Quiero que ambas sean fuertes.
Lo suficientemente fuertes como para que puedan protegerse a sí mismas y a Ayaan.
Asintió, —¿Se enteró Ryan?
—Sí —puse mi mano en su hombro—.
No queremos que terminen como María, ¿verdad?
Negó con la cabeza y sonreí, —Apresúralo.
Tenlas listas para cualquier situación —le di una palmada en el hombro—.
Ve.
Al irse comencé a subir a la cuarta planta pero me detuve cuando pasé por la biblioteca.
Una dulce y melódica canción se oía desde el interior.
Abrí la puerta y entré.
Azalea estaba cantando, con una voz suave.
Parecía una canción de cuna.
Me dirigí al otro lado de la habitación donde la vi sentada en el diván de la ventana.
La cabeza de Ayaan en su regazo.
Dormía profundamente mientras ella acariciaba su cabello.
Me vio de pie junto al estante pero no dejó de cantar.
Aunque entre medias, me sonrió.
Eso es correcto.
Le sonreí de vuelta.
Las traje aquí con un objetivo en mente.
No puedo simplemente entregarlas tan fácilmente y verlas destruirse.
Por mi parte.
Respiré hondo.
Hace tiempo que renuncié a cualquier tipo de venganza.
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